Capítulo XLVIII

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Vulcano atacó con un corte diagonal de su cola-espada, pero Allen lo bloqueó con Aegis. Allen lanzó un corte con Gram pero Vulcano se agachó a tiempo para esquivarlo. Intentó morder a Allen con sus fauces pero el azabache fue más ágil y saltó hacia atrás para esquivarlo. Mientras realizaba la contorsión en el aire, lanzó un corte de fuego con Gram. El ataque dio en uno de los hombros de Vulcano, haciéndole un leve corte. Vulcano intentó recuperarse y atacar rápidamente a Allen, pero este ya había desaparecido de su rango de visión. El chico apareció detrás de Vulcano y rodeó su cuello con Gram, haciéndole un leve corte del cual emergió la sangre negra de los demonios.

—Dime donde está Afrodita... —murmuró fríamente mientras apretaba la empuñadura de su espada.

—Probablemente ya se estén pudriendo en el Palacio Sombrío —Le contestó Vulcano, buscando provocarlo.

—Bastardos —exclamó Allen y encendió a Gram en sus llamas escarlatas, cortando la cabeza del demonio de un solo tajo. El azabache se volteó y comenzó a caminar en la dirección contraria, mientras la cabeza de Vulcano se desprendía de su cuerpo.

—Iluso.

Allen se detuvo al escuchar la voz de Vulcano y se giró, mirando impresionado como el cuerpo del demonio se mantenía en pie. De golpe, dos cabezas emergieron desde el cuello de la salamandra. Allen vio con la boca entreabierta como aquellas cabezas idénticas se volvían a multiplicar hasta ser cuatro; volviendo a multiplicarse hasta convertirse en ocho cabezas. El cuerpo de Vulcano creció hasta medir cuatro metros de altura y el cráter en su pecho desapareció; ahora contaba con ocho cráteres, cada uno ubicado en las bocas de las distintas cabezas.

Sin perder tiempo, Allen saltó para atacar a Vulcano, pero el demonio se movió con gran velocidad y golpeó al chico con su cola-espada. Allen logró interponer a Aegis entre el demonio y él, pero el escudo terminó agrietándose ligeramente debido al impacto. Allen retrocedió, sin embargo Vulcano no le dio tiempo para pensar. Desde los cráteres en sus fauces comenzó a lanzar proyectiles de magma hirviendo. Allen debió moverse con gran agilidad para esquivarlos pero eso le impidió atacar. Vulcano volvió a arremeter con su cola-espada. Allen saltó y la esquivó, pero entonces el demonio le lanzó más proyectiles, los cuales golpearon de lleno al chico, estrellándolo contra el suelo. Allen se puso de pie con dificultad y alzó su vista hacia las ocho cabezas de Vulcano, mientras unas llamas amarillas comenzaban a rodear lentamente a Gram. Las llamas amarillas y escarlatas rodearon por completo al azabache, haciendo aparecer así la armadura del Modo Fusión. Allen apretó con fuerza a Gram y a Aegis, intensificando las llamas amarillas alrededor de la espada y las escarlatas alrededor del escudo, mientras desplegaba las alas rojas que Milo le había heredado. Alzó el vuelo, tomó distancia de Vulcano y utilizó su técnica de torbellinos de fuegos. Desde Gram lanzó un torbellino de llamas amarillas, mientras que de Aegis lanzó un torbellino de llamas escarlatas; ambos se fusionaron en el trayecto y golpearon contra cuatro de las cabezas de Vulcano, desintegrándolas en el acto. Allen sonrió con satisfacción, pero su sonrisa se borró rápidamente al ver que las cuatro cabezas volvían a emerger desde el cuello del demonio. Vulcano comenzó a lanzarle sin parar rocas ardiendo en magma mientras se reía a carcajadas. Allen voló en dirección al demonio, esquivando sin problemas los ataques de Vulcano y llevó a cabo algo que aún no había probado. Se concentró y cerró sus ojos, envolviendo lentamente a Gram en llamas amarillas y escarlatas. Logró fusionar ambas llamas alrededor de Gram y lanzó un corte horizontal con todas sus fuerzas, cortando de golpe las ocho cabezas de la salamandra. Se alejó volando, extenuado por el esfuerzo de haber reunido las llamas solo alrededor de su espada, y miró el cuerpo de Vulcano. Como lo había supuesto, las ocho cabezas del demonio volvieron a emerger desde su cuello como si nada, pero entonces Allen notó algo que no había notado antes. Sobre el lomo de Vulcano, casi de manera imperceptible viendo al demonio de frente, había un pequeño cráter que vibraba levemente. Allen tuvo una idea y decidió atacar en ese punto, y para eso alzó el vuelo a toda velocidad contra el demonio. Las cabezas de Vulcano intentaron bloquearlo, lanzándole proyectiles de magma a gran velocidad. Allen colocó a Aegis delante de sí y bloqueó los ataques con él, mientras se acercaba velozmente hacia el lomo de Vulcano. El demonio intentó atacarlo con su cola-espada, pero Allen giró de improviso y, con un prolijo corte, dejó al demonio sin su cola-espada. La sangre salpicó levemente la armadura del chico, mientras este caía sobre el lomo del demonio. Vulcano se encontraba desesperado y lanzaba sus ataques sin parar hacia Allen, pero el chico se movió con gran agilidad y esquivó los proyectiles de la salamandra sin inconvenientes. Volvió a envolver a Gram en llamas amarillas y escarlatas y se dispuso a clavarla en el cráter pero antes de hacerlo, cruzó miradas con Vulcano. En ese breve instante, Allen sintió la presencia de Milo en los ojos del demonio. El chico titubeó al sentir la presencia de su maestro, sintiendo un leve temor de acabar con la salamandra, pero entonces recordó las palabras de Lancelot: «Los demonios son la parte maligna de los Caballeros de la Realeza». Con esas palabras en mente, Allen cerró sus ojos y pensó en su maestro mientras intensificaba las llamas alrededor de Gram. Dejando atrás todo abismo de titubeo, enterró su espada en el pequeño cráter sobre el lomo de Vulcano. El demonio lanzó un grito de dolor, mientras las llamas de Allen lo atravesaban y comenzaban a desintegrarlo lentamente. Allen saltó del lomo de Vulcano y, desde lo alto, juntó a Gram y a Aegis frente a sí. Generó su ataque de torbellinos mezclados y los lanzó con todas sus fuerzas para rematar a Vulcano. El cuerpo del demonio se desintegró y Allen por fin pudo respirar aliviado. Batió sus alas y alzó el vuelo hacia donde se encontraban sus compañeros, dejando atrás el último rastro que quedaba de su amigo y maestro.

Lo que Allen no logró percatar, fueron unos ojos rojos que lo observaban a lo lejos. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora