Piper:
Una vez que llegué a mi cama, me desplomé en ella. Mi cuerpo dolía, era como si cada movimiento que hiciese me cobrase con dolor y, como tenía que moverme aunque fuese para respirar, era doloroso.
Por lo que recordaba que me había dicho Akrina, quedaba poco de la fase de dolor (fase en la que muchos morían, según él, por el dolor tan intenso), y eso hacía que mi reloj se acercara cada vez más a la medianoche. Una vez que entrase en la etapa donde nada me doliera, sabía que tenía que comenzar a despedirme y algo me decía, que eso sería pronto.
Como pude, me paré de nuevo y me cambié de ropa aunque igual eran pijamas.
Veinte minutos después, tocaron la puerta.
"Pase."
Albeans entró.
"¿Es cierto que quieres hablar con los embajadores?"
"Si quieres estar aquí cuando pase, no tengo problema. Solo no hables a menos que me dirija a ti, ¿entendido?" Él me miró y asintió. "Deja que pase el primero."
Y así, uno por uno, comenzaron a entrar los embajadores, los invité a tomar asiento y ellos comenzaron a decirme cualquier cantidad de cosas —todas buenas. Conversé con cada uno de ellos y les dejé muy en claro que, si bien yo me iba a morir, eso no dejaba a Arazem descubierto de ninguna manera. También les dejé en claro a cada uno en cada su momento que si intentaban atacar a Arazem, lo único que habría sería una cantidad innecesaria de sangre derramada. Sí, incluso al embajador del reino de Delion.
"Falta el de Quanar." Le comenté a Carith y noté cómo sus nudillos se tornaban blancos.
"Hazlo pasar."
Cuando el embajador de Quaran entró y tomó asiento, todo comenzó como las veces anteriores, sin embargo, había algo que cambiaría en esa conversación.
"Mire," comencé a decirle cuando terminó sus bonitas aunque para nada honestas palabras, "sé que lo que más desea Quaran en este momento es que yo me muera. No vamos a ocultar el sol con un dedo." Por el rabillo de mi ojo vi que Albeans fruncía el ceño.
¡Oh, por favor! ¡Ese fue sencillo!
Después de un suspiro continué: "Seamos sinceros. Después de que me muera, Quaran hará todo lo posible para asegurar un matrimonio de conveniencia con Arazem." El embajador abrió sus ojos como platos, como si se sorprendiera que yo manejase esa información. "No es muy difícil saberlo." Sonreí ligeramente. "Su princesa hará todo lo humanamente posible para ganarse el favor de Su Majestad y probablemente lo logre. Pero quiero que recuerde algo, señor: no hay peor enemigo que alguien que lucha por una causa en la que cree o alguien resentido; así que le sugiero que, si su cometido se logra, no hiera ni siquiera un solo cabello de mis hijos o su reino la pagará muy caro. Y eso, señor, no es una amenaza. Es una promesa."
"General Sebrin—"
"Fue un gusto haber hablado con usted. Espero que pase una buena noche." Dije y él asintió y se fue de la habitación.
Cuando la puerta se cerró, miré a Albeans pero él ya me estaba mirando. "¿Acaso me estás diciendo que esas son tus órdenes?" Me preguntó.
"No, nada por el estilo. Tengo otras maneras." Sonreí y segundos después, la sonrisa desapareció de mi rostro. "Es mejor que te vayas. Ya."
"Pero—"
"Es una orden." Jadeé y él salió de la habitación dejándome sola, con un dolor que prometía romperme en dos.
Cuando el dolor finalmente pasó unos veinte minutos después (aunque para mí había sido una eternidad), me senté en la cama. En un momento mientras el dolor me tenía, pensé en decirle a Hanolu que me noquease de nuevo, pero si lo hacía, perdería tiempo con los niños. No podía darme ese lujo. Incluso si ya era de noche, lo mínimo que podía hacer era cantarles mientras dormían.
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Una General en Jefe
Romance[4/5] 1. Arazem: Piper Sebrin, un nombre normal para una chica normal. O eso era lo que ella pensaba. Piper se fue a la cama con las preocupaciones normales de una chica de su edad, sin embargo al levantarse, su vida dio un giro inesperado. Ahora s...