Capítulo XXVII

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Allen se quedó en tierra, observando como Milo y Apolo comenzaban su pelea. El demonio lanzó la bola de fuego contra Milo, quien la cortó con su cola-espada y atacó con su brazo-espada envuelto en sus llamas amarillas. Apolo bloqueó el ataque con su brazo y ambos tomaron cierta distancia, flotando en el aire gracias a sus alas. Apolo tenía una expresión llena de malicia y burla en su rostro; Milo en tanto tenía una expresión de odio e ira.

—Me gusta, me gusta... Me gusta ese rostro —Se burló Apolo, sonriendo ampliamente. Milo guardó silencio; no se dejaría provocar fácilmente por el demonio. Apolo se rio levemente y alzó una ceja—. ¿Te comieron la lengua los ratones? Sí lo único que te arranqué fue el brazo...

—¡Cierra la boca! —gritó Milo, provocando una risa a carcajadas del demonio.

—Así me gusta, Milo... ódiame, ódiame como nunca has odiado a nadie —murmuró el demonio, esbozando una enorme sonrisa mientras formaba una espada de fuego en sus manos.

—Me vas a pagar lo que le hiciste a mi familia... ¡Te mataré, Apolo! —Milo se envolvió por completo en llamas amarillas y atacó.

Caballero y demonio chocaron sus espadas, provocando una onda expansiva que disolvió las nubes alrededor de ellos. Milo mantuvo su brazo-espada contra la espada de fuego de Apolo, y atacó con su cola-espada por el costado. Apolo contuvo el ataque del caballero con su mano libre y lo sujetó con fuerza, lanzándolo lejos. Milo extendió sus alas para detenerse, pero Apolo embistió más rápido y golpeó al chico en el rostro con su puño envuelto en llamas. Milo alcanzó a rodear su mejilla con sus llamas para evitar el daño, pero no logró evitar salir volando otra vez por la fuerza del demonio. Apolo extendió su mano y lanzó bolas de fuego desde la palma, las cuales golpearon de lleno al caballero, provocando una cortina de humo que lo cubrió por unos instantes. Cuando el humo se disipó, Apolo pudo ver como Milo exhibía el escudo de su brazo, el cual había recibido todas las bolas de fuego sin causarle daño al chico. El demonio sonrió ampliamente por la astucia de Milo y volvió a lanzar bolas de fuego contra él. Milo puso su escudo en frente y recibió los ataques sin problemas. Cuando bajó su brazo, Apolo ya no estaba frente a él. Milo recibió el impacto de una bola de fuego en su espalda; Apolo había aprovechado para colocarse detrás de el para atacarlo por la espalda. Un hilo de sangre cayó levemente por la comisura de los labios de Milo, mientras se volteaba y encaraba nuevamente al demonio.

—No hay nada más cobarde que atacar por la espalda, digno de un demonio —Le dijo a Apolo mientras limpiaba la sangre con su mano.

—Esto es la guerra, maldito humano —contestó el demonio mientras se reía.

Milo escupió sangre y volvió a atacar, lanzando un corte diagonal con su brazo espada. Apolo lo contuvo con su espada de fuego pero se llevó un golpe en pleno mentón, por una patada del chico. Milo realizó otra contorsión en el aire, dándose una voltereta, cortando así el pecho del demonio con su cola-espada. En el pecho de Apolo se dibujó un fino hilo de sangre, provocando el rugido enrabiado del demonio. Apolo enseñó sus filosos colmillos y atacó, cortando con su espada en distintas direcciones. Milo bloqueó cada ataque del demonio, viéndose forzado a retroceder ante el asedio de los ataques de la bestia. Los ataques de Apolo se volvieron cada vez más intensos, obligando al chico a defenderse sin poder contraatacar. Parecía que en cualquier momento Apolo derrumbaría la defensa de Milo, cuando algo lo hizo detenerse de golpe, con la espada en lo alto. Apolo abrió grande sus ojos en señal de sorpresa y miró a Milo. El chico lo miraba con una amplia sonrisa en su rostro. El demonio escupió sangre y bajó lentamente la vista. Justo en el medio de su abdomen, la cola-espada de Milo atravesaba, envuelta en las llamas amarillas del caballero, el cuerpo del demonio. Apolo siguió escupiendo sangre, manchando el rostro y la armadura de Milo, mientras el caballero sacaba y metía reiteradas veces su cola-espada por la herida en el abdomen de la bestia. Milo retiró su cola y se alejó del demonio, mirándolo con una sonrisa en su rostro, viendo como Apolo se desangraba con rapidez mientras su semblante se oscurecía.

—La venganza es dulce... púdrete en el infierno, bastardo...

Milo comenzó a descender lentamente, sonriendo triunfal al ver muerto al demonio que le había arruinado la vida. Allen, quien veía la pelea desde la superficie, tenía un mal presentimiento. Si bien la herida que Milo le había provocado a Apolo era mortal, algo inquietaba al chico.

—¡Milo, cuidado! —Le gritó en señal de advertencia. Milo se sorprendió por el grito de Allen y alzó su vista hacia donde se encontraba el demonio.

Una esfera de color negro había envuelto a Apolo. La esfera brillaba y su tamaño aumentaba poco a poco. Pasados unos segundos, cuando la esfera había alcanzado el triple del tamaño de Apolo, esta se rompió en pedazos, dejando a los caballeros ver la transformación del demonio de fuego. Había crecido hasta alcanzar los tres metros de altura, su pelaje se había vuelto blanco, sus ojos ya no tenían pupila ni iris y su musculatura había crecido considerablemente. Unas llamas negras rodeaban la nueva figura del demonio mientras este los observaba desde su posición con una sonrisa.

—¡Les presento mi Liberación! —gritó extendiendo sus brazos y luego murmuró—. Creo que el que se pudrirá en el infierno es otro...

En una milésima de segundo en el que ni Milo ni Allen se percataron de lo que ocurría, Apolo hizo aparición frente a Milo y le arrancó el brazo con sus poderosos colmillos. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora