Capítulo 6

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"No." Dije cruzándome de brazos mientras observaba a Adregon sobre el caballo. El caballo era enorme, de marrón con manchas blancas, un pelaje lustroso, ojos oscuros y amables. Era hermoso.

            "No te va a pasar nada. Dame tu mano." Extendió la suya.

            Miré al magnífico animal. "No. Ni en tus sueños."

            "¿Por qué?"

            Sentí que la sangre subía por mi rostro. "Porque nunca he montado uno."

            En contra de mi razonamiento, subí el rostro y encontré que Adregon me miraba esperando otra razón. Pero esa era.

            "Extiende tu mano."

            "Adreg—"

            "Hazlo."

            Extendí mi mano y Adregon me montó sobre su caballo. Cuando me acomodé detrás de él, pregunté: "Eh, ¿él aguanta todo este peso?" Adregon me miró por encima de su hombro enarcando una ceja. "Ok, pregunta idiota."

            Adregon tomó las riendas y nos comenzamos a mover. Era algo nuevo montar sobre el caballo, una experiencia que calificaría de única.

            "Tienes que acostumbrarte a montar caballos." Dijo Adregon.

            "¿Por qué?"

            "Porque en las batallas, el General en Jefe tiende a tener un caballo. Luego de que volvamos del pueblo, tendrás lecciones de montar y veremos si puedes montar a Ocaso."

            "¿Ocaso siendo...?"

            "El caballo de Reinola."

            "¿Por qué tengo que ver si puedo montar a Ocaso?"

            "Porque no todos los caballos son iguales. La relación entre caballo y dueño es distinta, tiene que ser distinta. Especial, si eres poético."

            "¿No es lo mismo?"

            "En una batalla no vas a ir al azar. Debes ser una con el caballo, se deben tener confianza y eso sólo lo hay si hay una relación. Por ejemplo, yo no iría a batalla con Killihan."

            "¿Killihan?" El caballo resopló.

            "Él es Killihan."

            "Pensé que era tu caballo."

            "Sí, sí es mío, pero no lo usaría para la batalla porque no tengo una relación cercana con él."

            Cuando llegamos a la ciudad, era pintoresca y muy bonita. Las personas corrían de un lado para otro, pero era un alboroto relajado.

            "Es un pueblo muy lindo." Comenté a modo de prueba a ver qué me decía. En realidad parecía más una ciudad por lo grande.

            "Es una ciudad. Y quítate los zapatos."

            "¿Ah?"

            "Que te quites los zapatos." Repitió mientras se quitaba los suyos. Lo había escuchado la primera vez pero pensé que era en broma.

            "No me voy a quitar los zapatos." Repliqué cruzándome de brazos.

            "Lo haremos por las buenas o por las malas, Piper."

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora