Capítulo XLVI

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Vesta no perdió su tiempo y descendió a toda velocidad mientras atacaba a Hiro con sus enormes garras. El caballero bloqueó el ataque de Vesta con su escudo, y realizó una contorsión para patear una de las costillas de la felina. Vesta acusó el golpe y se desestabilizó momentáneamente; lo que aprovechó Hiro para apretarla entre sus brazos, desplegando sus alas de dragón para volar y así alejar a la demonio de Boric. Vesta se soltó cuando ya habían alcanzado cierta altura, agitó sus garras y lanzó varios cortes de viento contra el albino. Hiro recibió el ataque sin inmutarse; el chico tenía gran ventaja contra la felina debido a su piel de acero y lo aprovechaba para acercarse a ella sin recibir daño. Vesta gruñó y comenzó a girar a gran velocidad, generando un torbellino cortante, el cual lanzó contra Hiro. El caballero recibió el ataque, el cual le generó ligeros cortes tanto en su armadura como en su piel de acero. Hiro observó los cortes con cara de preocupación y se alejó, enfundando y desenfundando reiteradas veces su katana. Vesta se movió ágilmente para esquivar los ataques del espadachín, pero Hiro aprovechó para acercarse y buscó cortar a la felina, sin embargo esta reaccionó velozmente y detuvo la katana de Hiro con sus garras. Vesta se arqueó en el aire y colocó sus pies sobre los hombros de Hiro, apretó la cabeza del caballero y lo arrojó con todas sus fuerzas contra el suelo. El albino no logró detener la caída y chocó fuertemente contra la superficie. El acero de su piel se desvaneció y un hilo de sangre cayó por la comisura de sus labios. Vesta no se detuvo y golpeó el abdomen del caballero con sus pies, hundiéndolo más en la tierra; acto seguido se elevó y giró para generar un torbellino cortante, el cual lanzó a corta distancia del albino. El ataque de la demonio ahora sí le generó un gran daño, cortando seriamente sus extremidades, incluso atravesando ciertas partes de su armadura. La felina se elevó y voló en dirección a Boric, dejando al albino gravemente herido.

—Que fastidio... —murmuró el chico mientras miraba el cielo del infierno con cansancio. Movió una de sus manos y sacó una jeringa con sangre negra en su interior—. Mercurio... necesitaré tú poder...

Acto seguido, se inyectó la sangre del demonio en su brazo. Pasados unos segundos, el cuerpo del albino comenzó a vibrar; gritó con fuerza y un aura plateada lo rodeó mientras se transformaba.

Vesta, quien volaba para rematar a Boric, se detuvo a medio vuelo y se volteó al ver un haz de luz por el rabillo del ojo. Se giró en el momento en que Hiro alzaba el vuelo y vislumbró su sorpresiva trasformación.

Las alas del albino, al igual que su piel, eran de acero. La esclerótica de sus ojos se volvió de color negro, mientras que su cabello había tomado una tonalidad plateada, pero el cambio más impactante estaba en sus brazos. Ahora, al igual que la Liberación del demonio Mercurio, Hiro contaba con seis brazos y una katana en cada mano.

—Bastardo... ¡¿Qué hiciste?! —Le gritó la demonio, sorprendida por la transformación del albino. Este no respondió; su rostro no mostraba expresión alguna. Irritada, la demonio voló hacia Hiro mientras blandía su enorme shuriken y la lanzaba contra el caballero.

Hiro no se inmutó ni se movió. La shuriken chocó contra la armadura del albino, a la altura de su abdomen, y se partió por la mitad, para sorpresa de Vesta. La demonio se detuvo de golpe, impactada por la tranquilidad que demostraba el caballero. Impaciente, comenzó a lanzarle todos sus ataques a gran velocidad. Kunais, shurikens y tornados de aire cortante atacaron desde distintos puntos a Hiro, pero este los recibió sin inmutarse y sin recibir un solo daño. Vesta comenzó a desesperarse y buscó atravesar al chico con sus garras, pero estas se quebraron al chocar con el acero de Hiro. Este blandió sus seis espadas, envueltas en un aura plateada y, se movió con tal velocidad, que Vesta solo sintió una brisa pasar junto a ella. Al pestañear, sus dos brazos se desprendieron de sus hombros; Hiro se los había cortado sin que la demonio se percatase. Vesta se giró para mirar al caballero, pero este pasó nuevamente junto a ella, sin que se percatase, y enterró sus seis espadas en el cuerpo de la felina, atravesándola sin piedad. La hoja de sus espadas se tiñó de sangre negra, mientras la demonio sucumbía. El chico retiró sus espadas y el cuerpo de la demonio cayó al suelo. Entonces, Hiro deshizo su transformación y también cayó a la superficie. «Mercurio, la transformación perfecta es un fastidio...» pensó mientras su vista se nublaba. Lo último que alcanzó a ver, antes de tumbarse inconsciente, fue la explosión que se produjo en el sector donde Draco y Nívea enfrentaban a Marte. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora