Capítulo 9

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Cuando entré a la sala donde se llevaban los consejos, me encontré que ya todos estaban allí a excepción de Adregon.


"Llega tarde, General Sebrin." Dijo uno de ellos mientras tomaba asiento.

"Ok." Respondí mientras disimuladamente sacaba una lista y veía cuál era su nombre. Según la descripción que había escrito para guiarme en reconocerlos —rubio, con poca presencia, ojos pequeños— era Meron Dais. "Su Majestad no ha llegado." Dije.

"Su Majestad nos ha dado permiso para empezar sin él." Miré de nuevo mi lista. Era Falon Vaido.

A una hora de haber empezado la discusión acerca de las personas que se enviarían como embajadores a otras naciones (tema del cual, sinceramente no sabía un carajo) era obvio que se necesitaba la aprobación de Adregon ya que era quien más conocía a los otros reyes y reinas.

"Necesitamos a Su Majestad." Comentó Xestan Creto, él era al cual le había prometido enseñar a hacer la forma de conejo en la pili.

No se necesitaba ser un genio para llegar a esa conclusión.

"¡Yo no lo voy a interrumpir!" Exclamó el consejero más joven, Petro Ferros.

"Alguien tiene que hacerlo." Comentó otro. Mi siempre confiable chuleta me dijo que era Caligan Gasten.

"General Sebrin, ¿sería usted tan amable de ir a buscar a Su Majestad?" Preguntó Tuiro.

Suspirando, me puse de pie. Mientras más rápido Adregon estuviese en la reunión, más rápido podría irme.

Caminé por el castillo hasta que llegué al ala de Adregon donde toqué la puerta sin recibir respuesta alguna. Suspiré y abrí la puerta. Adregon no se encontraba afuera del cuarto, por lo que debía estar en él. Me acerqué a la puerta y detrás de ella escuché gemidos.

Me congelé.

Maldición, dije mentalmente. Maldición.

Cerré mis ojos con fuerza. Ponderé si tocar o no, pero al final la cordialidad ganó sobre mis deseos. Respiré profundo y toqué la puerta. Los gemidos cesaron lo que tomé como una invitación.

Hacía tiempo que no utilizaba la máscara que ocultaba mis expresiones faciales, pero en ese momento era necesaria para mantener mi dignidad. Volví a respirar profundo y entré al cuarto.

Noté de inmediato —por si los gemidos no habían sido pista suficiente— que Adregon estaba en la cama con su respiración acelerada y sudor en su cuerpo. La chica a su lado me miraba con superioridad.

"Su Majestad, lo solicitan en el consejo." Dije con aburrimiento sin cambiar la expresión de mi rostro.

"Adregon," dijo la chica con voz melosa. Miré a su compañera de cama pero mi expresión seguía aburrida. "No me gusta que nos haya interrumpido." La joven colocó su mano en el pecho de Adregon, se inclinó hacia él —haciendo que la cobija resbalara y se mostrasen sus grandes pechonalidades— y comenzó a besar su cuello de manera sonora.

Respira profundo y no hagas un puño, Piper, me dije a mí misma. No cambies tu expresión.

Adregon no le dedicó ni una mirada mientras salía de la cama. Yo miré la pared.

"¿Qué se está discutiendo?" Preguntó Adregon mientras se vestían.

"A quiénes tienen que enviar de embajadores a otros reinos. Solicitan su opinión ya que es quien más conoce a los otros gobernantes, Su Majestad." Expliqué y como no me veía el rostro, apreté los dientes.

"Darin, vete."

"Podemos divertirnos un poco más." Dijo en voz lujuriosa la joven quitándose la cobija mientras abría sus piernas y metía dos de sus dedos en su cosa. Una cosa peluda. Yo, si era sincera, prefería mi cosa libre de pelitos.

No pude evitarlo, bufé.

"Vete. Ya." El tono pareció descender la temperatura de la habitación de manera impresionante.

La joven palideció, se paró rápidamente de la cama buscando su ropa con la mirada. Cuando la encontró, se comenzó a vestir en la habitación.

"Te quiero fuera antes de que me termine de vestir." Dijo Adregon y, teniendo en cuenta que ya se estaba colocando la camisa y ella iba apenas por la ropa interior, tenía que salir desnuda.

"Pero—" una mirada de Adregon la hizo agarrar la ropa y salir corriendo.

Yo, por mi parte, me negué a expresar palabra alguna. Me dediqué a esperar que Adregon se vistiese.

"Guía el camino, Piper." Dijo detrás de mí.

Oh, no. No, no, no. En ese momento yo no era Piper. Yo era la General en Jefe de Arazem y me iba a comportar como tal.

Mientras caminábamos hacia la sala de los consejos, le dije a Lanaedo: Cuando lleguemos a la sala, dile a Rayker que le diga a Albeans que me tiene que sacar de allí. Como sea.

Entendido.


Entramos a la sala de los consejos y mi trasero no había terminado de tocar la silla cuando comenzó a temblar. No sabía si era por mis emociones, pero el temblor lo sentí más fuerte que los anteriores.

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora