Capítulo VII

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—Seré yo.

Nívea apartó hacía atrás a Allen y se paró frente a él, en posición de enfrentar al demonio. Afrodita hizo lo mismo y se paró junto a la líder, dejando al chico detrás. Allen se había quedado paralizado de la sorpresa y el terror; quedándose sin capacidad de reacción a la situación. El demonio se rio a carcajadas al ver a las chicas y fijó sus ojos amarillentos en el chico.

—¿El descendiente de Pendragón deja que un par de mujeres cuiden de él? ¡Eres patético! —su voz ronca y llena de sadismo seguía intimidando al chico. Allen apretó los dientes y los puños, molesto por estar en esa situación.

—No nos subestimes, demonio —dijo la líder, provocando aún más risa en Apolo. Ambas chicas se miraron y asintieron con determinación.

Como si estuvieran sincronizadas, Nívea y Afrodita llevaron sus pulgares a sus bocas y mordieron las yemas de sus dedos. De ellos brotó un hilo de sangre y automáticamente un haz de luz rodeó a las mujeres. Tanto Allen como Apolo se taparon los ojos y retrocedieron por la intensidad de la luz que rodeaba a las mujeres. El haz de luz fue desapareciendo lentamente y Allen pudo ver con asombro la transformación que habían sufrido sus compañeras.

Afrodita portaba una armadura metálica completamente de rosado, con unos brazaletes azules y un látigo con espinas del mismo color. En las hombreras tenía marcas de estrellas azules. Su cabello rosa ondeaba al viento mientras una leve aura azul rodeaba su silueta.

Nívea por su parte portaba una armadura metálica de color café, con el pecho, las rodillas y los codos de color blanco. Unas alas grisáceas sobresalían de su espalda y una bufanda blanca rodeaba su cuello. En su mano diestra tenía una fina y larga espada. Allen las miraba con la boca abierta; era la primera vez que presenciaba la transformación de los Caballeros de la Realeza y era más impresionante de lo que esperaba. Recordó entonces las palabras de Nívea: "El poder nuestro proviene de nuestra sangre, liberar una gota de ella mientras tienes la imagen mental de tu armadura hará que aparezca".

—Hora de pelear, maldito gato —dijo Afrodita mientras sonreía ampliamente, sacando a Allen de sus pensamientos. Ambas se pusieron en posición de pelea mientras Apolo reía a carcajadas.

—Veamos que me ofrecen —susurró y desplegó sus cuatro alas de fuego mientras encendía sus puños.

Apolo se elevó y lanzó bolas de fuego contras las mujeres, quienes esquivaron sin problemas su ataque; mientras tanto Allen se alejó para no verse afectado. La bestia siguió lanzando su ataque a las guerreras, creando agujeros en el suelo donde chocaban sus ataques. La velocidad del demonio era tal, que en un abrir y cerrar de ojos se colocó frente a Nívea, quien, sorprendida por la rapidez de Apolo, no pudo reaccionar y recibió un puñetazo de fuego en el estómago que la mandó a volar lejos. Afrodita saltó en dirección al demonio y envolvió su látigo en uno de los brazos; las espinas se clavaron en la extremidad de Apolo, haciéndolo rugir del dolor, momento que la chica aprovechó para lanzar al demonio contra el suelo. El impacto levantó una polvareda de tierra que dificultó la visión de Allen. Afrodita dio un latigazo, del cual salió un corte de agua que el demonio logró esquivar de último momento. Tomó cierta distancia de la chica y le sonrió.

—Así que puedes dominar el agua, ¿eh? —le dijo mientras volvía a relamer sus labios.

—¿Asustado? —contestó Afrodita de manera desafiante mientras caía. Esbozó una leve sonrisa para luego volver a dar un latigazo en dirección al demonio.

—¡No, excitado! —gritó y esquivó el ataque, pero en ese instante, una enorme roca golpeó desde abajo al león que lo mandó a volar. Allen bajó su vista y pudo ver a Nívea volando a toda velocidad para tomar a Afrodita antes de que cayese al suelo; la tomó del brazo y la lanzó hacia Apolo. La pelirosa envolvió su mano en agua y comenzó a lanzar espinas de agua contra el demonio. Este reaccionó con rapidez y esquivó el ataque. Su velocidad era mayor que la de las mujeres y eso le ayudó a colocarse en la espalda de Afrodita en pleno vuelo. Juntó sus garras y las envolvió en fuego para golpear a la chica en la columna, haciéndola caer contra el suelo desde la altura. Nívea dio un grito y voló hacía Afrodita para auxiliarla, pero el demonio fue más rápido y le cortó el paso.

—¿Cómo me enviaste esa roca, maldita? —preguntó el león.

—Puedo dominar la gravedad —contestó con ira la líder.

—Creo que no te enseñaron a no darle esa información a tu enemigo —Apolo rio y emprendió el vuelo contra la líder. Comenzaron un combate en el aire, chocando las garras del demonio con la espada de la guerrera. Allen no tuvo tiempo para seguir viendo la pelea; la preocupación por el estado de Afrodita lo llevó a correr hacía el lugar donde había caído. La encontró tendida en el suelo, inconsciente y sin su armadura, la cual había desaparecido. Un hilo de sangre caía por la comisura de sus labios cuando Allen se agachó a su lado y la tomó entre sus brazos.

—¡Resiste Afrodita! —gritó con desesperación y luego alzó su vista hacía la pelea entre el demonio y Nívea. Los ataques de Apolo no le daban respiro a la mujer, quien se limitaba a retroceder y a contrarrestar sus golpes con su espada. El demonio la estaba acorralando poco a poco. Allen volvió a mirar a la chica en sus brazos y la apretó inconscientemente mientras susurraba—. Te lo ruego...

La rabia y la impotencia se apoderaban de su ser al ver el estado de la chica; pero lo que más lo llenó de impotencia fue el no poder hacer nada para ayudar a sus compañeras. «De nada sirve tener la sangre de Pendragón, si en momentos críticos como este no soy capaz de hacer nada» se dijo a sí mismo. Un grito de mujer lo hizo alzar la vista hacia la batalla con terror. Apolo había roto la defensa de Nívea, la tenía tomada de la cabeza con una de sus manos y con sus garras golpeaba el cuerpo, ya sin armadura, de la mujer reiteradamente. La sangre salía de su boca y de sus heridas y aumentaba con cada golpe. El demonio miró de reojo a Allen con sus fieros ojos y dejó caer a la castaña. Allen pudo ver con terror como el demonio había derrotado a dos de los Caballeros de la Realeza y él se había convertido en su nueva presa. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora