Capítulo 12

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Clink, clank. El sonido de las espadas al pegarse me rodeaba pero no me podía distraer. Sólo llevábamos pocos días viajando por las fronteras cuando un ejército de Captol nos atacó.


"¿Te imaginas la gloria que tendremos cuando se sepa que matamos a la General en Jefe de Arazem?" Le gritó un soldado a otro. Me rodeaban cuatro.

"No va a ser mucha." Les dije encogiéndome de hombros.

"¿Por qué?" Preguntaron dos.

Le lancé una de mis espadas a uno y al otro uno de mis cuchillos.

"Porque soy nueva." Respondí defendiéndome de los ataques de los dos restantes con la espada restante y un cuchillo. Menos mal no tienen puntería, pensé.

Agradecía fervientemente que Albeans me hubiese hecho practicar saltos y esas cosas porque en ese momento me sirvió mucho. Pegué un salto para atrás cayendo en el cuerpo de uno de los que había matado y soltándome el cuchillo, tomé mi espada del cuerpo.

"¡Manténgala allí!" Escuché un grito a mis espaldas.

Era un grito femenino. Los soldados comenzaron a aplicar más fuerza a sus golpes pero era en vano, sólo se cansarían primero.

Clank, clank, clink
. Moví mis espadas y los desarmé para luego cortar rápidamente sus cuellos. La sangre chisporroteó y me cayó en el peto y en la máscara que tenía puesta. La máscara era una adquisición nueva. No quería que se me dañaste el rostro y ella me protegía lo suficiente sin quitarme la visión.

Me volteé cruzando las espadas deteniendo así el ataque de la general más sanguinaria del ejército de Captol.

"Ariteta." Dije.

"Sebrin." Sonrió ella. "Un poco cobarde de tu parte llevar una máscara."

"No quiero que mi cara quede como la tuya." Así que ya sabía mi nombre y estaba consciente del clanx.

Cuando escuché y leí de ella nunca me imaginé que su aspecto sería ese: era una mujer con largo cabello negro, de piel blanca, ojos azul ártico y un rostro hermoso. Nunca me pasó por la cabeza que una psicópata podía lucir de esa manera.

La furia pasó por su rostro y se calmó de una manera escalofriantemente rápida. "Sería un favor si tu cuerpo quedase como el mío."

"¿Usado por medio Captol? No, gracias." Espeté y nos separamos. Mientras las batallas seguías a nuestro alrededor, nosotras nos miramos.

"Debo hablar contigo sobre mi acompañante Pefi."

"¿Fue ese pájaro horrible que comieron mis acompañantes?" Jadeé. "¡Cuánto lo siento! De haberlo sabido lo hubiese cocinado yo misma."

Ariteta se me lanzó encima. Le quitó una espada a uno de los cuerpos caídos y comenzó a luchar conmigo. Nunca había peleado con un general pero sentía con cada choque de nuestras espadas que mi vida estaba en riesgo. El miedo recorría mi espalda.

"¿Dónde están los acompañantes de Reinola? ¿Esperando a atacarme?"

"No, se están ocupando de terminar de masacrar a los tuyos o cualquiera que esté por allí." Le dije cuando nuestras espadas volvieron dejarnos en una posición fija.

Levantó su pierna para darme una patada pero la bloqueé con la mía aunque sentí que algo se me enterró en algún sitio.

"Espero te gusten las muertes lentas, son mis favoritas." Sonrió Ariteta separándose de mí. Blandió sus espadas y yo me agaché soltando una patada baja. Ella saltó pero me lo esperaba, así que soltando rápidamente una espada, tomé un cuchillo y se lo clavé en un brazo haciéndola chillar de dolor. Ese maldito peto de ella me cubría su pecho para pegarle el cuchillo allí.

"Depende." Le dije sintiendo un ardor en mi pierna pero no era algo doloroso, sólo molesto. "Me gustan las muertes lentas de las bastardas del rey que hacen mucho ruido para llamar la atención de papi." Inmaduro mi comentario pero si la lograba molestar lo suficiente, era probable que se distrajera.

Su rostro se volvió pétreo. "¿Cómo sabes eso?"

"¿Cómo sabes tú del clanx?" Aunque era realmente fácil saberlo cuando liberé aquella ciudad y me presenté como la nueva General en Jefe.

Ariteta se lanzó hacia mí y comenzó a atacarme una y otra y otra vez. Me da pena admitir que me vi sobrepasada por sus habilidades de tal manera que me tumbó al piso, alzó su espada y cuando la iba a comenzar a bajar, empezó a temblar. Había estado en varios temblores en mi vida pero ese era de proporciones impresionantes, nunca había sentido nada así. Ariteta usó su espada como soporte clavándola en el suelo y cuando el terremoto terminó, todos detuvieron sus ataques. Ariteta comenzó a gritar al parecer de frustración mientras arrojaba a un lado la espada pero segundos después de su ataque, se enderezó y caminó hacia su espada.

"Salvada por el Hakada." Escupió Ariteta a mis pies. "Tienes suerte, Sebrin."

"Está de mi lado." Dije mientras me ponía de pie.

No tiembles, Piper, no tiembles, me decía.


"Cuando el Hakada termine... juro que te voy a matar tan cruelmente quedesearás nunca haber nacido." Me dijo en la más fría de las voces.

"Cuando esté en esa posición, si es que lo estoy, te digo." Sonreí. Cuando todoel ejército de Captol se retiró, me permití sentarme en la tierra. Eso por nodecir desplomarme.

"¿Cómo estás? ¿Estás bien? Vi que peleaste con Ariteta." Preguntó Albeansllegando a mi lado. Me quité la máscara y la puse a un lado.

"Casi me mató." Admití. "El Hakada me salvó. Sinceramente, Carith, creo que eneste Hakada voy a entrenar bastante." Miré las siluetas de los soldados deCaptol que iban a su reino. "Y creo que voy a comenzar a jugar sucio." Miré quemis manos estaban temblando, un efecto de los terremotos (siempre me dejabantemblando a mí). O eso me decía yo para ocultar que momentos antes había estadoa punto de morir.

"¿Sabes jugar sucio?"

Reí sintiendo que mis acompañantes volvían y, viendo la sombra bajo mis piesque se movía supe que estaban allí.

"No, pero Carith, corazón, mi mundo es un manual para jugar sucio." Le dije."Por cierto, buena esa la entrada para el Hakada."

"Todos los años los dioses deciden a qué hora inicia."

"Tienen estilo." Dije poniéndome de pie. Sentí dolor en mi pierna y cuandotoqué el área, la sentí húmeda. Levanté mi mano y observé la sangre que habíaen ella. Tenía que tratarme esa herida pronto. Aunque me di cuenta de que nosólo era la sangre de la herida en la pierna, sino que también me había cortadola mano.

Miré a mi alrededor notando que todos se comenzaban a poner de pie y versealiviados. Sin palabra mía, varios comenzaron a cavar para enterrar a suscompañeros caídos.

"¿Cuántas muertes de nuestro lado hubo?" Le pregunté a Albeans.

"Casi las mismas que las de Ariteta."

"¿Por qué esa chica no es General en Jefe? ¿Acaso Hox es mejor?" Eso mepreocupaba. Mucho. Si no estaba completamente segura de poder sacar del juego auna general, cómo sacaría a uno en jefe.

"No. Hox no es mejor, pero no pueden nombrar a Ariteta General en Jefe; laconsorte del rey está en contra de ello."

Cuando los cuerpos estuvieron enterrados, todos comenzaron a realizar susrespectivas maletas para su regreso a Arazem.

"General, tengo lista a Ira para nuestro retorno." Me dijo mi escudero.

"Gracias, Gieran pero necesito un favor: prepárala para un viaje en solitario."

"¿Un viaje en solitario? Perdone mi curiosidad al preguntar, general, pero ¿novolverá con nosotros para el Hakada?"

"No. Tengo unas cosas que hacer pero no te preocupes," le dije con una sonrisa,"no será nada de guerra." Asintió y se dio la vuelta para irse. "Otra cosa más,Gieran" se detuvo. "No es necesario que te quedes acá conmigo. Vuelve a Arazemy no empaques nada de guerra."

"Como ordene, general."

"¡Ah! ¡Una cosa más!" Grité y todos se congelaron. Me reí por lo bajo ycontinué: "¡Que pasen un feliz Hakada!" Respiraron aliviados y siguieronempacando mientras otros ya comenzaban su regreso.

Noté algo extraño y fui en busca de Albeans pero encontré a Ahlía. "Ahlía, unapregunta." Según lo que había investigado del Hakada, duraba quince días asíque volviendo a Arazem si era para cesar toda guerra me parecía poco tiempopara que los soldados estuviesen con su familia.

"¿Sí, Piper?"

Vaya, me había agarrado confianza. Me gustaba eso de ella. "Me di cuenta de quede aquí a que lleguen a Arazem serán unos días del Hakada y sólo tendrán unasemana y algo."

"Oh, no." Negó. "Se tienen tres días iniciales para volver a los respectivoshogares y luego el Hakada inicia con normalidad."

"¿Es decir, que el Hakada como tal dura dieciocho días?"

"No. Las celebraciones comienzan el día estipulado a medianoche, por eso sedice que dura quince." Explicó.

"Gracias." Eso no salía en lo que había leído. "Feliz viaje a Arazem." Le dijecon una sonrisa.

"¿Tú no vas a ir?"

"No. Quiero explorar un poco más este mundo."

Escuché a un halcón. Ya su sonido se me hacía familiar. Agradecí tener puestoslos guantes de batalla en ese momento así que extendí mi mano y Mena clavó susgarras en él. Me dolió, sí, pero hubiese sido peor sin ellos.

"Llegas en el momento justo." Le dije al halcón mientras la acariciaba. Miré aAhlía. "Que te vaya bien. Disfruta con tu familia."

Miré a Mena que esta vez llevaba consigo un paquete redondo y pequeño junto conuna carta. Tomé la carta.

Piper,
He probado unos dulces excelentes y creo que gracias al empaque, llegará enperfecto estado.


¿No pudo esperar?
, me pregunté a mí misma pero sentí que una sonrisa seformaba en mi rostro. Tomé el empaque que llevaba Mena, lo destapé y miré algoparecido a un biscuit relleno de algo, lo probé y ciertamente era exquisito.

No he sabido mucho de ti últimamente.¿Cómo te ha ido en la guerra?
Saludos,
Adregon.

En un lugar, encontré un pergamino, una pluma y comencé a escribir larespuesta. Allí, le decía a Adregon que no iría al Hakada y lo que había pasadocon Ariteta. Puse el pergamino en Mena y ella tomó vuelo.

"General, ya Ira está lista." Escuché detrás de mí.

"Gracias, Gieran."

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora