Capítulo XLI

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—¡Sombra Cruzada! —exclamó Lancelot agitando su espada de forma diagonal, mismo movimiento que hizo su sombra.

De ambas espadas salieron ataques con forma de media luna que se cruzaron a medio camino. Júpiter movió sus brazos en forma diagonal, lanzando ataques similares a los de Lancelot, pero llenos de poder eléctrico. Ambos ataques colisionaron y desaparecieron, creando una gran explosión. Júpiter se elevó con sus alas y observó la explosión desde el aire, buscando señales de Lancelot. De entre medio del humo emergió una sombra en forma de tentáculo filoso que atacó al demonio. Júpiter puso su mano frente a sí, buscando detener el tentáculo con la palma de su mano, pero para su sorpresa el ataque se detuvo a pocos centímetros. Júpiter alzó sus cejas sorprendido, en el mismo instante en el que Lancelot aparecía por su espalda y lanzaba un corte sombrío a corta distancia del demonio. El ataque del caballero dio de lleno en las alas del demonio, haciéndoles un leve corte. Júpiter se giró velozmente y tomó a Lancelot de una de las piernas, haciéndolo girar para luego mandarlo contra el suelo. Antes de que el caballero se estrellase contra la superficie, el demonio ya había generado una hilera de relámpagos ante sí mismo. Esperó a que el humo del choque del caballero contra la tierra se disipase para comenzar a lanzarle los relámpagos. Lancelot se incorporó rápidamente y esquivó los primeros relámpagos, pero la segunda tanda lo obligó a retroceder, imposibilitándole la posibilidad de atacar a Júpiter. El demonio reía a carcajadas mientras creaba una gran cantidad de relámpagos y los lanzaba velozmente contra Lancelot. El caballero solo corría en círculos, esquivando los ataques del demonio, mientras mantenía su mirada fija en él. Júpiter giraba sin perder de vista a Lancelot y seguía lanzándole relámpagos, sin percatarse que la sombra de Lancelot había saltado, tomándolo de los tobillos para lanzarlo contra la superficie. El caballero aprovechó ese momento, detuvo su carrera y lanzó un corte sombrío contra Júpiter. Mientras caía a la superficie, el demonio se envolvió con sus dos alas y comenzó a girar a gran velocidad mientras chispas eléctricas rodeaban al águila, las cuales disolvieron el ataque de Lancelot. La caída de Júpiter disminuyó en intensidad, hasta que pudo poner sus pies en la tierra sin inconvenientes. Desplegó sus enormes alas y miró a Lancelot con una sonrisa. El caballero jadeaba notoriamente; le estaba costando seguirle el ritmo al demonio y no lograba conectar ninguno de sus ataques, lo que comenzaba a impacientarlo. Respiró hondo y cerró sus ojos para tranquilarse; su sombra se encargó de mantener a Júpiter en ese momento. La sombra intentaba cortar al demonio, mientras este contenía sus golpes con la palma de sus manos. La sombra retrocedió, Lancelot abrió sus ojos, y embistieron al mismo tiempo contra el demonio. Júpiter miró a ambos, para luego envolverse a sí mismo en sus alas mientras comenzaba a girar velozmente, descargando grandes cantidades de electricidad. Lancelot y su sombra lanzaron un corte vertical, pero no lograron acercarse al demonio; la electricidad sirvió como escudo y detuvo el ataque del caballero. Lancelot retrocedió y ordenó a su sombra lo mismo. Júpiter dejó de girar y desplegó sus alas mientras miraba al azabache.

—Ha sido un buen calentamiento, ¿empezamos la verdadera pelea ya? —Le dijo con arrogancia mientras sonreía ampliamente. Lancelot no quería creer lo que estaba escuchando. «Este maldito no está ocupando todo su poder» pensó mientras apretaba la empuñadura de su espada.

—¡No te burles de mí! —gritó con rabia mientras saltaba y desde el aire lanzaba su ataque en forma de media luna. Júpiter lo miró con fiereza y no se movió. Lancelot creyó que su ataque le daría al demonio, pero entonces su corte atravesó a Júpiter y su imagen se nubló. Era una falsificación. El verdadero Júpiter apareció detrás de Lancelot y posó suavemente su mano derecha sobre el hombro del caballero.

—No eres rival para mí, Lancelot... —Le murmuró mientras el azabache lo miraba de reojo. Acto seguido, Júpiter descargó una gran cantidad de electricidad sobre Lancelot. El cuerpo entero del caballero se iluminó intensamente, mientras lanzaba un gran grito de dolor. Se paralizó por la enorme descarga eléctrica, su ojo derecho volvió a ser de color negro y la sombra con su forma desapareció y regresó a su lugar. Después de unos instantes, Júpiter soltó a Lancelot mientras sonreía con malicia. Nívea, quien estaba intentando curar la herida de Draco, vio con horror como el cuerpo paralizado del azabache caía a la tierra. Con Lancelot y Draco fuera de combate, Nívea sintió un gran terror mientras se paraba y miraba a Júpiter riendo en lo alto del cielo. De un momento a otro, Júpiter desapareció y apareció frente a Nívea, mirándola fijamente aun con aquella sonrisa maliciosa en su rostro. Nívea se sobresaltó y el miedo se apoderó de todo su ser.

—Eso es... me gusta esa expresión en tu rostro... —Le susurró de una forma tan tétrica, que Nívea comenzó a temblar inconscientemente. Ni Lancelot ni Draco habían tenido la más mínima posibilidad contra Júpiter, sería iluso pensar que ella le daría pelea al demonio—. Los humanos son realmente estúpidos si creen que son rivales dignos para nosotros... son débiles... —Júpiter tomó un mechón de cabello de Nívea y lo olió, mientras con su otra mano acarició la mejilla de la mujer. Nívea estaba paralizada por el miedo. De repente, la mano que acariciaba la mejilla de la líder se congeló, lo mismo que todo el brazo hasta el hombro. Júpiter se sorprendió y miró hacia el lado, aun sonriendo. Draco apuntaba su cañón hacia el demonio, utilizando todas sus fuerzas para mantenerse en pie.

—No... la... toques... —dijo con gran esfuerzo. La valentía del pelirrojo hizo que Nívea reaccionase y blandiese su espada, buscando atravesar al demonio. Lo atravesó, pero entonces se dio cuenta que era una nueva falsificación y que el verdadero Júpiter flotaba sobre ellos a cierta distancia.

—Muy conmovedor... —murmuró mientras sonreía. Sin decir una palabra más, el demonio desapareció sin dejar rastro. Draco cayó al suelo inconsciente y Nívea se quedó en su lugar, mirando los cuerpos inmóviles de sus compañeros mientras temblaba por el miedo y la impotencia. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora