Capítulo 24

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Rogué y rogué internamente que fuese mentira. Que lo que Tarhik me había dicho solo fuese una mentira. Rogué porque Piper fuese una completa y absoluta basura humana que no le importaba lastimar los sentimientos del niño que consideraba su hijo, porque eso era mejor a la verdad.

Mientras los hombres salían de la habitación, yo no me moví de mi sitio.

"¿Quién me delató?" Comentó ella como si lo esperase.

"Tarhik."

En vez de ponerse molesta o decepcionarse, una triste sonrisa se formó en su rostro.

"Pobrecito." Dijo ella. "Kalous," llamó a su acompañante y este apareció, "por favor dile que no se tiene que sentir culpable. Que no hizo nada malo." Kalous desapareció.

"¿Acaso no pensabas decirme nada?" Pregunté tratando de mantener mis emociones en calma.

Piper se acostó en la cama y suspiró. "Sí, sí te iba a decir."

"¿Cuándo? ¿Cuando estuvieses muriendo? 'Díganle a Adregon que estoy muriendo de La Roja y que me voy a morir en media hora'."

"No, no me hubieses creído. Yo no me creería." Tosió un poco. "Te hubiera dicho en cuanto entrase en la fase final."

Estaba a punto de perder la razón. Solo un poco más de esas estúpidas palabras y explotaría. El temperamento y las emociones que había aprendido a controlar en más de veinte años saldrían a flote.

"¿No pudiste decirme en una carta? ¿O no pudiste mandar a uno de tus muchos subordinados?"

"Lo hice." Ella miró el techo. "¿Y qué hiciste tú? No quisiste venir a hablar conmigo."

"Pudiste avisarme a través de ellos." Piper me miró y apretó la mandíbula. No dijo más. "¡Piper!" Gruñí. Estaba a escasos momentos de perder la cordura.

"Si no quisiste hablar conmigo cuando te lo pedí ¿por qué coño debía tomarme la molestia de avisarte que me estoy muriendo? Digo, si yo importase aunque sea un poquito, hubieses venido por lo menos a ver qué quería."

"¡Estabas exiliada!"

"Ah, verdad. No me acordaba de ese detalle." Dijo con sarcasmo. "Debe ser esa la razón de que Akrina no me llevase al castillo." Se sentó en la cama. Una palabra más y perdería los estribos. "Tranquilo, Adregon. Tu ejército estará bien sin mi. Ya ideé una estrategia que te servirá."

"¡MALDITA SEA, PIPER! ¡ERES MI ESPOSA!" Grité a todo pulmón.

Ella sólo me miró y apretó la mandíbula. "¡¿Ahora soy tu esposa?! ¡¿Ahora sí?! No me jodas, Adregon. ¡No me jodas!" Espetó y miró hacia un lado.

Me confundió. "¿Qué quieres decir con eso?"

"Si no te hubieses enterado que estoy enferma, ni siquiera hubieras venido a verme." Dijo, bufó y sacudió su cabeza. "Eso es a lo que me refiero."

"¡Estabas exiliada!"

"¿Estaba? ¿O sea que ya no lo estoy?" Resopló. "Qué conveniente. Lárgate, ya no quiero hablar contigo."

"¡NO TE VOY A DEJAR SOLA!"

Allí fue cuando ella perdió sus estribos.

"¡NO ME IMPORTA UNA MIERDA LO QUE QUIERAS, ADREGON RESTIEN. ¡QUIERO. ESTAR. SOLA!" Me gritó. Y comenzó a llorar. Lágrimas rojas comenzaron a bajar por sus mejillas. "¡LO ÚNICO QUE QUERÍA ERA QUE VINIERAS PORQUE TE IMPORTO!" Volvió a gritar y sollozó para luego continuar hablando en un tono bajo. "Pero parece que ni por un maldito hijo de puta instante valgo más que el reino." El resentimiento en sus palabras era real. No era una mentira.

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora