Capítulo LXIX

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Nívea, Allen, Valentine, Draco y Lancelot cerrando la marcha, ingresaron raudamente en la quinta habitación y, tal como lo esperaban, se encontraron con un escenario cubierto de hielo. Lo que no esperaba ninguno era encontrarse no con uno, sino que con dos de los Duques de la Oscuridad esperando en aquella habitación. Astaroth y Lilith los aguardaban de pie frente a unas escaleras de hielo que llevaban a la sexta habitación. Los caballeros se detuvieron y observaron intranquilos a la pareja de demonios.

—Al fin llegaron, mis queridos humanos —exclamó de forma coqueta la demonio, mirándolos uno a uno mientras relamía levemente su labio inferior. Astaroth, a su lado, se mantenía quieto y en silencio, con su metralleta apuntando hacia el suelo.

—Bueno, acabemos rápido con esto —señaló un inquieto Draco, mientras daba un paso hacia adelante, aunque se detuvo cuando los ojos de Lilith se posaron en él. Nívea también se sentía intranquila por la presencia de la demonio.

—Tranquilo, cariño —susurró Lilith, sonriendo ampliamente al ver el semblante de Draco y Nívea. Lancelot les lanzó una mirada de reojo a ambos, sin comprender bien lo que pasaba entre ellos. Lilith soltó una leve risa y luego continuó—: ¿Por qué tanta prisa? Aun no me han dado las gracias por ayudarles a derrotar al demonio Marte.

Lilith volvió a reírse, esta vez de forma juguetona, mientras Draco y Nívea abrían grande sus ojos por la sorpresa. Tras esas palabras, la líder entendió por qué la presencia de Lilith se le hacía conocida. Así mismo, Draco entendió por qué le aterraba la mujer.

—¿Podría ser que tú...? —murmuró Draco, temblando ligeramente. Las miradas de Lancelot, Allen y Valentine se posaron en el pelirrojo, aunque este se encontraba mirando fijamente a Lilith.

—Pero que lento eres, cariño —Lilith seguía riendo de forma juguetona, mientras hacía aparecer un abanico desde debajo de su kimono para jugar con él—. Creí que me reconocerías rápidamente, sobre todo después de haber poseído tu hermoso y varonil cuerpo.

—¡Maldita, fuiste tú la que poseyó a Draco en la pelea contra Marte! —gritó Nívea molesta, envainando su espada en dirección a Lilith. Esta borró su sonrisa al mirar a Nívea, fulminándola con una gélida mirada.

—Sí, fui yo, basura —Le contestó con frialdad, molestando aún más a la líder. Lilith volvió a mirar a Draco y a sonreírle, poniendo aún más nervioso al pelirrojo—. ¿Me dejarás hacerlo de nuevo? Estuvo muy divertido aquella vez.

—No sé qué está pasando aquí —intervino Lancelot antes de que Draco contestase, colocando una mano sobre el hombro del pelirrojo para darle ánimos—. Pero no la escuches. Debemos seguir adelante.

—Oh, tranquilo Ermitaño —exclamó la demonio divertida, volviendo a reír de forma juguetona—. Para ti también tenemos una sorpresa... Bueno, en realidad es para ustedes cinco.




En ese instante, en la tercera habitación...

Afrodita utilizaba todas sus energías en esquivar las incesantes llamaradas que Satán le lanzaba desde las palmas de sus manos. El terreno ardiente bajo sus pies no era lo suficiente como para maniobrar a su antojo, por lo que debía pensar bien sus acciones antes de esquivar los ataques del demonio, o terminaría cayendo en el mar de lava que la rodeaba. Satán reía divertido mientras atacaba sin cesar, mientras Afrodita saltaba de un lado a otro para eludir sus ataques. De repente, salto con la decisión de pasar a la ofensiva, y agitó su látigo, lanzando varios cortes de agua en forma de media luna. Satán se movió ágilmente para evitar los cortes de la chica, pero Afrodita lo sorprendió lanzándole pequeños dardos de agua que se confundían con los cortes en forma de media luna, los cuales se enterraron en las extremidades del demonio y le hicieron sangrar ligeramente.

—No peleas nada mal, niña —Satán reía mientras los dardos de agua se deshacían y le permitían volver a atacar, juntando sus manos para lanzar una llamarada mucho más potente que las anteriores.

—Aun no has visto nada —susurró confiada la chica, moviendo su látigo en círculos para generar un torbellino de agua, el cual lanzó contra la llamarada del demonio para contrarrestarla. El choque de ambos ataques levantó una enorme cortina de humo que les impidió por unos instantes ver a su adversario.




En la quinta habitación...

—No sé de qué hablas, pero seguimos estando en superioridad numérica —indicó Lancelot, envainando su enorme espada negra en dirección a Astaroth. El demonio cadavérico no se inmutó ante la provocación del azabache y siguió sin moverse. Lilith, por su parte, siguió sonriendo de forma coqueta.

—¿Eso crees, Ermitaño? —preguntó de forma misteriosa. Lancelot alzó una ceja sin entender a qué se refería la demonio.

—Somos cinco, ustedes dos. Simples matemáticas —contestó con cierta irritación en su voz.

—Ya te dije que teníamos una sorpresa para ustedes, caballeros —Lilith ensanchó su coqueta sonrisa, mientras Astaroth por fin se movía. El demonio con forma de calavero alzó una de sus huesudas manos y chasqueó sus dedos. La tierra congelada comenzó a temblar ligeramente, mientras dos figuras encerradas en una prisión de hielo comenzaban a surgir frente a los dos demonios.

—¿Qué significa esto? —pregunto Draco sorprendido. Lilith desvió su mirada hacia él al escucharlo.

—Astaroth me consiguió unos hermosos y poderosos cadáveres para utilizarlos contra ustedes —La demonio se rio con fuerza, mientras Astaroth chasqueaba nuevamente sus dedos, con lo cual comenzó a deshacerse el hielo que cubría las dos figuras, hasta entonces irreconocibles.

Aquellas dos figuras cayeron al suelo, ambos a los costados de Lilith, quien llevó sus manos a las mejillas de los sujetos para acariciarlos. Los corazones de los Caballeros de la Realeza dieron un vuelco al reconocer a los dos hombres junto a los demonios. Los cuerpos de ambos estaban tan pálidos que su piel era completamente blanca, y sus ojos estaban totalmente vacíos, carentes de vida. Draco y Allen dieron un paso hacia el frente, mirando con la boca abierta por la sorpresa a los sujetos que ahora estaban junto a Lilith, mientras Lancelot apoyaba su espada en el frío suelo inconscientemente. Tanto Nívea como Valentine llevaron sus manos a sus bocas por la impresión. Lilith observó la reacción de los caballeros y no pudo evitar reír de forma triunfal, disfrutando de lo que estaba ocurriendo. Draco negó incesantemente con la cabeza mientras Allen apretaba sus armas con fuerza. Ninguno podía creer lo que estaban mirando. Lancelot sonrió nervioso, pues comprendía lo que estaba a punto de pasar en aquella habitación. Sería la pelea más dolorosa para los Caballeros de la Realeza. Draco y Allen volvieron a dar otro paso hacia el frente inconscientemente, mientras ambos pronunciaban con voz temblorosa una pregunta invocando el nombre de los cadáveres.

—¿Thomas?

—¿Milo? 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora