Capítulo 2

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Cuando volví al campamento, segura de que no tenía los ojos hinchados o rojos, entré a mi carpa.

"Ya todo está listo, ¿desea cenar, General Sebrin?" Preguntó Wila.

"Claro." No me mostraba miedo, pero su tono era más formal de alguna manera.

Mientras me servía la comida, no pude evitar pensar en los eventos de la tarde. "Wila," comencé, "¿habías estado antes en el ejército en batallas?"

"Sí, General Sebrin."

"¿Qué cosa o qué acción tomaba la General Cassinger con los hombres que se propasaban con las mujeres?"

La pregunta la puso incómoda. Se notó en el cambio de su lenguaje corporal. Fue algo inmediato.

"Pues, nada, General Sebrin. Eso es lo que he escuchado."

"Llámame a Albeans." Mascullé. Salió como una bala. "Kalous, Hanolu." Aparecieron frente a mí. "¿Qué hacía Reinola en el caso de que sus soldados tocaran a mujeres que no querían ser tocadas?"

"Los dejaba." Respondió Kalous.

"¿Por qué?"

"Porque decía que una mujer debía saber defenderse y mientras no fuese con ella, todo estaba bien." Dijo Hanolu.

En ese momento entraron Wila y Albeans, ambos miraron a Hanolu y Kalous y luego a mí. Sus rostros se tornaron cautelosos, como si fuese un animal peligroso. Conversé con Albeans incluso invitándolo a comer conmigo para hablar y mis suposiciones fueron confirmadas nuevamente con sus palabras. Si algún hombre de propasaba, nada sucedía en castigo.

"¿Qué vas a hacer?" Preguntó Albeans.

"¿Hoy? Nada. Ya les di un susto y no es recomendable que me odien con pasión el primer día pero mañana en la mañana por favor reúnelos a todos."

A la madrugada siguiente, antes de que el sol siquiera pensase en aparecer, ya me encontraba vestida. No tenía la armadura completa —que en Arazem consistía en la coraza y las musleras—, sólo tenía la coraza y del resto, casi armada hasta los dientes. Los zapatos esta vez no eran los del uniforme, eran unas botas más rudas con agujetas.

Me senté en el río esperando que amaneciese. Unos pensarían que me desperté temprano por el trabajo, sin embargo mis acompañantes y yo sabíamos que era mentira. No tenía aún claro si Wila me había escuchado o no, pero mientras esperaba el amanecer y que todos despertasen. Wila me había ayudado a colocarme la coraza y si bien había protestado, le dije que siguiera durmiendo.

El sol salió y escuché que los soldados se comenzaban a despertar. "Avísenme cuando la mayoría estén despiertos."

"Listo." Me dijo Kalous rato después. Me sacudí la nieve del pantalón y me puse de pie.

Caminé hacia el campamento y cada vez que le pasaba por el lado a alguien, esa persona hacía una reverencia. No era respeto lo que me tenían, era miedo pero si eso lograba lo que yo quería entonces estaría bien. Cuando vi a Albeans, le dije que me reuniera a la mayoría de los soldados, me coloqué sobre una roca y esperé. Vi mi aliento cada vez que respiraba, pero agradecí que no estaba haciendo suficiente frío como para parecer una bola de lana andante.

Hanolu y Kalous se encontraban acostados debajo de mí, ambos con poses relajadas pero alertas. Cuando Albeans reunió a los soldados noté que por mucho que gritase no me iban a escuchar todos pero supuse que los que me escucharan pasarían el mensaje.

"Muchos de ustedes," comencé en voz alta, "no me van a escuchar." Indiqué a los que estabas lejos. "Pero muchos otros sí lo harán y confío en ellos para que compartan el mensaje." Miré a los que pude. "Queda desde ahora terminantemente prohibido que los soldados del ejército de Arazem toquen a una mujer sin su permiso. Si me llego a enterar de que no fue de esa manera (y lo voy a investigar bien), lo que le pasó al soldado de ayer es poco comparado con lo que les pasará a ustedes." Sólo el silencio respondió mis palabras. "¿Entendido?"

"¡Sí, general!" Gritaron. Asentí. Me habían escuchado.

"Con esto no estoy diciendo que no follen." No sé si se sorprendieron o no ante mi palabra. "Porque los dioses saben que es difícil estar meses, qué decir años sin algo." Algunos rieron. "Pero que lo hagan con mujeres dispuestas. ¿Queda claro?"

"Sí, general." Dijeron en un tono más suave.

"Pueden retirarse. Que tengan un buen desayuno." Me bajé de la piedra. "Albeans, haz que ese comunicado llegue a todas partes." No me detuve a ver si me respondía así me fui hacia la carpa seguida de Kalous y Hanolu. Ya había desayunado de manera ligera, pero algo a media mañana no mataba a nadie.

Cuando terminé de comer, me di cuenta de que no había dicho nada sobre anticoncepción. Y que bien bruta había sido porque Adregon y yo...

Salí de la tienda en busca del médico. Supuse que, estando yo en ese lugar, el doctor que lideraba todo estaba por algún lado y si no, podía enviar un comunicado. Preguntando a un soldado, me indicó dónde se encontraba el médico del lugar. Llegué a la tienda y antes de entrar, le dije a Hanolu y Kalous que desaparecieran. Al entrar, supuse que me conocieron por lo rápido que hicieron sus reverencias.

"Buenos días, ¿quién es el médico cabeza del lugar?" Pregunté.

"Soy yo." Escuché una voz profunda y atractiva.

Cuando me di la vuelta, estaba uno de los hombres más atractivos que había visto. En mi vida.

Creo que no me molestará mucho quedarme en Arazem
, pensé. Si eres puta, me dije a mí misma, sólo por un hombre.

El hombre que me había respondido era de unos tempranos treinta. Era alto, atlético, de piel morena pero clara, tenía unos ojos avellanados, sus rasgos eran elegantes y en perfecto equilibrio con su rostro —sus labios eran delicados pero con un toque travieso, su nariz era perfilada, sus pómulos altos y su quijada era perfectamente masculina— y cabello corto.

"Un placer." Extendí mi mano. "Me llamo Piper Sebrin."

"Akrina Termak."

"Eh... Señor Termak, ¿me concedería unos momentos a solas con usted?"

Me miró sorprendido pero asintió. Salimos de la tienda y nos alejamos un poco del lugar.

"¿Qué necesita?" Me preguntó.

Sabía gracias a la televisión, que la fecundación ocurría en las primeras 72 horas después del sexo. Si estaba embarazada....

Ok, respira. Respira. ¡COÑO QUE RESPIRES!, me grité mentalmente. Respiré profundo.

"Primero que todo, ¿hay una manera en que todos estos soldados no puedan tener hijos mientras estén en la guerra?" Pregunté.

"Claro." Dijo. "Es lo mismo que utiliza el rey para evitar concepciones indeseadas. Una pócima bastante sencilla realizada con—"

Lo dejé de escuchar en mi alivio. ¡Oh! ¡GRACIAS A DIOS!, grité de alivio de manera mental.

"¿Sería posible dárselos a todos?"

"Por supuesto. ¿Les informará?" Me preguntó.

"No quiero que se maten pensando que no pueden tener hijos. Sí, sí les diré."

"¿Se encuentra bien?" Frunció el ceño. "La noto un poco pálida."

"Estoy bien, estoy bien. ¿Hay algo que me pueda dar a mí para evitar la concepción?"

Ladeó su cabeza. "Es una hierba distinta pero sí, sí se puede hacer. Puede mezclarse con cualquier bebida y no se nota."

"¿Cuántas veces la tengo que tomar?"

"Una vez al día es lo más recomendable pero debe tener cuidado. Si la deja de tomar un día, ese día será propensa a quedar embarazada."

"¿Y si por casualidad de la vida lo estuviese?" No quería preguntarlo pero debía.

Se encogió de hombros. "Sirve para antes del embarazo, no para terminarlo. Con esa se utiliza—"

Levanté una mano. "No hay necesidad. Gracias." Suspiré. "Puede llamarme 'Piper' si lo desea Señor Termak. No soy tan amante de la formalidad." Sonreí.

Él se relajó y sonrió. "En ese caso, llámame Akrina."

"Creo que ya podemos volver."

Mientras volvíamos a la tienda, le comenté de lo que quería que hiciese. "¿Quieres que mande un comunicado a los otros médicos de cabeza?" Preguntó sorprendido.

"No deseo que la guerra deje niños de Arazem por doquier. No es necesario."

"Entendido. Lo haré de inmediato."

Y se fue.    

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora