Capítulo XXXIV

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—¡¿Dónde tienen a Afrodita y Craneus?!

Hiro y Mercurio se encontraban entre la troposfera y estratosfera, sobre la ciudad de Seúl, flotando gracias a sus alas. El albino había materializado su armadura azul y había desenfundado su katana, la cual apuntaba hacia el demonio. Mercurio tenía su espada en la mano derecha y miraba al caballero con una sonrisa.

—¡No tengo porque contestar esa pregunta! —contestó el lobo, batiendo sus alas para volar hacia Hiro.

—Tendré que obligarte a responder entonces...

Hiro también batió sus alas de dragón y voló hacia Mercurio. Chocaron espadas, provocando una amplia onda expansiva. Ambos mantuvieron sus espadas chocando, momento en el que Hiro sintió algo que antes no había sentido. Examinó los ojos del demonio y descubrió un brillo distinto. Hiro se giró y pateó el abdomen de Mercurio, mandándolo lejos mientras él retrocedía. «No está usando ni el 20% de su poder» concluyó el caballero mientras apretaba su katana, envainándola mientras observaba al demonio. Mercurio flotaba a distancia, mirando al suelo mientras reía.

—¡No te burles de mí y pelea en serio! —gritó Hiro enfadado, apretando los dientes mientras fruncía el ceño. Corría un fuerte viento que dificultaba la conversación entre ambos, pero aquellas palabras fueron escuchadas con total claridad por Mercurio. El demonio dejó de reír y alzó su vista hacia Hiro. El albino pudo ver como su semblante había cambiado, colocándose más serio.

—¡¿Realmente quieres que el demonio Mercurio pelee con todas sus fuerzas?! —El tono en la voz del demonio sorprendió al chico. Hiro alzó sus cejas y sonrió ampliamente.

—No sería una verdadera pelea entre espadachines si no lo haces. Eres un rival digno Mercurio, puedo notar por tu tono de voz que sientes lo mismo que siento yo —Hiro llevó su mano a la empuñadura de su katana, sin apartar la mirada de Mercurio. El demonio mitad lobo le devolvió la sonrisa. Una sonrisa genuina—. El que gane, será considerado el mejor espadachín del mundo.

—Acepto. Que sea una pelea digna, caballero Hiro —asintió el demonio mientras una segunda espada se materializaba en su mano izquierda. Ambas armas del demonio eran metálicas al igual que sus brazos, como si fuesen extensiones de sus extremidades. Ambos guerreros se observaron mutuamente, sonriéndose. Ambos tenían el mismo pensamiento en ese momento. «Encontré al rival que tanto tiempo busqué».

Hiro desenfundó y enfundó su katana con su velocidad característica. 10 cortes luminosos viajaron hacia Mercurio, quien los detuvo con ambas espadas para luego batir sus alas y embestir a Hiro. Atacó de forma vertical, obligando a Hiro a desenfundar su katana nuevamente. Para sorpresa del demonio, Hiro no utilizó la katana para defenderse, sino que utilizó la funda que sostenía con su mano izquierda. Hiro había dejado su mano diestra libre, con la cual pudo lanzar un corte horizontal que el demonio bloqueó con una de sus piernas metálicas. La hoja de la katana se incrustó levemente, sin provocarle daño al demonio. Mercurio pateó el arma del caballero y dio un giro, cortando en diagonal con ambas espadas. Hiro reaccionó velozmente y batió sus alas para retroceder, esquivando por poco el ataque del demonio. Unos mechones de su cabello volaron frente a sus ojos y lo hicieron sonreír. Mercurio se acercó volando y comenzó a alternar ataques diagonales con sus dos espadas. Hiro bloqueó los ataques del demonio con su katana y con la funda golpeó el abdomen de Mercurio, haciéndolo retroceder. Hiro volvió a utilizar su técnica de enfundado y desenfundado veloz, mandándole cortes en distintas direcciones. Dos de ellos lograron cortar levemente los brazos metálicos del lobo. Mercurio batió sus alas y embistió a Hiro. El caballero realizó un movimiento buscando protegerse con la funda de su katana, pero el demonio fue más astuto y realizó una contorsión en el aire, pasando por debajo de Hiro, para aparecer en su espalda y cortarlo en forma diagonal. El ataque del demonio mitad lobo logró agrietar la armadura de Hiro pero sin dañarlo. Hiro se giró lanzando una patada que Mercurio contuvo con su ante brazo derecho y buscó cortarlo de forma directa. Hiro retrocedió a tiempo y atacó con su katana, pero Mercurio ya había tomado distancia con el caballero.

—Creo que realmente tendré que dar el 100% de mi poder —murmuró el demonio mientras sonreía.

Un aura plateada comenzó a rodear a Mercurio. Primero fue uno, luego otro, un tercero y un cuarto. Mercurio hizo aparecer cuatro brazos metálicos más, cada uno con su respectiva espada. Ahora el demonio contaba con seis espadas, todas metálicas. Su tamaño aumentó ligeramente, al igual que sus músculos de brazos y piernas.

—Esta es la Liberación del demonio Mercurio.

En un abrir y cerrar de ojos, Mercurio embistió a Hiro. El caballero no logró percatarse, debido a la gran velocidad del demonio, de los seis cortes en el abdomen y costillas que este le había propinado. El filo de las espadas había logrado atravesar la armadura y parte de la piel del chico, haciéndole sangrar ligeramente. Los ojos del albino se abrieron grande por la sorpresa. Nunca nadie había rivalizado con su velocidad. Siempre se había jactado de ser el espadachín más veloz; su poder se basaba en una velocidad sobrehumana. Pero en ese momento, cuando el demonio traspasó su defensa sin problemas, se sintió indefenso y vulnerable. Mercurio lo había dañado no solo físicamente, sino que también mentalmente. Mercurio volvió a atacar, profundizando los cortes que le había provocado antes. Hiro se quedó flotando, incapaz de defenderse y lamentándose por las heridas recibidas. Los bordes agrietados de su armadura se llenaron del rojo de su sangre, mientras en su mente Hiro comenzaba a dudar.

Mercurio flotó frente a Hiro, examinando el sombrío rostro del chico. El rostro del demonio se había vuelto serio y no pestañeaba mientras observaba al asiático. Su ataque había golpeado profundamente en el ánimo del caballero y sus ojos nublados reflejaban sus dudas. El demonio mitad lobo gruñó, enseñó sus colmillos y se dispuso a realizar un nuevo ataque.

—Creo que gané. Eres demasiado débil psicológicamente como para ser el mejor espadachín del mundo.

Las palabras del demonio estaban llenas de enfado, sobre todo por la actitud mostrada por el caballero. Aguardó unos segundos, esperando que sus palabras hicieran reaccionar a Hiro, pero el albino siguió flotando como si estuviera inconsciente. Mercurio se irritó y embistió con fuerza, atravesando la armadura y el abdomen de Hiro con dos de sus espadas.

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora