Capítulo XI

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Entre Draco y Khroro tuvieron que detener a Afrodita, quien apenas había conocido la noticia de la captura de su hermano, había salido del cuartel para ir en su búsqueda. Los dos caballeros la contuvieron y la trajeron de vuelta al cuartel, mientras los demás sostenían una reunión de emergencia. Allen se sentó en su asiento y tras dar un rápido vistazo, notó la ausencia de Lancelot. Nívea mandó a Valentine a buscarlo a su habitación mientras Draco y Khroro llegaban con Afrodita de vuelta. Tras tranquilizar a la chica, la líder comenzó con la reunión.

—Estamos en serios problemas. En esta reunión zanjaremos nuestro plan de acción... —La líder fue interrumpida por el retorno de Valentine. Venía sin Lancelot y con un papel blanco en su mano.

—Malas noticias chicos, Lancelot volvió a marcharse —anunció con pesar la rubia mientras tomaba asiento. Nívea y el resto no lograron ocultar su malestar ante la noticia.

—Continua —pidió Draco tras un breve silencio. Nívea suspiró y continúo hablando.

—Como ya saben, uno de nuestros camaradas ha sido derrotado y capturado por el enemigo. La última vez que supimos de él se encontraba en Suiza, así que mandaremos un grupo allí —hizo una breve pausa para mirar a Afrodita. La chica estaba al borde del colapso emocional y se aferraba a su asiento con fuerza—. Pero no es nuestro único problema, se han registrado nuevos ataques a ciudades alrededor del mundo. Para ser más específica, Tokio, Múnich y Río de Janeiro han reportado ataques de "seres no identificados", como han catalogado en las noticias a los demonios.

—Entonces no perdamos más tiempo, dividámonos y actuemos —interrumpió Khroro, golpeando el mesón con su puño.

—Es lo que haremos Khroro, cálmate —le pidió con serenidad la líder. Dio un suspiro y miró a todos los caballeros antes de continuar—. Hiro y Boric van en este momento hacia Tokio. Los que estamos acá nos dividiremos de la siguiente forma: Draco y Milo irán a buscar a Craneus. Khroro irá a Múnich y Thomas a Río. El resto nos quedaremos en el cuartel y proveeremos de soporte si lo necesitan.

Allen se molestó al no volver a ser considerado en una misión por parte de la líder y estaba por levantarse de su asiento para reclamar, cuando Draco alzó su voz e increpó a la líder.

—Me opongo a tu plan de acción, Nívea.

—¿Qué quieres decir, Draco? —preguntó la líder, visiblemente sorprendida.

—Basta de pragmatismo, tenemos que tomar la ofensiva Nívea —reclamó el pelirrojo. Allen sonrió levemente al escucharlo—. Con ese plan, cometerás el mismo error que la última vez.

—Entonces, ¿Que propones?

—Afrodita tiene que ir sí o sí en búsqueda de su hermano y Valentine tiene que acompañarla para poder curar a Craneus con su poder. Dos de nosotros tienen que ir como soporte junto a ellas, los otros 4 irán a Múnich y Río, así aprovechamos que Boric y Hiro ya van camino a Tokio. Todos los Caballeros entrarán en acción esta vez.

La idea de Draco fue bien recibida por todos los caballero y, pese al resguardo de Nívea, la llevaron a cabo lo más rápido posible. Allen, pese a tener el brazo izquierdo inmovilizado aun, se ofreció para acompañar a Afrodita y Valentine. Milo también se ofreció voluntariamente y los cuatro formaron el grupo de rescate. Por otra parte, Khroro y Thomas irían a Múnich mientras que Nívea y Draco a Río. Sin perder tiempo, los tres grupos partieron a sus respectivos destinos.

En ese momento, en la cima de los Alpes suizos, Minerva observaba el paisaje frente a ella con los brazos cruzados. Había terminado la misión que Júpiter le había encomendado y esperaba con impaciencia la señal para volver al Infierno. Un ruido a su espalda la obligó a voltearse.

—¡Mercurio, haz que esa basura se calle de una de vez! —le gritó a su compañero de equipo.

El demonio que la acompañaba estaba sentado en posición de indio y masticaba un trozo de carne. Tenía la apariencia de un lobo y sus brazos eran metálicos. Atrás de él había un hombre atado y crucificado que gritaba de dolor. El hombre tenía el cabello anaranjado, estaba semi desnudo, pálido y con la mitad de su rostro ensangrentado. El demonio mitad lobo se puso en pie y golpeó el abdomen del hombre con su codo. El hombre soltó un leve quejido y quedó inconsciente.

—Creí que si le arrancaba la oreja dejaría de forcejear —dijo con sarcasmo y se lanzó a la boca el último trozo de carne que le quedaba. El demonio había arrancado la oreja izquierda del hombre y se la estaba comiendo. Se relamió los labios y se volvió a sentar mientras miraba a Minvera—. ¡La carne humana es sin duda alguna la mejor!

—Pronto podremos comer toda la carne humana que queramos —le dijo mientras le sonreía ampliamente y también relamió sus labios. Avanzó hacia el hombre crucificado y le dio una lamida a la mejilla ensangrentada, para luego mirarlo con sus amarillentos ojos—. El Caballero Craneus no resultó ser la gran cosa.

—Sí, lo derrotamos bastante rápido. Esperaba un poco de emoción —Mercurio rio y se lamió la sangre en sus garras metálicas.

—Bueno, ya tenemos al primero, nos faltan 11 —dijo Minerva mientras acariciaba la mejilla de Craneus con una de sus uñas.

—Sería una lástima que alguien estropeara sus planes.

En el momento en que Minerva se volteó para mirar al dueño de esas palabras, una sombra pasó junto a ella y le cortó la mano con la que estaba acariciando a Craneus. La demonio lanzó un grito de dolor mientras Mercurio se ponía en pie y en posición de defensa; una silueta se acercaba hacia ellos lentamente. Minerva maldijo en voz baja y se obligó a mirar al recién llegado, mientras la mano que le habían cortado se regeneraba.

—Qué raro que hayas decidido aparecer, Lancelot.

El caballero llevaba su armadura metálica de color negro puesta y una enorme espada del mismo color, mientras una capa negra ondeaba en su espalda con el viento. El mismo viento había apartado el mechón de su ojo izquierdo, dejando a los demonios ver un ojo completamente blanco. La espada que Lancelot portaba tenía un largo de 2 metros y un mango de 20 centímetros de color blanco; pese a lo larga y pesada que era la espada, el caballero la podía manejar como si fuera una extensión más de su brazo. Lancelot esbozó una leve sonrisa antes de contestar.

—No es eso, simplemente ustedes se interponen en mi camino. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora