Capítulo LXXXIII

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—¡¿A qué te refieres?! —Allen, incrédulo por la declaración de Luzbel, dio un paso hacia el frente sin temor mientras miraba con fiereza a su padre. El demonio, quien aún reía ligeramente, le devolvió la mirada con la misma fiereza.

—Yo, mi querido Allen, soy la fusión entre Arturo Pendragón y el antiguo Luzbel —aclaró el demonio mientras extendía sus brazos en forma horizontal—. Poseo el poder de demonios y caballeros. ¡Soy la mezcla perfecta entre el Emperador del Inframundo y el Caballero más poderoso!

Esta vez, Allen se quedó en silencio mientras apretaba sus armas con todas sus fuerzas, hasta que sus nudillos se pusieron blancos. Lancelot, por su parte, se desconcentró por primera vez al oír la confesión de Luzbel. El Caballero Ermitaño lo comprendió rápidamente; la parte humana de Luzbel pertenecía a Arturo Pendragón. Fue entonces cuando una idea surgió en su cabeza, el caballero generó todo un plan que podría llevarlos a la victoria sin sacrificar las vidas de nadie más. Lancelot se puso ansioso por probar aquel plan que había ideado en cosa de segundos tras oír a Luzbel, pero se obligó a sí mismo a mantener la calma; aún faltaban Lilith y Beelzebub, quienes podrían estropear su plan. Después de un momento de tenso silencio, Allen volvió a alzar su voz y sacó a Lancelot de sus pensamientos una vez más.

—¡Sigo sin saber por qué tienes la misma apariencia que mi padre! —gritó el chico con desesperación, mientras las llamas escarlatas y amarillas rodeaban su cuerpo con gran intensidad, iluminando gran parte del lugar. Antes de escuchar la respuesta de Luzbel, Lancelot dio un vistazo rápido al lugar para asegurarse que ni Lilith ni Beelzebub estuviesen allí escondidos, pero no encontró nada más que el suelo y las paredes. Sin embargo, había algo en el ambiente que era distinto a cuando entraron.

—Porque yo soy tú padre, Allen. La fusión entre Arturo Pendragón y Luzbel soy yo, el mismo que se convirtió en tú padre —Luzbel rio a carcajadas al ver el rostro de enfado y confusión de Allen. Al retomar la compostura, esbozó una sonrisa tenebrosa antes de continuar hablando—. Al comienzo, las voluntades de Pendragón y Luzbel chocaban mutuamente dentro de mí. A ratos era uno, a ratos era el otro. Ante eso, el resto de los Duques decidieron encerrarse en el castillo hasta que la voluntad de Luzbel sometiese a la de Arturo. Tomó muchos años, cientos quizás, pero al fin logré someter la voluntad de Arturo ante la oscuridad de Luzbel, y con eso, todo su poder fue mío y solo mío. Tras eso, entramos en un sueño de descanso por otros cientos de años. Despertamos hace unos 30 años, y entonces decidí utilizar mi forma humana para deambular por el mundo. Fue entonces cuando conocí a tú madre, y este demonio conoció por primera vez el amor —Para sorpresa de Allen, Luzbel soltó un suspiro y su semblante se entristeció ligeramente—. Diane era una mujer maravillosa, alegre, risueña, cariñosa, amable, inteligente, sus gestos me cautivaron, su sonrisa iluminó mis días mientras duró nuestra relación. De esa relación naciste tú, sin embargo, Diane perdió la vida al darte a luz. Todo lo que recuerdes de tu infancia está distorsionado, me encargué de eso cuando naciste junto con sellar el poder naciente en tú interior. La mitad de mí ser pertenece a Arturo Pendragón, por eso heredaste su poder y su habilidad como "Nexo". Dime, Allen, ¿Hay una voz en tú interior que te incita a seguir luchando, verdad? —La pregunta de Luzbel descolocó por completo a Allen, quien entreabrió su boca y estuvo a punto de soltar sus armas. Ahora por fin comprendía todo. Su pasado, su presente, e incluso su futuro, ahora todo estaba más que claro para el chico. No obstante, no esperaba las siguientes palabras del demonio—. Esa voz en tú interior es la voluntad de Arturo Pendragón que fue traspasada a ti al nacer. Pero hay algo en ti que no ha despertado aún y que lo necesito.

—¿Q-qué cosa? —La voz de Allen tembló ligeramente, mientras que Lancelot miró a Luzbel intrigado. El demonio volvió a formar una sonrisa tenebrosa en su rostro antes de contestar, mientras miraba a los caballeros. El momento se acercaba.

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora