Capítulo XV

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—¡¿Algún sobreviviente por allá?!

El grito de Khroro se extendió con un eco a lo largo de los restos de la destruida ciudad. El rubio caballero estaba de pie sobre los escombros de un edificio mientras se tapaba la boca con la manga de su chaqueta, esto debido a la cantidad de humo toxico rondando el aire. El fuego también se hacía presente en varios sectores de la ciudad. Desde que llegó junto a Thomas, no habían logrado encontrar a ningún sobreviviente. Los caballeros habían llegado tarde; Múnich estaba destruida por completo. Aun así, Thomas y Khroro se habían dividido para buscar a alguien que siguiese vivo bajo los escombros de los edificios. Llevaban más de dos horas buscando sin resultados positivos y comenzaban a perder la esperanza. Thomas apareció detrás de los restos de lo que antes había sido el estadio Allianz Arena, cubriéndose también la boca con un pañuelo.

—Nada, Khroro —alzó su voz para poder hacerse escuchar mejor por sobre el pañuelo.

—Estos bastardos aniquilaron todo... —murmuró con enfado el chico de cabello erizado mientras pateaba un trozo de escombro. El trozo cayó junto al pie de Thomas quien, también enfadado, lo aplastó con su pie. Khroro se rascó el mentón pensativo y observó una vez más el desolador panorama frente a ellos.

—Ya no hay nada que podamos hacer, Khroro —le dijo Thomas mientras se sentaba sobre parte de los escombros, con un claro semblante de derrota. Sacó su celular y le mandó mensajes a Nívea, Hiro y Milo sobre la situación en Múnich. Las respuestas no tardaron en llegar y el caballero alzó su voz para leérselas a Khroro—. Nívea dice que Río esta en las mismas condiciones. Hiro informa que en Tokio hay sobrevivientes y que están ayudándolos en estos momentos. En tanto, Milo informa que no han encontrado ningún rastro de Craneus.

—¿Para qué nos nombramos Caballeros de la Realeza si no hemos logrado salvar a nadie? —se preguntó desilusionado el caballero mientras seguía mirando el desastre en la ciudad. Thomas guardó su celular tras leer los mensajes y se quedó en silencio, meditando. El cielo se nubló de a poco y algunas gotas de lluvia comenzaron a caer. El humo se fue disipando y los focos de incendio se fueron apagando a medida que la lluvia aumentaba en intensidad. Thomas se puso en pie para ir en búsqueda de refugio y Khroro se volteó para seguirlo, cuando en ese momento ambos lo notaron. Khroro dio un salto para posicionarse junto a Thomas y ambos se pusieron de espalda al otro, mientras la lluvia caía con más fuerza y truenos comenzaban a caer en la ciudad.

—Están aquí —murmuró Khroro, escudriñando con la mirada en todas las direcciones. Una neblina apareció de repente y se extendió alrededor de los dos caballeros, dificultándoles la visión. Tras varios minutos en silencio, solo escuchando el ruido de la lluvia y sin poder mirar más allá de la densa neblina, nueve relámpagos chocaron contra el suelo. Los caballeros tragaron saliva con nerviosismo y el sudor se mezcló con las gotas de lluvia. La neblina se fue disipando poco a poco hasta que los caballeros pudieron verlos.

Subidos en los escombros de los distintos edificios, nueve Demonios del Apocalipsis se encontraban rodeando a Thomas y Khroro. Liderados por el demonio Apolo, los demonios tomaron posiciones alrededor de los caballeros para dejarles sin opción de escapatoria. Ceres el demonio cocodrilo, Diana la demonio sirena de hielo, Marte el demonio toro, Mercurio el demonio lobo, Neptuno el demonio tiburón, Venus la demonio cisne, Vesta la demonio gata y Vulcano el demonio salamandra. Los nueve demonios estaban listos para atacar a los dos caballeros, quienes se habían paralizado ante la aparición de los demonios y ante la desventaja numérica en la que se encontraban. Khroro se rio levemente y esbozó una enorme sonrisa mientras observaba a los demonios frente a él.

—Te apuesto una cerveza si salimos vivos de esta —le murmuró a Thomas.

—Que sean dos —contestó este y ambos se miraron de reojo momentáneamente sonriendo. Asintieron, chocaron puños y volvieron a mirar a los demonios que los rodeaban. Apolo los observaba en silencio y sin mostrar ningún gesto en su rostro. Cerró sus ojos y después de varios segundos, los abrió, relamió sus colmillos y sonrió con aquella sonrisa sádica que lo caracterizaba.

—No puedo contenerme más... ¡Hermanos, que empiece la cacería! 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora