Capítulo LIX

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Momentos antes, en la esfera negra sobre el cielo...

Plutón cayó de rodillas, jadeando y botando sangre desde su boca, mientras volvía a ser atravesado por uno de sus ataques, devuelto en forma de sombra. Había perdido la paciencia y había comenzado a atacar esos ojos y esa boca que le hacían estallar en furia, sin embargo, todos sus ataques se le devolvían con el doble de poder. Sentía como poco a poco iba perdiendo sus energías, sin lograr atravesar aquellos ojos y esa boca enormes, ni lograba salir de aquel lugar. La enorme boca se abrió y comenzó a reír estrepitosamente, provocando aún más ira en el demonio, quien lanzó un aullido de furia.

—¿Ya te rindes? —se mofó la boca grande aun riendo. Plutón alzó sus fieros ojos, llenos de malicia y rabia, y se puso en pie con dificultad.

—¡El gran Plutón jamás será vencido!

Sin embargo, mientras intentaba levantarse, dos filosos tentáculos de sombras emergieron de los dos ojos y atravesaron los rostros caninos en los hombros de Plutón, clavándolo contra el oscuro suelo. La boca se abrió aún más, y Plutón pudo observar como una silueta se acercaba lentamente hacia él. Abrió grande sus ojos de sorpresa cuando comprobó que aquella persona, que emergía lentamente desde la boca y se acercaba a él, era el mismo Lancelot. Aunque de inmediato notó una leve diferencia: su armadura había cambiado a una de color purpura oscuro, de una textura semejante a las escamas de una serpiente. Sin embargo, lo que más impactó a Plutón fueron los ojos de Lancelot. El Caballero Ermitaño había tomado su cabellera y la había atado en una coleta, dejando a la vista ambos ojos, ahora de color amarillo.

—Los ojos de un demonio... —murmuró Plutón, sin dejar de mirar los amarillos ojos del caballero. Mientras este se acercaba, Plutón vio fugazmente la imagen de Minerva caminando detrás de Lancelot, pero esa imagen desapareció tal y como llegó.

—Tú peor perdición, Plutón —susurró Lancelot a su vez, mientras se paraba ante Plutón. El demonio intentó liberarse de las sombras que lo aprisionaban, pero fue en vano. Intentó expulsar todo su poder oscuro, pero, por alguna razón incomprensible para el demonio, a cada segundo perdía más y más poder.

—¡¿Qué es esto?! —gruñó, enseñando sus enormes y filosos colmillos.

—Mi técnica definitiva: Prisión Doppelgänger —contestó Lancelot, inalterable—. Solo puedo ocupar esta técnica ahora que el poder de Minerva es mío también. Esta prisión es mi propia sombra, la misma que creíste haber comido. Esta técnica encierra al rival en una oscuridad indestructible, mientras las sombras le roban la energía muy lentamente.

—No creí que el caballero más poderoso jugaría sucio —Se burló Plutón, intentando provocar a Lancelot. No obstante, el caballero se mantuvo inmutable.

—No quiero escuchar eso viniendo de tu parte, basura —susurró mientras llevaba su mano a su espalda y desenfundaba su enorme espada negra, la cual también había cambiado levemente. La hoja se mantenía de color negro, pero su textura, al igual que el de la armadura, era escamosa como una serpiente. Plutón, preocupado y acorralado, abrió grande sus fauces y comenzó a crear una esfera de energía oscura, la cual lanzó a corta distancia de Lancelot. Sin embargo, para sorpresa del demonio, Lancelot movió su cabeza hacia un lado, la esfera de energía pasó a su lado y se dirigió hacia la enorme boca detrás de él, la cual se abrió y tragó el ataque de Plutón como si nada.

—Si tú me matas, el eclipse no se acabará nunca —susurró el demonio, ya completamente rendido, en un último intento por mantenerse con vida. Ambos cruzaron miradas y entonces Plutón comprendió que la oscuridad de Lancelot era mayor a la suya, pero no necesariamente malvada—. No creas que los Demonios del Apocalipsis somos los únicos detrás de esto... Júpiter era un inepto y no lo supo. Nunca supo que estuvo siendo utilizado todo este tiempo...

—Ya no quiero oír más tu detestable voz —Plutón abrió grande sus ojos por la frialdad en la voz del caballero, que seguía mirándolo impasible.

—Eres un verdadero demonio...

Lancelot agitó su espada de manera horizontal y de un solo golpe cortó la cabeza del demonio. Plutón lanzó un último aullido antes de que su cabeza se desprendiese de su cuerpo. Ambos cayeron al suelo, mientras la enorme boca se abría y se tragaba el cuerpo del demonio de la oscuridad. Lancelot chasqueó sus dedos y la prisión de oscuridad desapareció.



De regreso al presente...

El Caballero Ermitaño logró interceptar en el último momento a Khroro, antes de que pudiese acabar con la vida de Allen. Draco y Nívea miraron asombrados la aparición de Lancelot, sobre todo por el cambio en su armadura y en sus ojos. Khroro retrocedió un par de pasos.

—Lancelot, creí que estabas muerto —exclamó el rubio, mientras apoyaba su lanza en el suelo. Lancelot, que hasta entonces lo miraba de reojo, le dio la espalda por completo.

—Nunca subestimes a un verdadero demonio —susurró y se centró en Allen, quien aún batallaba por mantener su oscuridad a raya.

—¿Qué pasó con Plutón? —preguntó Nívea, quien junto a Draco y Valentine se habían acercado. Lancelot seguía dándoles la espada, mientras posaba sus manos en los hombros de Allen.

—Ya está muerto —contestó, generando una sensación inmediata de alivio entre los demás caballeros.

—¿Entonces por qué Allen sigue así? —apuntó Draco.

—Porque esta es su oscuridad, no la de Plutón —contestó con total tranquilidad el caballero, mientras un aura de color violeta oscuro comenzaba a rodear su cuerpo. Los demás guardaron silencio, mirando expectantes lo que estaba por ocurrir.

Allen volvió a sumirse en una completa oscuridad y se envolvió a sí mismo en llamas negras, sin embargo, Lancelot siguió sujetándolo de los hombros. Allen gritó con fuerza mientras intensificaba sus llamas negras, pero Lancelot no mostró una sola mueca de dolor en su rostro. El aura que rodeaba al caballero aumentó, y la sombra de Lancelot emergió del suelo lentamente. Esta se colocó detrás de Allen y, para sorpresa de todos, clavó su espada sombría en el centro del cuerpo del chico, atravesándolo mientras Lancelot lo sujetaba. Las llamas negras se fueron disolviendo lentamente, mientras la armadura de Allen y sus armas volvían de a poco a la normalidad. Sin embargo, los demás pudieron notar como toda esa oscuridad en realidad estaba siendo absorbida por la sombra de Lancelot a través de la espada que había clavado en Allen. Después de unos instantes, la sombra terminó por absorber toda la oscuridad que residía en Allen, haciendo que el chico volviese a la normalidad. Allen cayó inconsciente, pero Lancelot lo sujetó en sus brazos antes de chocar contra el suelo y lo cargó en brazos, mientras su sombra desaparecía. El Caballero Ermitaño se giró a sus compañeros, quienes le sonreían ampliamente. Lancelot también les sonrió y susurró:

—Se acabó. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora