C i e n t o d i e c i o c h o

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Pablo está más que molesto, estaba hirviendo de celos. Si uno se fijaba bien, se daría cuenta de que sus manos están temblando.

Y Mariola no había perdido ese detalle.

—Señorita López ¿Podemos hablar en la oficina de Mariola? Hablé hace un momento con ella sobre la reunión que acaban de tener y tengo unas dudas al respecto —dice con una voz tan calmada que un escalofrío recorrió la espalda de Melissa.

—Sí, no hay problema —él le cede el paso y la sigue, cuando están dentro, cierra la puerta.

La tensión es palpable y no es para menos. Algo, muy en el interior, le dice que ese tal Óscar se ha interesado en su novia.

—¿Qué fue eso? —pregunta Melissa.

—Eso debería preguntarte yo a ti —protesta Pablo.

—Que él me invitó a comer y como salí de la reunión tarde, ya no me daba tiempo de ir a mi restaurante, sólo fue eso...

—Te estaba comiendo con la mirada ¡Y frente a mí! —masculla, todavía molesto. Pero no es por ella que se siente así, sino por la impotencia de no ser una personal normal y simplemente presentarse como su novio, se frustra porque tiene que aguantar las miradas de otros, creyendo que está soltera y que pueden competir por su corazón.

Lo celos duelen, pero la impotencia de vivir el romance en secreto aun más.

Aparta la mirada hacia el ordenador de Mariola y cuenta mentalmente hasta diez, buscando relajarse. Es el coste por amarla, los momentos de gloria son muchos y no puede permitir que estos arranques de rabia contra sí sobrepasen al amor.

Se acerca a Melissa y la abraza. Ella, sin entender, lo recibe y besa su cuello.

—Lo siento, amor, es que estoy loco por ti y no puedo reclamarte ante los demás. Tengo ganas de... —ella lo ignora deliberadamente mientras sigue su sendero de besos por el cuello— no hagas eso, por favor.

—Te amo ¿No ha quedado claro? —responde—, solamente fue una comida, no hay nada más y tendremos que seguir trabajando juntos, quieras o no. Pero nadie me va a hacer cambiar mis sentimientos por ti, así que quédate tranquilo.

—Seguro estás molesta, si no fuera por mi autocontrol hubiera montado una escena.

—Haría lo mismo si fuera Claudia la que trabajara con nosotros. Ahora, dime que me quieres y olvidemos esto —se suelta y lo mira con una radiante sonrisa.

—Más que quererte, te amo, Melissa.

BrokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora