C i e n t o c i n c o

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Melissa

Luego de varios minutos de tensión, los hermanos salen del estudio sin decirse palabra alguna, aunque Casilda me mira de una manera muy extraña. Sin embargo, no me dijo nada. La cena pasó normal, sin peleas ni escenas de algún tipo, Cas se mantuvo en silencio, al menos estuvo menos quisquillosa respecto a mí o a mi relación con Pablo y tampoco hizo interrupciones. Cuando quise preguntarle a mi novio, durante la cena, sobre lo que hablaron, él me daba evasivas. Aun cuando las palabras de Helena me hicieron sentir mejor, algo me dice que no se quedarán así.

—Mi amor —me llama Pablo, obligando a sacarme de mis pensamientos— ¿Todo bien? No has hablado en todo el camino.

—¿Pasó algo entre tú y tu hermana? —pregunto preocupada—, por favor, no me ocultes nada.

—Sólo que la he convencido de que tiene que conocerte mejor y lo hará. Ha tomado juicio antes de tiempo.

—Ya... —digo poco convencida, él estaciona el auto a unos metros del hotel, me toma del mentón para mirarnos fijamente.

—Sé que estás preocupada pero no tienes que hacerlo, realmente quiere conocerte. Quiero que te sientas segura con mi familia, saben que te quiero —me besa—, más bien que te amo.

Confío en ti, en tu hermano mayor, en tus padres y los pequeños, que me han tratado muy bien y me consideran una más de la familia, sin embargo, de Casilda no, pienso. Aun así no le contesto, simplemente me dejo llevar por sus besos que son mi cura, que son mis tranquilizantes. Me abraza, susurra cosas tiernas, que logran que olvide mis problemas.

Me despido de él, sin antes avisarme de que vendrá mañana temprano; aunque no entiendo a qué, sólo me dice que se trata de una sorpresa.

Al llegar a mi habitación me tiro en la cama y me sumerjo en mis pensamientos, empiezo a creer que es mejor que regrese a Madrid. Tal vez, demostrando lo profesional que soy, ella entienda que mi relación con su hermano no corre peligro, al menos por mi parte.

Por otro lado, me preocupa Mauricio y sus intentos de conquistarme, tengo miedo de que esto se convierta en obsesión y haga una locura. Además, no quiero que Pablo se meta en líos de faldas por mi culpa. Mañana hablaré con Mariola para tomar medidas al respecto. Veo la hora y así, sin cambiarme, me dejo llevar por el sueño.

El sonido insistente de la puerta hace que me despierte. Busco el teléfono, sobre mi cama, para mirar la hora; ni siquiera ha pasado media hora, en vista de que no se irá hasta que atienda voy, a regañadientes, hacia la puerta. Se me va el aire al ver quién es.

—Buenas noches.

BrokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora