C i e n t o q u i n c e

150 20 2
                                    

Pablo

Me preocupa que Melissa me haya dicho eso, pero luego le preguntaré. La mantengo en mis brazos hasta que deja de sollozar. Beso sus cabellos, esperando que eso la tranquilice.

—¿Qué pasó, mi amor? —no responde—, sabes que puedes contar conmigo. Si es necesario, hablaré con tus padres. Pero por favor, no llores.

Aun así, no contesta y la consuelo. Alzo la mirada y veo a su madre, observándonos alerta. Entrecierro los ojos, molesto. Fue ella quien provocó esto.

—¿Ella está aquí? —pregunta en un hilo de voz— vámonos, por favor.

—No sé lo que ha pasado, pero no puedes dejarte rendir por ella —susurro— será mejor que vayamos a tu habitación.

Se suelta, se limpia los ojos con su brazo y me toma de la mano, arrastrándome hacia las escaleras. Voy a esperar a que se duerma, luego tendré una charla larga con mi suegra. No dejaré que nadie haga llorar a mi mujer.

—No cree en ti —suelta de repente, estamos en su habitación. Ha cerrado con llave la puerta— cree que me vas a dejar y piensa que mi hermana analice nuestra relación ¿Qué se cree?

—Bueno, supongo que quiere lo mejor para ti, cariño.

—No —refuta—, ella siempre ha preferido a mi hermana antes que a mí ¿Ahora por qué esa repentina preocupación de madre? Es que no puedo creerle.

—Debes darle una oportunidad, quizás no en este momento pero tienes que hacerlo. Sino ¿Cómo vas a ver a tu padre? —se dibuja una mueca en su rostro.

—Necesito consultarlo con la almohada —se acuesta en la cama. Me pongo en pie para ir a la puerta—, pero quédate conmigo.

Sonrío; me voy junto a ella, me quito los zapatos y me abrazo a su cuerpo. Acaricio su espalda hasta que su respiración se hace lenta, se ha quedado dormida.

Aprovecho ese momento para bajar y buscar a la señora Teresa. La encuentro hablando con su esposo en la sala, ambos notan mi presencia y los miro seriamente.

—Creo que usted y yo tendremos una larga conversación —digo seco.

—¿Dónde está mi hija? —responde.

—Ella está durmiendo en su habitación. Así que vamos a aclarar unas cosas. Primero, no voy a permitir que usted...

—¡No me hable así! —espeta— si alguien no le va a permitir que juegue con mi hija, soy yo. Así que si no va en serio con ella, termine la relación de una vez.

—¡Qué! —digo estupefacto

—No se haga el sordo, Pablo, no voy a permitir que Melissa salga dañada por su culpa. Así que termine esa relación si no va a llegar hasta las últimas consecuencias.

—¡Cómo te atreves, mamá! —exclaman. Volteamos ambos y nos encontramos con una Melissa furiosa— ¡No voy a permitirte que decidas por nosotros!

Se acerca a mí y me toma la mano. El padre también se aproxima, pero se queda junto a su esposa. Sin embargo, está dolido, puedo verlo en sus ojos.

—Esto es un asunto entre nosotros, madre, yo lo amo y él a mí. No sé el rumbo que va a tomar esto, pero lo voy a disfrutar a cada momento. Así que si no nos aceptas, entonces nos iremos.

—Hija... —suplica su papá.

—Perdóname —lo abraza— pero ella no cederá ¡Ni siquiera me ha respondido!

—Porque tengo razón y lo verás cuando él te deje por otra.

—Perfecto, si eso es lo que piensas entonces nosotros no tenemos nada que hacer aquí.

A pesar de los gritos de Teresa, Melissa sube a la segunda planta y yo sigo detrás de ella. Diez minutos después, estábamos bajando con nuestras maletas, pero su madre ya no estaba, solo Alfonso. Se lamenta de este desastre pero ella lo consuela, diciendo que se quedaría en la ciudad.

Logramos reservar una habitación y ahora estamos acomodando nuestras cosas. Se quedará una semana más aquí, luego... regresará a Madrid.

—Lamento tanto que esto haya salido así.

—No te preocupes, amor —me abraza— no sé en qué estaba pensando cuando te presenté a mama. Pero no me importa, nos queremos y eso es más valioso que cualquier aceptación.

—Pero sé que te duele, amor. Ya verás que a la próxima, ella se dará cuenta de lo nuestro.

—Te amo, Pablo.

—Yo también, preciosa.

BrokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora