Capítulo LXXXIX

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El sonido de aquel aplauso, cuando todos los caballeros se encontraban perplejos mirando el cadáver de Beelzebub, los hizo sobresaltarse y girarse velozmente hacia el lugar desde el que provenía aquel ruido. Todos quedaron congelados al ver quien estaba aplaudiendo, pero el más impactado de todos era Allen. No podía creer lo que sus ojos veían. Sentado, sobre el trono del Emperador del Inframundo, estaba Luzbel.

-¿C-como...? -Allen abrió grande sus ojos mientras sentía como sus piernas temblaban ligeramente. El mismo había visto como Beelzebub mataba a su padre, no tenía sentido que ahora estuviese sentado en su trono, con las piernas cruzadas, aplaudiendo y mirándolo con una enorme sonrisa en su rostro.

Allen no tuvo que girar su cabeza hacia sus compañeros para saber que ellos se encontraban igual de desconcertados que él. Incluso Lancelot y Draco se encontraban buscando explicaciones que ninguno de los dos logró encontrar. Todos habían visto la muerte de Luzbel, su corazón humano siendo reventado por las garras de Beelzebub, su cadáver cayendo por las escaleras hasta quedar a los pies de Allen. Sin embargo, Luzbel se encontraba frente a ellos, vivo. La única diferencia que pudieron notar, y que los intranquilizó aún más, era el orificio en el pecho del demonio, lugar en el que había sido atravesado por las garras de Beelzebub. El orificio en el pecho de Luzbel les dejaba ver la parte del trono detrás de él, así como la sangre negra que aun goteaba desde él.

Ninguno de los Caballeros de la Realeza reaccionó cuando Luzbel dejó de aplaudir. Ninguno se movió, ninguno dijo nada, incluso parecía como si la respiración de todos se hubiese detenido de golpe. Al darse cuenta de esto, Luzbel bajó levemente la mirada mientras sonreía. Comenzó a reír en voz baja, pero a medida que pasaban los segundos, su risa aumentó hasta convertirse en una carcajada.

-¿Por qué esas caras? ¿No me extrañaron? -preguntó el demonio con tono de burla mientras se reía y tiraba su cabellera hacia atrás para mirar fijamente a los Caballeros de la Realeza.

Obviamente, ninguno contestó. El shock se había apoderado de todos. Las piernas de Khroro flaqueaban pese a que Valentine había hecho todo lo posible por sanar sus heridas y recuperar su energía; no obstante, la chica también se estaba quedando sin energías. Ambos se apoyaban en el otro para mantenerse en pie.

Hiro se mantenía en guardia. Era el que menos entendía la situación, pero de algo estaba seguro: solo habían cambiado de enemigo y pronto comenzaría la batalla contra Luzbel. En ese momento, el espadachín se enfocaba en mantener su mente tranquila y su cuerpo listo para entrar en acción cuando el momento llegase.

Lancelot, Nívea y Draco no lograban encontrar respuestas a las preguntas que tenían en sus mentes. El nuevo giro en los acontecimientos los había descolocado una vez más. Sin embargo, los tres estaban preocupados por alguien más.

Alejado de todos sus compañeros, Allen no despegaba la mirada de Luzbel. Los parpados, los labios y las extremidades del chico temblaban ligeramente. Minutos antes había presenciado como Beelzebub mataba a su padre frente a sus propios ojos de una forma muy cruel. Ahora, el mismo Luzbel, se encontraba frente a él. De pronto, la inseguridad se apoderó de Allen. Entendió que hasta entonces había estado pelando a ciegas, solo con el motivo de hablar con Luzbel. «¿Por qué he estado peleando hasta entonces? ¿Para qué estoy sacrificando mi vida?» las preguntas llenas de inseguridad se apoderaron de la mente del joven caballero mientras miraba a su padre.

-¿Es que nadie va a hablar? -preguntó Luzbel, interrumpiendo los pensamientos de todos los caballeros.

El demonio había hablado con molestia en su voz. Por un momento, mientras el demonio pronunciaba aquellas palabras, los caballeros sintieron una fuerte presión sobre sus hombros. Esta se desvaneció con la misma rapidez con la que llegó, pero dejó intranquilos a los siete caballeros. Luzbel sonrió. Sabía lo que estaba provocando en los caballeros y lo estaba disfrutando.

Iba a hablar una vez más, pero al fin uno de los caballeros había salido de aquel trance de dudas y temor. Dando un paso firme hacia el frente para llamar la atención del demonio, así como la de sus compañeros, Lancelot alzó la voz.

-Tú deberías estar muerto -susurró con ligero desprecio el Caballero Ermitaño mientras observaba fijamente a Luzbel. Allen miraba de reojo a Lancelot, sin saber que pasaba por su mente. La atención se fijó en el azabache y en el demonio, quienes se miraban mutuamente con frialdad.

-¿Eso fue lo que viste? -preguntó el demonio con una sonrisa arrogante. El silencio volvió a reinar en la habitación. La pregunta de Luzbel descolocó a los caballeros. Lancelot tragó saliva y se tomó su tiempo antes de contestar. Sabía que el demonio estaba jugando con ellos, quería hacerlos dudas pero no podían entrar en su juego.

-Sí, eso fue lo que vi -contestó Lancelot rotundamente tras una larga pausa. La sonrisa en el rostro de Luzbel se ensanchó un par de milímetros más mientras soltaba una breve risa.

-Oh... Eso viste... ¿Tanto confías en tú visión? ¿Viste al verdadero Luzbel siendo asesinado por Beelzebub? -Ahora Luzbel utilizaba un tono de cautela en su voz. Entrecerró los ojos mientras miraba a Lancelot mientras este apretaba con fuerza su mandíbula-. ¿Cómo estás tan seguro de que lo que viste era real?

Otra vez silencio. Luzbel estaba jugando con los nervios y la ansiedad de Lancelot y los demás caballeros.

-¡T-todos lo vimos! -Esta vez, fue Allen quien habló lo más fuerte y claro que pudo. Aun se sentía dubitativo, pero había logrado reunir las fuerzas necesarias para encarar a su padre. Luzbel desvió lentamente sus ojos hacia Allen.

-¿Pero qué fue lo que vieron, Allen? -preguntó el demonio mientras observaba a su hijo. Este no se demoró en contestar. La ansiedad se había apoderado completamente de Allen.

-¡Todos vimos como eras asesinado por Beelzebub! ¡Incluso tienes la marca de su ataque allí! -El chico señaló el orificio en el pecho de su padre.

Luzbel bajó lentamente la vista hacia el lugar señalado. Observó por unos instantes el orificio en su pecho provocado por el ataque de Beelzebub y luego levantó una vez más su mirada. Una risa burlesca salió de su boca antes de contestarle a Allen.

-¡Bingo! Muy bien, mi pequeño Allen. Morí a manos de Beelzebub -Luzbel se rio a carcajadas y estiró sus brazos en señal de euforia. Su cabello se desordenó, dándole un ligero aspecto de locura. Tras unos instantes así, se peinó rápidamente hacia atrás con una de sus manos. Miró uno a uno a los Caballeros de la Realeza, hasta detenerse nuevamente en Allen-. Sin embargo, sigo aquí. Vivo. ¿Cómo lo explicarías?

Allen no contestó. Pero quien sí lo hizo, y para sorpresa de todos, fue Nívea. La líder recordó de pronto ciertas palabras que Luzbel había dicho antes y eso le había hecho entender todo.

-La sangre demoníaca de Allen -susurró la líder.

-¡Exacto! ¡Punto para ti, líder! -exclamó Luzbel nuevamente con euforia. Las piezas del puzzle ya se habían acomodado. Todos, a excepción de Allen, entendieron lo que estaba por venir.

De repente, Luzbel desapareció de la visión de todos. Cuando Lancelot y los demás se percataron de la presencia de este, el demonio ya se encontraba de pie frente a Allen. Era una frente más alto que el chico. La sonrisa en el rostro del demonio desapareció, mientras que Allen parecía haberse congelado.

-Mientras mi sangre resida en ti, yo seguiré aquí. Mientras tú vivas, yo no moriré. ¿Acabamos ya con todo esto, mi amado hijo?

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora