E p í l o g o

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Aquí está el asunto pendiente, gracias por los 16k leídos
¿Realmente creían que iba a dejarlo así?

Pablo

—¡Vuelve! —exclamo sacando todo el aire que llevaba reteniendo. Mi voz resuena en la habitación, pero nadie atiende a mi llamado ¿Qué es lo que ha pasado?

¿Esto es lo que podría pasarme si sigo dejándome llevar por los celos enfermizos? No... no quiero que pase. Ella es una mujer maravillosa, me ha dado tanto, que no soportaría perderla y menos por estupideces... confiaré más en mí mismo y en ella. Quiero pasar el resto de mis días a su lado.

La habitación está a oscuras, la busco en nuestra cama y no está ¿Dónde está? Nunca iremos a la cama sin resolver un conflicto, lección aprendida. De pronto, se enciende la luz, provocando que mis ojos se cieguen por un momento.

—¿Todo está bien, cariño? —se acerca una mujer, suelto un suspiro de alivio al verla. Todo ha sido una maldita pesadilla. Me levanto, sin importarme que no llevo alguna camiseta puesta y la estrecho entre mis brazos— Mi amor ¿Qué pasa?

—Perdóname por todo —susurro.

—¿A qué te refieres?

—Por lo que discutimos hace rato —susurro— tienes razón... soy un idiota. Un pobre idiota que está loco por ti, que quiere pasar el resto de su vida contigo, compartir cada éxito o fracaso, que seas la madre de mis hijos. No quiero perderte.

—Pablo... —acaricia mi cabello— ha sido una tontería por lo que discutimos, tienes razón. Lamento haberme comportado así.

—De todas maneras, debo ser más seguro de mí. Pero quiero que sepas que te amo, sé que te lo digo todo el tiempo, pero es verdad...

Ella se suelta de mí y me mira a los ojos. Mi respiración aún sigue entrecortada; su cara cambia a una de preocupación.

—¿Qué tienes?

—Soñé algo muy feo —respondo— quizás una revelación de lo que podría pasarnos si sigo siendo un idiota.

—¿Qué te acabo de decir, mi amor? —acuno su rostro entre mis manos, acaricio sus mejillas con la yema de mis dedos y beso su frente.

—Lo sé, cariño... tenía algo mejor preparado pero... ¿Quieres casarte conmigo? —se sorprende— no puedo esperar ni un segundo más para convertirme en tu esposo.

Se suelta de mí, sus ojos se nublan y los nervios crecen en mí. El anillo lo tengo guardado en mi vieja chaqueta. Seguro que ni siquiera sospechaba de mis intenciones con ella, sin embargo, desde que la vi por primera vez, sabía que no podría concebir la vida sin ella.

—No sé qué decir... —se cubre la boca con sus manos. La dejo allí mientras voy a vestidor para buscar la cajita donde está el anillo. A los pocos minutos regreso y me arrodillo frente a ella.

—Sólo dime que te quedarás conmigo, aunque me comporte como un niño, a pesar de que pones más de cinco veces las alarmas, que sigas perdonándome por olvidar los recados y también por las locuras que a veces cometo con los chicos. Dime que puedo seguir siendo tu refugio ¿Le darías a este pobre idiota la oportunidad de ser quien te acompañe en el viaje del resto de tu vida?

Ella se coloca a mi nivel y me abraza con fuerza. Llora y no sé si es de felicidad o va a rechazarme.

—Por supuesto que sí, Pablo, y no eres un idiota —roza sus labios con los míos y nos fundimos en un largo, lento y apasionado beso. Me recuerda a nuestra primera noche, me recuerda todas las cosas por las que hemos pasado y su beso me transmite toda esa seguridad que me hacía falta. Sí, ella jamás me dejaría roto y desecho.

—Te amo, Melissa.

—Yo también te amo, Pablo.

BrokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora