Capítulo 6

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"¿Ya le diste un nombre?" Señalé al cachorro.

"Sí, se llama Merealon." Pestañeé. Y volví a pestañear. "Sé que es un nombre grande, pero va a ser grande. Después de todo, no todos los días consigues te regalan una de las reliquias de Frydor."

"Me salió barato entonces," dije y me metí comida a la boca y después de masticar, tragué. "¿Quieres?" Puso a Merealon en el suelo con suavidad y extendió su mano. "No voy a poner la comida en tu mano, no sabemos dónde se ha metido." Señalé al cachorro.

Se encogió de hombros y se acercó a mí. Le metí la comida a la boca y nunca despegó su mirada de la mía mientras su lengua acariciaba mis dedos y temblé (rogando que él no se diese cuenta pero creo que la piel de gallina me delató). Comencé a retirar mi mano pero sus dientes me detuvieron con una suave presión mientras lamía la comida de mis dedos.

Me estaba excitando. Mierda. Sus ojos ahora mostraban un brillo erótico que me recordaba que no había tenido una buena sesión de sexo en un tiempo y me estaba acalorando.

Adregon liberó mis dedos acariciándolossuavemente con su lengua, mostrándome lo que podía hacer con su talentosomúsculo en otros lugares. Bajé mi mano y nos miramos, nos comenzamos a acercarsuavemente y cuando nuestros rostros estuvieron lo suficientemente cerca, unladrido animado junto con un gruñido nos sacaron de nuestra burbuja.

Adregon y yo miramos a Merealon y agradecí una y mil veces por haberlo traído aArazem. Nos separamos y yo me enfoqué en mi comida mientras él tomaba alcachorro en sus brazos; brazos que, no pude evitar pensar, se verían fabulososa sobre mí.

"Tengo una proposición." Dijo Adregon.

"¿Puedo comer mientras me la dices?" Pregunté más por tener algo que hacer quepor verdadera hambre, noté también que mis acompañantes habían desaparecido.

"Adelante." Me dijo sentándose en el suelo de piernas cruzadas mientrasMerealon saltaba de un lado a otro.

"Te quiero en mi cama." De alguna manera me lo esperaba pero aun así me alivióno haberme metido comida a la boca en ese momento.

"¿Pero?" Pregunté.

"Sin compromisos. Nos deseamos mutuamente," no iba a mentira, lo hacía. "Peroninguno está listo para una relación. ¿Qué piensas?"

Puse el plato en el escritorio y me flexioné las piernas como si meditase. "¿Medas un momento para pensar?"

"Por supuesto."

Asentí y pensé. Pensé en los pros y los contra, pensé en la situación como sifuese una batalla o una guerra. Me hice preguntas que por respeto a mí mismadebía hacerme: ¿quieres acostarte con él? ¿Te va a lastimar estar con él?¿Adónde piensas que te va a llevar eso?

Piper, me dije a mi misma, piensa como una General en Jefe y como unamujer. Piensa y tendrás tus respuestas.

Las respuestas eras: sí, obviamente que me quería acostar con él; en elmomento, no creía que me lastimara, la prueba sería después y finalmente, sabíaque no nos iba a llevar a un amor verdadero, sabía bien que tenía que separarlo físico de lo emocional. ¿Podía hacerlo? No lo sabía. Pero tal vez, solo tal vez,podía sacar la parte que se estaba metiendo en mi corazón poco a poco yllegaría un momento, en que todo cambiaría.

"Acepto." Sonreí. "¿Tengo limitaciones de cuántas veces al día puedo pedir tusservicios?" Pregunté.

"Ninguna." Adregon se puse de pie y se acercó a mí. "Solo una cosa que debestener clara: estarás en mi cama pero no eres permanente en ella."

Podría decir exactamente lo mismo
, pensé pero respondí encogiéndome dehombros.

Adregon se fue con el perrito y quedé en mi habitación con mis acompañantes queaparecieron segundos después de que la puerta se cerrase.

"Estás actuando como una puta." Me dijo Kalous sin miramientos.

Sentí que la temperatura de la habitación descendió y no creía que fuese solopor mí.

"Ya venías pensando eso, ¿no, Kalous?" Comenté. "No me sorprende que lo hagas yen realidad es muy sencilla la razón: crees que puedo ser como Reinola. Perovoy a detenerte aquí mismo: ¿por qué no me dices nada de Adregon cuando sabestan bien como yo que cambia de pareja sexual como cambia de ropa? Yo terecuerdo bien, que las veces que he tenido sexo acá en este mundo, nunca lo hehecho para ganar otra cosa que no sea un buen ejercicio físico y unos buenosorgasmos. ¿Quién realmente es el traidor acá, Kalous? ¿Yo cuando no estoycasada con Adregon y no tengo nada o él cuando es rey y piensa que estoy casadacon él?"

Hanolu y Lanaedo miraban con furia a Kalous.

"Aparte, ¿de verdad crees que Adregon viene a mi simplemente por deseo físico?Él no es así; algo tiene aparte que lo terminó de empujar en mi dirección. Noal contrario."

"Así comenzó Reinola."

"Ella mintió. Yo nunca lo he hecho. ¿Omitido? Uff, me canso de hacerlo. ¿Peromentir? No me puedes acusar de ello. Ahora, si eres tan amable, por favor ve yrevisa los puntos señalados allí" señalé un plano del castillo con unos puntos,"y me dices qué ves débil en ello."

"¿Solo?"

"Que esperase tu reacción no quita que no me doliese." Admití mirando mismanos.

Terminé de comer (más por respeto a aquellos que no tenían qué comer que porhambre) y me vestí para comenzar con mi trabajo. Yendo a mi oficina en elcastillo, fui interceptada por una criada que me indicó que el rey me buscaba yque se encontraba en el patio trasero del castillo.

Cuando puse un pie fuera del castillo, sentí un escalofrío recorrer mi espalday la acompañante de Delion, Bell, apareció frente a mí al mismo tiempo queHanolu y Lanaedo se interponían entre las dos. Bell, la acompañante, erabastante similar a un grifo pero su pico era de color borgoña, sus plumasdoradas y su pelaje plateado.

"Bell," dije indicándole mentalmente a mis acompañantes que desaparecieran. "Sígueme."Fuimos hasta un lugar donde nadie nos vería y seguí. "¿Le pasó algo a Delion?"

Sacudió su cabeza antes de hablar. "Requiere de un favor de tu parte."

"Desaparece y habla a través de Hanolu y Lanaedo." Bell desapareció.

Me quedé un momento escuchando lo que ella me tenía que decir. Al parecerDelion necesitaba matar a uno de su gobierno que estaba planeando una traiciónpero era tan bueno, que no dejaba prueba alguna, sin embargo no podía matarlode manera obvia así que quería un poco de mi sangre para hacerlo parecer unaccidente.

"Hanolu," dije en voz alta. "Busca la botella en mi habitación." Lo sentídesaparecer y momentos después, apareció colocando en mi mano una botellita. "Setiene que tomar la botella entera. Ojalá logre lo que quiere." Bell asintió ydesapareció.

¿Y si quiere matar a Kratas?,preguntó Lanaedo.

Por algo las defensas del reino estánsubiendo, mi querido dragón, por algo las estoy preparando.

Por si acaso
, dijeron Lanaedo y Hanolu al mismo tiempo.

Seguí mi rumbo por el patio buscando a Adregon y a la embajadora y los encontrécaminando por uno de los lugares que más flores tenía, Adregon me miró y lehabló a la embajadora que volteó inmediatamente. Era una mujer alta, de cabellorojizo agarrado en un clásico y elegante peinado, blanca y de ojos grises y,aunque su belleza no era excepcional, sí era bastante bonita. Su edad sería lamisma de Adregon o quizá era mayor.

"Disculpe mi tardanza, Su Majestad." Dije con una reverencia y una ligerainclinación de cabeza hacia la mujer.

"General Sebrin, le estaba hablando a la Embajadora Peronego de usted.Embajadora, déjeme presentarle a la General Piper Sebrin. General Sebrin, laEmbajadora de Martza Gelianora Peronego."

"Un honor conocer a la nueva general." Dijo extendiendo su mano.

"El placer es mío." Repliqué. "Espero encuentre el reino en su total agrado."

"Gracias, me han tratado de manera maravillosa."

Adregon nos guió hasta unas mesas donde nos sirvieron té, unos postres y otrascosas para comer. Mientras ellos discutían acerca de Martza, un criado se meacercó a mí y me susurró en el oído que el herrero me quería ver, asentí y elchico se retiró.

"¿Sucede algo, Piper?" Me preguntó Adregon.

"Me temo que debo abandonarlos, si me disculpan."

"General Sebrin." Me dijo Leto. "Tengo lo que me pidió." Me entregó una espadacon su funda.

"Pensé que no me haría la espada, señor Fei." Admití tomándola y sacándola desu funda. "Es magnífica." Le dije con una sonrisa mientras admiraba el brilloque reflejaba el metal de color negro. "¿Descontó el dinero de mi cuenta, no?"

"Sí, aquí está la factura." Me la entregó y la guardé en un bolsillo. "La tuvolista bastante rápido."

"Con los pagos hechos con rapidez, el material llegó en poco tiempo y pudetrabajar en ello. Es, si me permite decirlo, uno de mis mejores trabajos comoherrero. Por no decir el mejor."

"Gracias. De verdad." Sonreí. "Como fue un favor personal, vaya a una tabernacon su equipo." Metí mis manos en los bolsillos y saqué algunas monedas que mehabían quedado de mi viaje a Frydor. "Yo invito." Abrió los ojos como platos yasintió.

Mientras caminaba de regreso a mi cuarto, no pude evitar pensar que parecía unaniña la mañana de Navidad y al parecer era bastante obvio.

Cling, clang
. Dos cosas metálicas pegaron una contra la otra. Me vientonces en el campo de batalla, rodeada por gritos, sangre, sonidos de pelea.Miré mis manos y las vi bañadas en sangre, pestañeé y las vi de su color normalsosteniendo la espada.

"¿Se encuentra bien, general?" Escuché a mi lado.

Sacudí mi cabeza y vi a la criada. "Sí, no hay problema." Esperé llegar a mihabitación donde me desplomé en el suelo y miré mis manos temblorosas. "Penséque se habían ido." Mascullé cerrando mis ojos con fuerza tratando de no ver laimagen de la batalla.

Sentí que Hanolu y Lanaedo aparecían.

"No los recuerdas, pero estos varios días te has puesto inquieta en la cama."Me dijo Lanaedo.

"No sabía." Admití.

Sentí que empujaban la puerta detrás de mí y que alguien caía. Me aparté de lapuerta y esta se abrió, entrando Albeans por ella. Viéndome en el suelo, seagachó.

"¿Qué te pasó?"

"Maldito chisme, sí viaja rápido." Bufé. "¿Qué están diciendo?"

"Que te detuviste de repente con una expresión de horror en tu rostro pero quedespués actuaste como si nada."

"Sigo con los recuerdos." Admití.

Me miró por un momento y ladeó su cabeza. "¿No los tuviste ni en Walktar ni enFrydor?"

"Muy inusuales."

"¿Luchaste en alguno de los dos?"

"En uno, pero discutí en el otro." Un brillo extraño apareció en sus ojos.

"Veré qué puedo hacer." Se enderezó. "En una hora, estate en el área deentrenamiento." Comentó y se fue.

Cuando llegué al área de entrenamiento una hora después, estaba sola y no veíaa nadie por ningún lado. Esperé un poco y cuando estaba a punto de irme,Albeans apareció con tres personas más que recordaba de una manera bastantevaga.

"Como sé que tiene tiempo sin entrenar, general," dijo Albeans. "Traje a losmuchachos para que me ayudasen."

"General." Dijeron los tres al tiempo que hacían una reverencia. Cada unoestaba vestido (o desvestido, según como se viera) para luchar, ya que teníanlos pantalones, zapatos y vendas en las manos.

"Vale la pena intentarlo." Dije quitándome lo que podía molestarme a la hora depelear.

Sentí que Kalous se unía de nuevo al grupo, pero no dijo nada. Excelente,porque tampoco quería escucharlo.

"Hagamos esto más entretenido." Dije metiéndome en el ring. "Yo no ataco, nigolpeo, sólo me defiendo."

"¿Nos estás tomando el pelo?" Preguntó Albeans.

"No, simplemente lo estoy volviendo mucho más complicado para mí. Dicho eso,dije atacar y golpear, no empujar, tumbar, entre otros."

"¿No se te ocurrió algo más que decir?"

Miré la sonrisa presumida en el rostro del Capitán en Jefe. "No, la verdad no.Ahora, si el momento de golpearlos llega, prometo avisarles." Advertí.

El momento no llegó tan pronto como pensé originalmente, sin embargo llegó. Elprincipal motivo era que podía enfrentarme contra ellos esquivando y tumbando,pero al entrar Albeans, se volvió extremadamente complicado no golpear ya quetenía sólo oponentes de alta calidad y no unos soldados que apenas sabíapelear.

Como siempre, no había reglas y todo era válido por lo que en uno de losmovimientos, la muy ligera blusa que tenía se rompió quedando yo en vendas.Agradecía al menos que eran vendas y no un sostén que cada vez que me movíapues... pasaba lo que pasaba.

Hubo un momento en que los soldados y Albeans se enderezaron de manera súbitaaunque segundos antes habían estado a punto de atacar e hicieron una reverenciacon la cabeza. "Su Majestad." Dijeron con la cabeza baja.

Giré mi cabeza y allí estaba Adregon con Raran a su lado.

"Su Majestad," dije entre jadeos con una ligera reverencia de cabeza pero sinvoltearme. A veces me pasaba

Adregon le hizo una seña a Raran y éste se quedó donde estaba mientras que elrey se acercó a mí. "¿Y eso?" Preguntaba por qué estaba entrenando. "No tepregunté a ti, Carith." Miré a Albeans y éste cerró su boca.

Me giré. "No he tenido práctica en unos días, así que me sentía un poco tensa yme están ayudando a entrenar mis músculos."

"¿Alguna razón para tu atuendo?"

Mis ropas estaban rotas en algunos lugares y tuve que agradecer la presencia delas vendas para cubrir las cosas importantes. Pero eso no cubría miscicatrices.

"En las guerras no se pelea justo, Adregon. ¿Por qué habrían ellos de hacerlo?Además, ¿no fuiste tú quien dijo que en la guerra no se peleaba justo?"

Algo parecido a la molestia pasó por su rostro pero desapareció con rapidez.

"¿Sigues tensa?"

Ahora que lo pensaba, sí, sí lo seguía estando, sentía la presión en laespalda. Se inclinó hacia mí y susurró en mi oreja: "Ve a mi habitación y tomaun baño allí, después haremos que se te quite lo tenso." Un escalofrío recorriómi cuerpo ante sus palabras. Adregon se separó de mí y dijo en voz alta: "Notarde mucho, general."    

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora