C i e n t o o c h o

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Miami, Florida

Pablo

Es increíble el tiempo que ha pasado desde que Mel y yo empezamos a salir; cada día reafirmo lo mucho que la amo y que ella es la indicada, definitivamente, para pensar en el resto de mi vida. Ahora estoy a punto de empezar las grabaciones del nuevo disco. Tal como dije durante su estadía en Málaga, iba a hacer lo que sea para que viajara conmigo, afortunadamente convencí rápidamente a Mariola.

—Es la primera vez que viajo a Estados Unidos —comenta ilusionada mientras yo acomodo mis cosas.

—Ya verás cuando hagamos el tour —sin darme cuenta, ella me abraza por la espalda. Últimamente le gusta hacer eso.

—Es una lástima que no vaya a todas las grabaciones.

—Al menos, mi amor, irás a la mayoría —señalo— sólo que por esta semana, no.

Me giro para besarla en sus labios, Julio dio el día para instalarnos en la casita que alquilamos. Queda cerca del estudio, no es tan grande para sentirnos incómodos pero tampoco tan pequeña. Se supone que solo haremos eso, pues el viaje fue largo, pero a juzgar por las manos de Mel, presiento que tal vez hagamos mucho más.

Son las dos de la mañana cuando me levanto. Apenas es la primera noche y ya estoy batallando con el jet lag. Salgo de la cama, cuidando de no despertarla y decido hacer unos arreglos a "Saturno". Cuando la compuse, lo hice pensando en lo que viví con Claudia, específicamente la ruptura. Ella me dejó así, sin saber cuándo cambió, cuándo las cosas comenzaron a tornarse tristes, cuándo todo empezó a saber a despedida.

Melissa fue la primera en escuchar la maqueta y terminó abrazándome, como si por fin comprendiera toda la vorágine de dolor y tristeza que me produjo su adiós y cómo eso se convirtió en desprecio.

Tomo el cuadernillo de apuntes y la guitarra, hago un repaso de lo que tengo; lo interpreto y me doy cuenta de que no es lo suficientemente dramático.

—¿Otra vez? —murmuran— hay veces que pienso que jamás me acostumbraré a verte despierto a estas horas.

—Lo siento, pero sentí la necesidad de hacer unos ajustes antes de que Julio lo escuche más tarde.

—Te irá bien, eso si duermes un poco más. Deberías estar más agotado después de lo que hicimos gran parte del día —dice pícara. Dejo la guitarra a un lado, me acerco a ella, le pego a mi cuerpo; busco sus labios para besarla.

—Gracias por quedarte conmigo, a pesar de todo —susurro— me gustaría que al volver a Madrid, viviéramos juntos ¿Qué dices?

Se queda callada, me separo ligeramente para mirarla y está pensativa. Empiezo a temer que he metido la pata.

—¿En tu departamento o en el mío?

BrokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora