N o v e n t a

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Melissa

—Tengo hambre... —comento. Ni siquiera sé cuánto tiempo hemos estado haciendo el amor, pero me siento muy feliz. Echaba de menos dormirme en su pecho, mientras me acaricia la espalda. Tal como lo hacemos ahora.

—Igual yo... gasté toda mi energía comprobándote que sólo tú me enloqueces.

—Mmm... quedé muy convencida —beso su pecho— hay pizza abajo.

—No quiero ir... estoy muy cómodo así, abrazados, tocándote y dichoso de tenerte.

—Vamos... después regresaremos a dormir ¿Te parece el plan?

—¿Y mi familia? —pregunta ¡Rayos, los olvidé! Pero de pronto, lo veo reír— no te preocupes mi amor, ellos regresan hasta la noche. Y supongo que bajaremos a comer porque... no me dejarás quedarme aquí.

Me levanto y tomo su camisa, que ha quedado regada en el suelo con el resto de nuestra ropa. Él me sigue, a regañadientes, a la sala, pues allí se quedó la pizza y luego a la cocina donde me siento en la barra mientras busca algún refresco para acompañar la comida. 

—¿Ya te dije que te ves sexy con mi ropa? —susurra mientra me abraza por la espalda y mordisquea mi oreja.

—Mmm... creo que no —respondo. Sus manos recorren el contorno de mi cuerpo.

—Te amo —murmura mientras me voltea y nos besamos. La temperatura va aumentando a medida que el beso se intensifica—... si estuviéramos en el departamento de Madrid...

—¿Qué harías, mi amor? —desciende sus labios hasta mi cuello y mordisquea suavemente. De pronto el timbre suena— ¿Quién es?

—No importa, que se vaya —desabrocha los botones de su camiseta pero otra vez el timbre suena— ¡Joder!

Maldice a quien está tocando el timbre. Yo simplemente me río.

—Será mejor que vaya yo... —digo despreocupada.

—¿Y que te vean así? Ni loco, esta visión tan sensual es sólo para mí.

—Tranquilo, cariño, veré por el mirillo y ya cualquier cosa te digo ¿Te parece?

Protesta pero lo convenzo a besos. Camino hacia la puerta y veo a cierta persona que me hizo enojar hace rato. Está mirando hacia la calle, distraída.

Que hermoso es el karma.

Decido abrir la puerta, total, que sepa que su mujer está en Málaga.

—Buen día —saludo. Ella se gira y me mira de pies a cabeza, completamente sorprendida— ¿Se te ofrece algo?

—¿Quién... eres? —titubea.

—Soy Melissa, la novia de Pablo.

—¿Qué? —finjo mirar hacia abajo y asustarme por mi atuendo.

—¡Perdóname! Mira en qué fachas me encuentras... —digo alarmada— lo siento, es que recién llego y cuando estoy con mi novio prefiero estar más cómoda. Pero dime... ¿A quién buscabas?

—Sólo dile... que Claudia estuvo aquí —atina a decir, simplemente se gira y se va. Cierro la puerta con una gran sonrisa

¿Celosa? ¿De verdad tendría que estarlo ya?

Camino de regreso a la cocina, está comiendo una rebanada.

—¡Hey! ¡Empezaste sin mi! —reclamo.

—Lo siento, amor, pero necesito reponer energías... he pensado en actividades que podemos hacer ahora que estás aquí y no puedo esperar más por hacerlas todas... —sonríe pícaro.

—¡Idiota! —golpeo su brazo, él solamente ríe.

—Es broma, amor... bueno... la mitad —le fulmino con la mirada— por cierto ¿Quien tocaba?

Muerdo mis labios y sin que lo espere, le doy un mordisco a su rebanada. Se queja y me encojo de hombros.

—No sé, supongo que algún vecino.

BrokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora