Capítulo XLIV

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Los caballeros se despidieron de Khroro y Valentine, prometiéndoles volver con la victoria, mientras Minerva preparaba el portal hacia el Infierno. Una vez listo, los seis caballeros y la demonio lo cruzaron sin titubear.

En un comienzo les costó acostumbrarse a la penumbra del lugar, pero cuando lograron adaptarse, vieron donde se encontraban. Un lugar rocoso, lleno de maleza muerta y con una bruma negra que cubría todo a su paso.

—Es como el mundo nuestro pero... —murmuró Boric mientras giraba para mirar en todas las direcciones.

—Pero lleno de muerte y putrefacción... —completó Hiro mientras se agachaba para tocar el suelo del infierno. Era simple tierra.

—Si no derrotamos a los demonios y paramos el eclipse, nuestro mundo se convertirá en esto —comentó Draco y estaba por comenzar a caminar por el único sendero visible, cuando una voz a sus espaldas los interrumpió.

—Así que tenemos una traidora...

Ante de que los caballeros se hubiesen volteado, una shuriken se clavó en la espalda de Minerva. Mientras se giraban vieron como la demonio que los había ayudado, caía al suelo al mismo tiempo que la sangre negra emanaba de la herida. Lancelot, veloz, tomó a la demonio antes de que cayese al suelo y arrancó la shuriken de su espalda. El resto de los caballeros alzó su vista y vieron a los demonios volando sobre ellos. Vesta, Marte, Ceres, Diana y Vulcano flotaban a cierta distancia. Hiro, Boric, Nívea, Draco y Allen materializaron rápidamente sus armaduras. Allen decidió utilizar su armadura habitual, la blanca con bordes rojos. Gram y Aegis palpitaban con fuerza en sus manos, lista para la pelea.

—Júpiter tenía razón, la víbora tarde o temprano nos iba a traicionar, tal y como lo hizo la vez anterior —exclamó Vulcano con desprecio. Los cinco demonios apuntaban sus armas hacia Minerva, quien gracias a su habilidad para regenerarse ya se encontraba de pie junto a Lancelot.

—¡Yo no traicioné a nadie! —gritó desesperada. Los demonios no le hicieron caso y lanzaron sus ataques sin esperar más. Los seis caballeros y la demonio retrocedieron para evitar los ataques, colocándose en posición de pelea.

—Nos ahorraron la tarea de buscarlos, malditos demonios —dijo Draco mientras apuntaba su cañón hacia Marte. La sed de venganza se había apoderado de él. Nívea, detrás del pelirrojo, lo miraba con preocupación.

—¿Dónde tienen a Afrodita y Craneus? —preguntó Allen mientras alzaba a Gram.

—La única forma de que lo sepas es derrotándonos —Le contestó arrogantemente Vesta.

—Lo íbamos a hacer de todas maneras —murmuró Hiro sonriendo. Demonios y Caballeros se separaron, dando inicio así a la batalla en el Infierno.

Ceres y Boric embistieron con todas sus fuerzas, chocando sus puños con lo cual crearon una pequeña onda expansiva. Draco comenzó a lanzar disparos contra Marte, quien retrocedió jugando. Nívea, preocupada por la actitud del pelirrojo, lo siguió rápidamente. En el cielo del Infierno se desarrollaron dos batallas: Hiro contra Vesta en su forma perfecta y Allen contra Vulcano. Lancelot, por su parte, hizo aparecer su enorme espada negra, con la cual contuvo el ataque de Diana, protegiendo de paso a Minerva. Tanto demonios como caballeros no se guardaron nada y atacaron con todas sus fuerzas. Explosiones y haces de luz comenzaron a verse en los distintos puntos donde se desarrollaban las peleas.

Ceres y Boric se habían enfrascado en un intercambio sucesivo de golpes, golpeando puño contra puño y haciendo temblar ligeramente la tierra bajo sus pies. El demonio cocodrilo azotó el suelo con su cola, levantando un montículo de tierra, sin embargo, Boric lo destrozó inmediatamente con uno de sus golpes. Mientras la muralla se destruía en miles de rocas, el demonio intentó atrapar a Boric entre sus enormes fauces, pero el caballero fue más rápido y levantó una lanza de tierra al golpear el suelo con su pie. La lanza golpeó en el mentón de Ceres y lo obligó a retroceder.

Draco atacó sin parar a Marte, lanzando una gran cantidad de balas que no lograron golpear al demonio. El pelirrojo estaba envuelto en un manto de ira, lo cual hacia que atacase a diestra y siniestra sin pensar. Nívea corrió detrás de Draco, buscando calmarlo, pero sus palabras no fueron escuchadas por el chico. Draco desenfundó su espada de luz y dio un salto para cortar en diagonal a Marte, no obstante, el demonio detuvo el ataque con su piel de rocas y con su hacha estuvo a punto de cortar en dos a Draco, de no ser por la intervención de Nívea. La castaña blandió su espada a tiempo para aumentar el peso del demonio, con lo cual perdió el equilibrio, permitiéndole a Draco retroceder.

—Detesto a los humanos... —murmuró el demonio cuando su hacha volvió a su peso normal.

Hiro tuvo que revestir su piel en su acero para poder enfrentar a Vesta. La velocidad de la demonio equiparaba, e incluso superaba la del caballero, obligándolo a utilizar su acero para protegerse de las kunais y shuriken que la felina le lanzaba desde distintos ángulos. Utilizó su técnica de desenfundado veloz reiteradas veces, pero Vesta se cubría del ataque girando a gran velocidad, creando un tornado alrededor suyo.

Diana había utilizado su Liberación desde el primer momento y se había transformado. Su cuerpo se había transformado en una armadura de hielo y su cola de sirena ahora tenía la punta en forma de una espada, mientras que en su mano derecha portaba un arco de hielo y con la izquierda creaba flechas. Lancelot materializó su oscura armadura y esquivó sin problema las flechas que la demonio le lanzaba, mientras Minerva se mantuvo apartada, presa de sus dudas. La demonio no sabía si debía intervenir a favor de los demonios o de Lancelot. El Caballero Ermitaño lanzó su ataque de tentáculos de sombra, los que chocaron contra las flechas de hielo de Diana.

Allen chocó a Gram contra la cola-espada de Vulcano y retrocedió. Repitieron el patrón un par de veces, chocando sus espadas sin sacarse ventajas. Vulcano se alejó y desde el cráter en su pecho lanzó tres rocas envueltas en magma contra Allen. El azabache cortó las tres con su espada envuelta en sus llamas escarlata y volvió a embestir con un corte vertical. El demonio salamandra lo detuvo con su cola-espada y, aprovechando la poca distancia entre ambos, lanzó un aliento de magma desde sus fauces. Ágilmente, Allen colocó a Aegis frente a sí y devolvió el ataque al demonio, el que golpeó directo en su rostro. Vulcano cayó de espaldas al suelo y Allen arremetió esgrimiendo a Gram, pero el demonio se incorporó a tiempo para lanzarle una roca de magma a corta distancia. Allen no logró reaccionar y recibió el ataque en pleno abdomen, haciéndolo retroceder.

A lo lejos, Júpiter observaba la pelea entre los demonios y los caballeros con una mirada sombría. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora