Capítulo XXVIII

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Allen no podía creer lo que estaba viendo en ese momento. Tras la transformación del demonio y susurrar unas palabras, Apolo se había movido con tal velocidad que ninguno se percató. La velocidad y fuerza del demonio habían aumentado considerablemente al transformarse. En una fracción de segundo, el demonio le había arrancado de una mordida el brazo que le quedaba a Milo. La sangre salpicó por todos lados mientras el demonio se alejaba, aun con el brazo del caballero entre sus fauces blancas, ahora manchadas con el rojo de la sangre de Milo. El chico en tanto había caído a tierra y se había quedado arrodillado, gritando de dolor y sudando notoriamente mientras la sangre caía en grandes cantidades desde el orificio en su hombro. Allen corrió desesperado hacia Milo y cuando llegó, se sacó su remera y la rasgó, envolviendo el hombro del chico en ella. La remera no tardó en volverse de un color rojo.

—Déjalo así Allen... —Le murmuró débilmente Milo. Comenzaba a ponerse pálido mientras Allen hacia lo imposible por ayudarlo.

—¡No, no, no! ¡Te llevaré con Valentine y ella te sanará! —Allen gritaba con voz temblorosa. Milo bajó su vista mientras el sudor caía por sus sienes y la sangre seguía brotando sin parar.

—No hay tiempo... Apolo no dejará que escapemos... no llegaré a tiempo...

—¡Entonces acabaré rápido con él!

Allen ató con fuerza su remera al hombro de Milo y se puso en pie, materializando con prisa su armadura. Debía ser rápido, cada segundo que tardase era un segundo menos para Milo. Su cabello se erizó y las llamas escarlatas lo cubrieron en segundos. Gram en su mano derecha y Aegis en su mano izquierda, ambas armas relucientes y listas para combatir. El chico miró al demonio en forma de león con sus ojos rojos llenos de furia y saltó sin perder tiempo. Apolo tragó el brazo de Milo y se relamió la sangre de los colmillos. Allen atacó con todas sus fuerzas con un corte diagonal, pero Apolo contuvo a Gram solo con su robusto antebrazo, sin inmutarse. Allen hizo una contorsión en el aire, girándose para patear el mentón de Apolo pero el demonio recibió el ataque sin moverse. Allen no se rindió y volvió a atacar con Gram, lanzando un corte desde arriba. Esta vez, Apolo contuvo el ataque de la espada con la palma de su mano.

—Volvemos a vernos, chico —Le dijo el demonio mientras le sonreía. Acto seguido apartó a Gram y lanzó un golpe con su mano libre. Allen bloqueó el golpe con Aegis y se apartó. Flotó leves segundos en el aire y comenzó a descender. Apolo también descendió y momentos después, ambos combatientes se encontraban en el suelo. El cambio de Apolo había sido radical. Su altura combinada con su velocidad le daban una gran ventaja, pero Allen no se sentía intimidado. Lo único que sentía era ira y deseos de venganza.

—¡Esta vez te mataré! —Allen sentía como su sangre se calentaba cada vez más y como la ira en su interior incrementaba con el pasar de los segundos.

Apolo rio a carcajadas y luego juntó sus manos formando un martillo con ellas, golpeando el suelo con toda su fuerza. La tierra tembló y comenzó a agrietarse, levantándose varios bloques de tierra, obligando a Allen a saltar de uno en uno. Apolo atacó, envolviendo su puño en llamas negras. Allen contuvo el ataque con Aegis y buscó cortar al demonio con Gram, pero Apolo fue tan rápido que Allen no notó cuando desapareció y apareció en su espalda. Apolo golpeó la espalda de Allen con sus puños y lo mandó a volar. El chico chocó con uno de los bloques de tierra que se habían levantado, y escupió sangre. El dolor le impidió abrir los ojos, aprovechándose Apolo de esto para embestirlo y golpearlo reiteradas veces en el abdomen con sus puños ardiendo en llamas. Allen, indefenso y sin poder de reacción, escupió sangre mientras recibía los fuertes golpes del demonio. Apolo se detuvo y se alejó para lanzarle una enorme bola de fuego negro. El ataque impactó de lleno a Allen, haciéndole un daño considerable, llegando incluso a derretir ciertas partes de la armadura del chico. Apolo tomó a Allen de la cabeza, apretándosela, y lo lanzó con toda su fuerza contra otro de los bloques de tierra. El chico quedó incrustado en el trozo de tierra y cuando abrió los ojos, vio como Apolo había alzado una de sus manos, en la cual se comenzaba a formar una lanza de fuego negro. Allen se encontraba en aprietos y lo sabía, pero las fuerzas lo habían abandonado; Apolo le había dado una paliza y ya no tenía energías para seguir enfrentándolo. «Eres patético Allen, no ganaste una sola pelea y ahora morirás, sin cumplir ninguna de tus palabras... patético» pensó el chico, esbozando una leve sonrisa de tristeza.

—Lo hiciste bien chico, pero nadie puede contra el gran Apolo. Le diré a Júpiter que su preciado Pendragón murió con honor, en manos del demonio más poderoso —exclamó Apolo, arrojándole la lanza de fuego negro con todas sus fuerzas.

«Lo siento, Afrodita» fue el último pensamiento de Allen al ver la lanza acercarse a toda velocidad. En ese momento, cuando ya había abrazado a la muerte, una silueta se cruzó entre él y el ataque de Apolo.

Allen abrió grande sus ojos y gritó de desesperación. Milo se había interpuesto y había recibido el ataque en su lugar. La lanza había atravesado el centro del pecho del caballero, haciéndolo caer de rodillas al suelo, mientras una enorme mancha de sangre se prolongaba alrededor de la herida. Con un último esfuerzo, Milo giró su cabeza para mirar de reojo a Allen. Las lágrimas caían por sus mejillas y la sangre brotaba tanto de la herida como de su boca.

—Perdóname, Allen...

Milo esbozó una leve sonrisa antes de caer al suelo. Allen lanzó un grito desgarrador mientras las lágrimas caían sin parar. Su amigo, aquella persona a la que consideraba su maestro, yacía muerto frente a sus ojos. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora