Epitafio

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Tropezó, o la hicieron tropezar nuevamente contra el suelo, levantándose por su propia y casi acabada fuerza, era como si estuviera corriendo de algo grande, realmente grande. El callejón parecía deshabitado, sin salida, cada vez más profundo a cada intento de su paso que hacía. 

Se sentía machacada, adolorida, agitada, con el corazón en la boca y más cuando nuevos pasos se escucharon a sus espaldas en aquella tormentosa noche, el agua corriendo por su cuerpo.

Se tomó de la pared, ya no podía correr, pero debía, tenía qué. No se separaba de la pared, seguía su paso, tenía que llegar a casa ¿Dónde estaba casa?

¿Qué era lo que estaba pasando?

¿Qué era lo que querían de ella?

¿Qué?

Sus zapatos con barro, lluvia y dolor.

Ya no podía, ya no.

Cayó hincada en la tierra, preguntándose por qué precisamente esa noche no había nadie en la calle, dónde estaba toda la gente a esa hora, era de madrugada pero alguien, siquiera un alma debía poder escucharla en algún punto, en algún rincón.

Sus ojos se vieron obligados a levantar su mirada, cuando escuchó nuevos pasos viniendo de frente a ella, a la misma vez que a sus espaldas

No, no.

Sus ojos buscaron una salida, un punto donde pudiera salvarse, pero todo parecía bloqueado, hasta que vio una puerta, una de una casa abandonada, necesitaba salir de allí, salir de la vista de aquellos. 

Como pudo, salió corriendo directo a la puerta, con tal fuerza que la pudo abrir de golpe, encontrando polvo y pasado a su paso; escuchando las voces de aquellos allá afuera pidiéndola como un trozo de carne. Ubicando las gradas, se fue directo hacia arriba a un paso que la hacía crujir de dolor; entrando pronto a una habitación donde pudo cerrar la puerta, empujó un mueble que vio al instante en el que abrió paso a ese cuarto, pero todos aquellos fueron más rápidos. En ese momento instantáneo fueron golpeando la puerta a la mitad de lo que logró ella bloquear, lazando lo que viera a su paso para tapar el camino, gritando con la poca fuerza que le quedaba. 

Sus ojos encontraron de pronto una ventada que se lanzó a abrir con fuerza, una ventana vieja no se abriría fácilmente, mucho menos cuando era la de una casa deshabitada, pero más valía que lo hiciera ahora si no quería que esto acabara peor.

Sus dedos sangraron por los clavos que zafó para liberarse de esta situación, era ahora cuando pensó que había sido una tontería haberse metido a una vieja casa; para  cuando pudo subir la ventana una vez que quitó el último clavo, ya era muy tarde, uno de aquellos la tomó por la cintura, cubriéndole la boca, abrazándola a él, pegándolos a los dos contra la pared de un mili-segundo a otro, dejándole frente a su vista, a los otros cinco. 

Uno de ojos verdes se acomodó en el sofá.

El segundo, de cabello y ojos como la oscuridad, se sentó en el suelo.

El tercero, alto y de cabello rubio.

El cuarto de piel canela y ojos miel. 

El quinto cabello cobrizo y ojos color cielo y luego, iba el sexto...

El que la tenía tomada de su boca y cintura. Él

Ellos... no...

-Obsérvenla con cuidado, muy despacio –dijo el que la tenía tomada, susurrando a lo más cercano de su oído derecho.

-No puedo verla bien si tiene toda esa ropa puesta –dijo el primero.

El tercero comenzó a caminar directo a su blusa, mientras que el segundo se ocupaba de su propio pantalón.

Ella hablaba bajo la mano de aquel hombre, más bien suplicaba pero para variar, su fuerza no era suficiente y gritaba, no quería aquello, no lo quería.

-Quieta, gatita, saldrá más fácil si no te mueves –dijo el tercero, provocando carcajadas en todos.

-Átale las manos –mandó el quinto al cuarto.

Y ella se volvía a quejar.

-Creo que todavía tiene mucha ropa –dijo el que la tomaba –dejen que me encargué de la parte de arriba –dijo, llevando su otra mano a su sostén, dejándola pronto sin él, dejándola con las palabras grotescas de los demás en reacción a la acción. 

Ella se removió.

-Tranquila, tranquila, gatita, estás muy inquieta.

-Cierra la puerta y la ventana -mandó la voz principal -tú, saca la sábana -demandó de nuevo -tranquila, vamos a cuidar esa espalda por ti.

Ella vio cómo tan deprisa, la tendían en el suelo, justo en la parte que vistieron con una sábana blanca, mientras todos los demás se quitaban sus camisas y chaquetas de encima. Todos estaban empapados como ella. Desabrochaban sus cinturones y ella gritó, gritó bajó la mano del que la tomaba, removiéndose nuevamente con más precisión, moviendo su cabeza, mordiendo la mano de la que era callada.

-¡Maldita puta!

-¡Agárrenla!

El cuarto y el segundo la tomaron de su abdomen y sus piernas, haciéndola caer al suelo en un instante, golpeándola en el proceso la boca contra una silla que se encontraba cerca; sangrando, poniéndola de espaldas de nuevo sobre la sábana no sin antes cubrirle los ojos para comenzar el tercer acto de la función.

-Creo que ya viste mucho, gatita.

-No, no, déjenme ir ¡Suéltenme!

Todos se le quedaron viendo en el suelo cuando aquellos ojos ensombrecidos fueron bloqueados; ahora estaba tendida y sangrando, ataca de manos, con solo su ropa interior inferior puesta. Dejándola ya escuchar y nadar en el silencio que le brindaron. 

Se le escuchaba gritar pero nadie la podría oír con exactitud, nadie además de ellos.

-¿Ya podemos? –Dijeron el tercero, cuarto y quinto en coro.

-Vamos, no puedo quedarme quieto por más tiempo –dijo el primero.

-No, no ¡No!

-Cállate, gatita, cállate –dijo el tercero, mientras el sexto se acomodaba ahora en un sofá viejo, encendiendo un cigarro que saco de su bolsillo trasero.

El tiempo iba haciendo "tic tac", y esperan una respuesta, todos esperaban una sola respuesta para poder tomar las cartas y empezar con la nueva partida que los llevó a ese punto. Pero no había nada, absolutamente nada. 

El frío como la lluvia, eran los principales invitados. La sangre y el dolor, eran los organizadores inesperados. Mientras el miedo y algo llamado venganza, eran los anfitriones de la velada que se extendía muchísimo más y se resbalaba en los suaves, inocentes y blancos poros de la chica que tenían tendida como si estuvieran a punto de iniciar un culto, un sacrificio, en el que usaban la ofrenda como fuente de placer, humillación y diversión.  

-Adelante, luego, termino yo.

-¡NO!

...



PD: No sé qué pasó en verdad, una cosa me llevó a la otra, la conexión y relación entre la imaginación me dio un toque y solo puedo decirles que... capítulo uno y contando...



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