C i e n t o v e i n t i u n o

180 22 5
                                        

Melissa

Tuvimos que esperar un par de horas para que Pablo (y Óscar) llegaran. Salva decidió acompañarnos, quizás para aliviar un poco las tensiones que hay. El señor Alborán no se ha tomado ni diez minutos para hablar conmigo así que el ambiente en la furgoneta es tenso; todos lo saben.

Excepto Óscar que está como si nada.

—Estás muy guapa esta mañana —comenta—. Que fortuna tenerte como compañera de trabajo, así se empiezan bien los días.

—Eh... gracias —atino a decir.

—Los galanteos y coqueterías puedes dejarlo para después, Óscar —gruñe Pablo— tenemos asuntos importantes que resolver.

Ya, tengo suficiente de esta mierda. Tomo mi teléfono y redacto un mensaje.

¿No estás siendo demasiado infantil?

Creo que la infantil eres tú, guapa.

Pablo ¿No te parece ya demasiado esto? Sabes que te quiero, no te cambiaría por nadie.

¿O acaso te celo cuando se trata de tus fans? Y eso que te han lanzado hasta sujetadores. No me vas a ver quejándome de ello, pero si alguien me dice guapa allí vas y me haces un berrinche de niño mimado ¡No me jodas!

¿Entonces no tengo derecho a sentirme celoso de ese tipo?

A ver, Pablo Moreno, aclaremos esto de una vez. Después de la junta, nos vamos a comer solos. Y si no quieres ir, voy a hacer que Mariola te obligue.

Lo escucho refunfuñar y rodo los ojos. Los chicos, a veces, son unos idiotas. Y a pesar de ser un tonto, amo a ese hombre.

Al menos la junta fue mejor de lo que pensaba. Mariola estaba encantada con los acuerdos hechos y bueno, por lo menos ya hay un peso menos.

Sin embargo viene la parte más fuerte: fijar las fechas del tour y revisar los lugares a los que es más factible ir.

—¿Comemos juntos? —me pregunta Óscar.

—Lo siento, he quedado antes.

—Bueno, será en otra ocasión —me guiña el ojo.

—Entonces nos vemos en la oficina —me despido y me alejo de ellos. Solo espero que vaya detrás de mí.

Veo un restaurante italiano, entro y pido la mesa más apartada. Le mando ubicación a Pablo y que Dios me ampare.

Los minutos se me hacen eternos, él no llega y empiezo a desesperarme. Me dan el menú; lo leo fingiendo interés, pero lo único que quiero es que él llegue. No quiero seguir así.

—Pues aunque no quisiera, mi corazón y mi mente me obligaron a venir —levanto la mirada.

—¡Pablo! —sonrío, se sienta y el camarero llega para darle la carta. Pedimos y se va. Tomo su mano.

—¿Y bien?

—No podemos seguir así. Tienes que confiar en mí.

—Lo hago, pero es en los demás que no confío.

—¿Y crees que no puedo evadirlos? No voy a permitir que nadie se interponga. Te quiero, lo sabes.

—Yo también te quiero. Está bien, confío en ti y no me comportaré como un niño.

—Quisiera besarte.

—Tómate la tarde —sugiere.

—Mmm... es una idea tentadora. Pero creo que la noche será mucho mejor para reconciliarnos ¿No crees?



BrokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora