Capítulo 12

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Desperté en un carruaje casi en total oscuridad, sólo una vela quedaba encendida, pero el hombre frente a mí encendió nuevas mientras la confusión del sueño desaparecía. Me senté y miré a mi alrededor. Esas ventanas estaban excelentemente hechas, ya que no sabía si era de día o de noche.

"Tengo que ir al baño."

"¡Oh! ¡Pero miren quién ha despertado!" Dijo en tono jocoso. "Has dormido más de diez horas seguidas."

"No me sorprende." Dije intentando sentarme. Supuse que me veía como un pez fuera del agua con mis brinquitos. "¿Podrías ayudarme?" Cuestioné. El sueño me hacía un poco inútil aun cuando según él había dormido diez horas.

Me ayudó a sentar, pero aún quedaba el inconveniente de ir al baño. El carruaje se detuvo y el tipo abrió la puerta, la luz repentina me provocó dolor en los ojos pero igual salí del carruaje.

Después de pedir un baño en una de las casas, me dio advertencias de no escaparme mientras me desamarraba y dejaba en el baño, yo busqué escaparme por el baño (fallé en dicho intento). Hice lo que tenía que hacer y salí a que me amarraran de nuevo.

"No sé tu nombre," le dije ya cansada del silencio. Podía soportar la soledad bastante bien pero cuando estaba sola, no cuando estaba en compañía. "¿Será que al menos puedo saber el nombre de quien me secuestró?"

"Aún no."

"Ok."

El silencio se extendió.

Pasó un día entero del carruaje a toda velocidad hasta que por fin se detuvo. La puerta se abrió repentinamente y la luz nuevamente hirió mis ojos.

"Su Majestad, nos alegra haya vuelto con bien." Dijo el criado.

La sorpresa me dejó muda mientras bajaba del carruaje y veía todo a mi alrededor. Estábamos en la parte trasera de un palacio, los criados corrían de un lado para otro con alegría mientras mi captor me tenía a su merced.

No mucho después me encontraba en una habitación espléndida (eso debía de admitir), pero no por ser de oro una jaula dejaba de ser una jaula.

Observé alrededor pensando en cómo me podía escapar pero no había caso. Las ventanas tenían rejas y la puerta sólo podía ser abierta por el lado de afuera. Intenté buscar un pasadizo secreto (ya que esos siempre existían y más en los castillos) pero me detuve cuando escuché que la puerta de la habitación se abría y entraba el bastardo que me había secuestrado.

"Espero te encuentres cómoda." Me dijo cuando los dos hombres que entraron después de él cerraban la puerta.

"He estado peor." Mentira no era. Me encogí de hombros. "Deja los rodeos y dime qué quieres conmigo."

"Pues quiero que me digas cómo hacer mi ejército más fuerte y destruir al de Adregon."

Me eché a reír.

"¿De verdad crees que voy a decirte cómo destruir Arazem? ¿Estás loco?"

Los sujetos detrás del idiota tenían caras indignadas, pero me sabía a mierda lo que pensaran de mí.

"Créeme, después de no hablar con nadie, querrás hablar conmigo aunque sea sólo de eso."

"¿A qué te refieres?"

"Que a partir de ahora, nadie en este reino puede hablar contigo."

"¿Qué harás si pasa lo contrario?"

"Pues los azotaré a ambos." Dijo encogiéndose de hombros.

"Mmmmm... Interesante. ¿Por qué a ambos?"

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora