Capítulo 5

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Al día siguiente mis músculos seguían gritando. Creo que fue al mes de estar en Arazem que por fin se vieron cambios. Podía afirmar con certeza que más de uno.

Mientras iba caminando a mi encuentro de ajedrez, no pude evitar escuchar gemidos que venían detrás de un árbol. Gemidos que... reconocí muy bien. Con las mejillas encendidas, me fui adonde Adregon y yo habíamos acordado tener el encuentro. No sabía nada más de él porque nadie hablaba de la familia real, pero lo poco que sabía era por los encuentros de ajedrez que habíamos tenido.

Mientras esperaba ahora en el jardín en un banquito con el tablero frente a mí, no pude evitar pensar en todo lo que sabía, es decir, en todo lo que me había dicho Adregon. El rey, dormía con todo lo que fuese bonito y tuviese falda (las palabras de Adregon, no mías), la reina había sido una perra hasta que murió. El rey supuestamente llevaba un reino en orden, donde todo era a beneficio de él mismo.

"Le conviene que los habitantes estén felices." Me comentó Adregon una vez mientras jugábamos. "Le hace el trabajo más sencillo y si también los mantiene saludables, hay menos probabilidad de que las enfermedades lo alcancen."

Tenía sentido —de una manera fría y calculadora pero tenía sentido, aunque también creía que no era el único motivo.

Me había explicado también que no todas las mujeres que se casaban con un rey, eran reinas. Si bien el rey sólo se podía casar una vez, esa mujer no tenía el título de reina así nada más.

"No hay necesidad," respondió después de que preguntase la razón. "La reina, es una figura pero realmente no hace nada, así que no vemos punto en ponerle un título inútil. Aquellos que le ponen título a su esposa generalmente es para apaciguar las aguas tras una pelea monumental o algo semejante."

"¿Sólo los hombres pueden ser reyes?" Pregunté en ese momento.

"No, eso es una tontería en Arazem aunque me consta que hay reinos que hacen esa idiotez. Corrijo mi elección previa de palabras, no es la reina que es una figura, es cualquier figura que sea consorte en vez de rey. No importa. Sólo está para dar hijos, más nada."

Escuché pasos a mis espaldas que me sacaron de mis recuerdos. Adregon venía caminando hacia mí con el cabello desarreglado y una expresión de satisfacción sexual que me indicaba lo que había estado haciendo. Recordando los sonidos que escuché detrás de los árboles, me puse roja. "No tenías que aparecerte, podías seguir disfrutando."

Adregon se pasó una mano por los cabellos e inclinó su cabeza. "Ya me divertí, no tenía que seguir con más." Sacudí mi cabeza. "Te estás ruborizando."

"Pensé que personas como tú nada más existían en los libros."

"Soy real. Muy real." Miró el tablero. "Tú primero."

Y así comenzamos. "¿Acaso no tienes otro juego?"

"Sí, pero estoy viendo algo."

"¿Algo que sólo ves con el ajedrez?"

"Sí."

"¿Y si dices mentiras?"

"Me gusta jugar contigo." Vaya, eso era una sorpresa. Generalmente era serio y un poco distanciado. Dicho eso, tampoco era que sus expresiones faciales cambiasen mucho, pero seguía siendo igualmente hermoso.

"¿Después de tanto perder sigues gustando del juego?" Bromeé. Él había ganado algunos juegos (los cuales en su mayoría le había dejado ganar, si era absolutamente sincera). Pero yo seguía ganando la mayoría.

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora