Capítulo LXXXII

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—Con los Demonios del Apocalipsis derrotados y encerrados en el sello de los Caballeros de la Mesa Redonda, nuestro momento de aparecer ante el último caballero en pie había llegado —Luzbel terminó las últimas palabras en un susurro mientras volvía a pasar su mano humana por su cabello para peinarlo hacia atrás, mientras su mirada se mantenía fija en Allen. El chico podía sentir como el relato del demonio llegaba poco a poco a su fin, lo que tensaba sus músculos al pensar en que la pelea final contra su padre se avecinaba. Pero antes de eso, necesitaba respuestas de Luzbel a todas sus dudas. Tener tan cerca la respuesta a sus inquietudes, hacía que Allen se sintiese más nervioso de lo normal. Luzbel no se tomó mucho tiempo para reanudar el relato—. Al igual que ante ustedes, hicimos aparición ante Arturo Pendragón de una forma imponente; en ese entonces éramos 12 Duques de la Oscuridad. Solo para nombrarlos, los restantes Duques que el mismo Pendragón aniquiló eran: Murmur, Bael, Caliph, el antiguo Luzbel, y un demonio que era considerado su mano derecha y el único capaz de rivalizar con su poder: Mefistófeles. ¿Cómo entonces un solo caballero acabó con cinco Duques? Bueno, hay que decir que Murmur, Bael y Caliph eran los más débiles del grupo, y se abalanzaron contra él sin pensarlo. En un abrir y cerrar de ojos, el poderoso Arturo Pendragón acabó con los tres prácticamente sin despeinarse con la ayuda de la legendaria espada Excalibur.

»El caso del antiguo Luzbel y de Mefistófeles fue diferente. Para derrotar al poderoso Mefistófeles, Pendragón despertó su poder como "Nexo" y logró dominar los poderes de los antiguos Caballeros de la Mesa Redonda. Fue una batalla intensa, que llevó a Pendragón al límite de sus capacidades. Mefistófeles por su parte, fue muy confiado y eso le costó caro. Se tomó a la ligera el poder combinado de los Caballeros de la Mesa Redonda, reunidos alrededor de Excalibur, y terminó siendo asesinado por Arturo Pendragón para sorpresa del resto de los Duques de la Oscuridad. Ninguno imaginaba que Mefistófeles, uno de los dos demonios más poderosos, caería ante un simple humano. Leviathan, Satán y Belphegor se abalanzaron contra Pendragón al ver a Mefistófeles muerto, pero este los dejó inconscientes antes de que pudiesen siquiera tocarlo. Fue entonces cuando el antiguo Luzbel dio la orden al resto de los Duques de mantenerse al margen; no podían seguir subestimando a Pendragón y por eso interferiría en la pelea para darle fin.

Luzbel terminó esa frase y se tomó una nueva pausa, mientras Allen pensaba y se imaginaba todo lo que el demonio les estaba relatando. Al oírlo, al conocer todo lo que su predecesor, Arturo Pendragón, había hecho, su pecho se inflaba de orgullo. Allen había tomado la figura de Pendragón como un ejemplo a seguir, y conocer todas sus hazañas le hacía sentir una enorme admiración por el caballero.

Lancelot, por su parte, se había puesto en guardia sin que Luzbel y el resto de los Caballeros de la Realeza se dieran cuenta. Hace unos minutos había sentido una presencia maligna rondando por el lugar, y solo se imaginaba a Lilith o a Beelzebub dispuestos a atacar en cuanto Luzbel terminase la historia. Había separado su sombra de sí mismo y la había colocado meticulosamente detrás de Allen, sin que nadie se diese cuenta, para protegerlo. Lancelot ya se había hecho a la idea de sacrificarse con tal de mantener al chico con vida.

—La pelea entre el antiguo Luzbel y Pendragón duró menos de lo que todos esperaban —El demonio continuó el relato con su voz tranquila y pausada, mientras comenzaba a pasearse frente al trono en su espalda—. Todos esperaban un enfrentamiento épico y que durase más que ningún otro, sin embargo, no fue así. La pelea entre ambos duró tan solo unos segundos. Es más, me atrevería a decir que si los libros de historia relatasen todo esto, podrían ponerle como título "La Batalla de los 15 Segundos" —Luzbel soltó una risa tenebrosa que congeló hasta los huesos a Valentine. La rubia se movió inquieta, pero al sentir la mirada de Luzbel sobre ella se detuvo. Claramente, el demonio disfrutaba aquella situación—. El poder de Arturo Pendragón como Nexo se descontroló. Excalibur, el arma encargada de canalizar el poder de los 12 Caballeros de la Mesa Redonda no soportó más y se distorsionó. Incrementó su tamaño y liberó un poder que superaba por mucho el de Luzbel. Pendragón no sabía qué hacer, no podía manipular ni su poder ni a Excalibur. Aquel poder que Arturo no logró controlar, aquel poder que serviría para acabar con todo el mal, terminó por envolver a ambos, caballero y demonio, en un haz multicolor. El resto de los Duques no comprendían que estaba ocurriendo, pero no se atrevieron a acercarse a aquel resplandor que envolvía a los dos contrincantes. Eso, hasta que el haz de luz multicolor se disipó. No había rastro ni del antiguo Luzbel ni de Arturo Pendragón. En su lugar... —Luzbel se detuvo frente a los Caballeros de la Realeza y se encorvó hacia adelante, riéndose a carcajadas por el simple recuerdo de lo ocurrido. Pero no solo por eso el demonio reía, también porque sabía lo que estaba por avecinarse. Estaba impaciente y sediento de sangre, y le estaba costando ocultarlo. Siguió riendo mientras Allen y Lancelot intercambiaron miradas. El chico se aferró con fuerza a Gram y Aegis, mientras que Lancelot estaba listo para entrar en acción en cualquier segundo, y así se lo hizo saber a Allen asintiéndole con la cabeza. Volvieron a dirigir sus miradas hacia Luzbel cuando este se aclaró la garganta. Su cabello se había inclinado hacia adelante, cubriendo sus ojos, hasta que el demonio volvió a pasar su mano por su cabeza para peinarse hacia atrás, dejando ver una mirada llena de malicia. Fue entonces cuando terminó la frase que había dejado inconclusa—. ¡En su lugar aparecí yo!

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora