C i e n t o v e i n t i d ó s

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Pablo

Meli y yo regresamos a la oficina. Mariola vio nuestras caras; se notaba que desprendíamos felicidad por los poros. Tiene razón, debo confiar más en ella, pues no siempre podré defenderla. Además, para dar el siguiente paso debo aprender de esto.

—¡Adiós al malhumorado Pablo!

—Calla, Mariola.

—Es que me da gusto verlos tan bien. Y ni hagas caso a Óscar, Meli sabe defenderse.

—Lo sé —sonrío—, no sé qué me pasó.

—Pues espero que la compenses bien porque ese show barato que diste no es propio de ti, Pablo Moreno.

—Lo siento —bajo la mirada— ¿Ya me puedo ir?

—Vete —masculla—, pero Melissa se queda. Tengo unas cosas que hablar con ella. Además te doy tiempo para que hagas algo romántico.

Se ríe y negando con la cabeza, me voy de su oficina, pensando en cómo adornar la casa.

Llamo al restaurante italiano favorito de Meli y pido su cena favorita. Tuve que pedirle unos consejos a mi hermana para decorar el departamento. Luego de un par de horas, me llama la recepcionista para avisarme que Melissa ya llegó al edificio. Salgo del departamento con una venda. 

—¡Hola! —me acercó a ella y beso sus labios.

—Tengo una sorpresa para los dos pero para eso, tengo que vendar tus ojos.

—Quiero ver —reclama mientras extiendo la tela sobre sus ojos.

—No, déjame sorprenderte. Quiero compensar lo que pasamos hoy. Déjate llevar —la guío poco a poco hasta llegar a la sala.

Nos detenemos y ella me pregunta, desesperada, si ya puedo quitarle la venda. Me río, beso su cuello y se la retiro. Cuando ve lo que preparé, se gira y me abraza.

Y eso que no sabe la sorpresa que hay en nuestra habitación.

—Eres maravilloso —comenta mientras, caballerosamente le cedo el asiento— sabes que no tenías que hacer esto ¿Verdad?

—Lo sé, mi amor, pero te mereces esto y más por tenerme tanta paciencia. Perdón por lo de hoy.

—Eso ha quedado en el pasado —sonríe pícara— ahora tengo hambre de otra cosa ¿Nos podemos saltar la cena por ahora?

Finjo pensarlo, cuando notó que ella se ha sentado en mi regazo y rodeado mi cuello con sus brazos. Mis manos se cuelan a su cintura, nos miramos fijamente. Ha quedado claro que haremos ahora.

—Tengo algo en la habitación, puedo darte esa sorpresa y después regresamos a cenar.

—No creo que llegue a la recámara —susurra sensual— te quiero aquí y ahora.

—Soy tuyo y me vuelves loco. Te amo —digo antes de besarla.

Su boca me recibe con entusiasmo, sus labios capturan los míos y juguetea un rato; sin darme cuenta, ella se había colocado a horcajadas sobre mí.

Me librero de sus besos y resigo la curva de su cuello con mis labios, provocando que su respiración se entrecorte. Desabrocha mi camisa, sus manos exploran mi pecho. Mis dedos acarician las curvas de sus piernas. La sostengo mientras me levanto y ella se enreda en mí para llevarla hasta el primer sofá que veo, la recuesto mirándola a los ojos.

—Eres hermosa, cualquiera se enamoraría de ti.

—Diría lo mismo de ti. Pero sé que me amas por eso estoy tan segura de lo nuestro.

—Soy un idiota.

—Pero aun así, te amo. Estoy enamorada de un idiota.

BrokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora