Capítulo XLIII

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—¿Estás realmente contento con los resultados que hemos obtenido hasta ahora, Júpiter?

Juno y Júpiter discutían, mientras el demonio mitad águila se paseaba en el hall del Palacio Sombrío. Júpiter se paseaba frente a la silueta de dos personas, un hombre y una mujer, que estaban crucificadas justo en el centro del salón. A uno le quedaba poca vida, la otra estaban en mejores condiciones pero no por mucho tiempo; había un aura negra rodeándolos y era esa aura la que les robaba de a poco sus energías.

—Hemos perdido a cuatro de nuestros hermanos y solo dos de nosotros han logrado el nivel perfecto, ¿Este es el resultado que esperabas? —Siguió increpándolo la demonio con forma de pavo real. El rostro de Juno, el rostro más humano de todos los demonios, reflejaba su preocupación.

—No, no esperaba que derrotasen a Apolo, Neptuno y Mercurio antes de alcanzar el nivel perfecto... claramente el plan no ha salido como yo quería —reconoció Júpiter sin voltearse a mirar a Juno. Mantuvo su mirada fija en Craneus y Afrodita mientras se paseaba frente a ellos. La sangre de Craneus le había servido a Vesta para alcanzar el nivel perfecto, pero Afrodita ya no les servía tras la muerte de Neptuno. Júpiter decidió entonces robarle sus poderes, con lo que conseguiría reducir aún más el poder de los Caballeros de la Realeza. Faltaba poco para que lograse arrebatarle todas las energías a Craneus; el chico se veía pálido y desnutrido.

—¿Entonces por qué estás tan tranquilo? —Siguió preguntando Juno—. ¿Por qué dejaste con vida a esos tres caballeros si podías matarlos?

—Estoy tranquilo porque no hay manera en que esos odiosos humanos me derroten —Le respondió Júpiter. Suspiró y se volteó para mirar a Juno—. No había necesidad de matarlos, no pueden venir al Infierno y no tienen los poderes necesarios para derrotarme, no veo lo malo en jugar un poco con ellos...

—A veces no te entiendo, Júpiter... hemos perdido a tres de nuestros hermanos, no sabemos qué le pasó a Minerva y a ti pareciera no importarte... te desconozco... —susurró Juno mientras bajaba la mirada al suelo. Júpiter se acercó y tomó el mentón de la demonio para levantar su cabeza.

—Juno, cuando ganemos y tengamos la sangre de todos los caballeros, buscaré la manera de devolver a la vida a nuestros hermanos —Le prometió mientras se miraban fijamente. Júpiter se inclinó y juntó su frente con la de Juno. Se sonrieron mutuamente y se encaminaron a la salida del palacio—. No te preocupes más y enfoquemos todas nuestras energías en acabar con esas basuras.

Afuera del Palacio Sombrío los esperaban el resto de los demonios. Ceres, Diana, Venus y Vulcano estaban conversando entre ellos, mientras que Vesta y Marte libraban una pelea de entrenamiento en el aire. Vesta, quien había alcanzado ya el nivel perfecto, había sufrido un cambio: tenía una apariencia más humana, pero sus rasgos faciales seguían siendo las de una gata. Sus garras habían crecido el triple y en su espalda cargaba una enorme shuriken. Marte aguantaba con su poderosa coraza rocosa los ataques de la felina, resistiendo sin problemas las kunais que esta le lanzaba.

—¡Vesta! ¡Marte! ¡Bajen ahora mismo! —ordenó Júpiter al verlos. Los demonios detuvieron sus acciones y bajaron su vista al suelo. Al ver a Júpiter, ambos descendieron velozmente.

—Este poder es increíble, hermano —Le dijo Vesta al bajar, mirando con emoción sus enormes y filosas garras.

—Incluso podría derrotarte a ti —dijo a su vez Marte, mostrando sus músculos de roca. Júpiter se limitó a sonreír al escucharlos.

—Hermanos, tenemos que continuar con la cacería del resto de los caballeros —Júpiter hablaba firmemente mientras los demás demonios le ponían atención. Estaba por continuar su discurso, cuando una presencia lo hizo ponerse en estado de alerta. Su mirada se ensombreció mientras miraba en distintas direcciones. Juno y el resto de los demonios se miraron confundidos por la forma de actuar de su líder.

—¿Q-qué sucede...? —Se atrevió a preguntar Juno. Después de un instante, que pareció eterno para los demonios, Júpiter se dirigió a ellos.

—Prepárense para pelear —ordenó rápidamente.

—¿Por qué? ¿Qué pasa? —preguntó a su vez Vulcano.

—No sé cómo, pero tenemos intrusos —contestó el demonio águila mientras desplegaba sus alas—. Los Caballeros de la Realeza están aquí. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora