Capítulo 10

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Unos días después, me encontraba de nuevo en clases con mi profesor.

"Bien. He de suponer que ya te sabes todas las capitales o ciudades importantes de todos los reinos, por no decir los reinos." Asentí y se las dije. "Excelente. Hoy hablaremos de los impuestos." Ah, los impuestos. Los malditos impuestos. Era algo que me interesaba saber. "¿En tu mundo no se pagan impuestos?"

"Sí, sí se pagan."

"Muy bien. En Arazem se tiene un sistema donde los impuestos representan el siete por ciento del trabajo anual, pero la persona puede elegir si pagarlo cada mes o de una vez. Eso según la persona lo establezca."

"¿La persona puede elegir?"

"Por supuesto. Después de todo el reino no puede estar pendiente de cada uno de sus ciudadanos en lo que respecta a sus preferencias y hay algunos que prefieren pagar una vez al año que varias veces aunque la cantidad sea exactamente la misma."

"Me parece un buen sistema."

"Sin embargo, los impuestos pueden aumentar o disminuir en tiempos de guerra." Eso me llamaba la atención. "Cuando Arazem se encuentra en guerra, el impuesto puede llegar a alcanzar el quince por ciento, por lo mucho."

"Ya va, no entendí. Primero me dijo que era el siete por cierto."

"Quería que preguntases. En efecto, lo que dije es verdad. En época de guerra, los impuestos pueden llegar a alcanzar un valor de incluso quince por ciento, sin embargo, en tiempos de paz, el mayor valor que se puede alcanzar es de un diez por ciento y el mínimo, de siete por ciento."

"No me extraña que en tiempos de guerra sean más altos."

"Exacto. Sin embargo, el impuesto también depende del trabajo de la persona. No va a pagar lo mismo la persona que vende verduras en el mercado a lo que paga el que tiene una compañía comercial en el puerto."

Tenía sentido. "¿Hay alguien que no pague impuestos?"

Él asintió. "Todo el personal militar en tiempos de guerra." Hizo una pausa. "¿Sabes lo que significa?"

"Que si el reino está en guerra, el reino recibe una cantidad igual o parecida a la percibía antes de irse a la guerra. Lo que es más, debe pagarle a todo su cuerpo militar." Fruncí el ceño. "¿Por qué se haría algo así?"

"Un soldado que no se tenga que preocupar por pagar impuestos, es un soldado feliz; un soldado feliz es un soldado efectivo y un soldado efectivo, termina las guerras más rápido que uno frustrado."

Tenía razón. Aparte, si el soldado lo decidía, imaginaba que podía enviar ese dinero a su casa lo que haría mucho más sencillo que se pagasen los impuestos de las personas comunes.

"¿Desde cuándo está este sistema?"

Mi profesor sonrió como si anhelase que preguntara precisamente eso. "Desde que Su Majestad tomó el trono."

No sólo era una cara bonita. Adregon sabía lo que hacía.

Cuando salí de mi lección, me encontré a Adregon en el pasillo. Al parecer tenía una reunión y tenía que ir con él. No fue sino cuando caminábamos hacia una reunión que señalé la presencia del collar con su pendiente. Se detuvo antes de entrar al lugar, se lo quitó y me lo dio. Era un escudo de armas, si no me equivocaba. Eran dos espadas entrecruzadas detrás de un escudo, el escudo se encontraba entre dos alas. El escudo en sí estaba separado en cuatro partes, una de ellas tenía una A, otra tenía una corona y las dos últimas tenían una escritura que no entendía. Después de que terminé de examinarlo aunque no tanto como me hubiese gustado, se lo devolví.

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora