"Jaque mate." Le dije al embajador con seriedad.
El hombre abrió la boca asombrado y la cerró con una sonrisa. "General Sebrin, es usted de verdad impresionante."
"Hace tiempo que no jugaba, señor." Le dije arreglando las piezas nuevamente. "Tenía varias estrategias que quería usar."
"Es una lástima."
"El trabajo me mantiene distraída." Suspiré. "Pero prefiero que el reino esté a salvo."
El hombre miró su reloj y se puso de pie. "Tengo que irme, querida. Ha sido un placer jugar con semejante oponente. ¿Será mucho abuso pedir una revancha?"
Indiqué el tablero. "Cuando lo desee y mi trabajo me lo permita, estoy a la mejor disposición posible de volver a jugar."
Me puse de pie y me estiré. Aproveché el buen clima para mostrarle al embajador recién llegado el jardín del castillo pero ya que el juego había terminado, decidí volver. Caminé por el jardín un poco antes de volver a estar encerrada cuando escuché la voz de la princesa de Quanar.
"De verdad no sé cómo Adregon hace para soportar que esos niños lo toquen." Me detuve ipso facto.
"Tal vez les agarró cariño, Su Alteza." Respondió la dama de compañía de Nissa.
"¿Cariño?" Bufó. "¿Cómo alguien le puede agarrar cariño a esas criaturas mugrosas? ¡La general los sacó de la calle y los metió al castillo!" Mi visión se tornó roja. Su tono era de asco genuino. "No entiendo cómo puede soportar respirar el mismo aire que ellos." Ahora que lo pensaba, cada vez que ella se acercaba a Tarhik o a Zolad, notaba que se excusaba y se iba. Para unos, era algo sutil porque siempre siempre hablaba de algo como si fuese lo último que iba a decir pero ahora que decía eso, explicaba muchas cosas. Respiré profundo y traté de no hacer nada precipitado.
"No todos son como en Quanar, Su Alteza."
Uno... dos... tres, contaba mentalmente apretando mis dientes y mis puños.
"¡Obviamente!" Se carcajeó. "¿Crees que en Quanar hubiésemos permitido que esos niños siquiera entrasen al palacio? ¡¿Por qué crees que te mando a contar siempre mis posesiones?!"
Piper, aguanta, me dijo Lanaedo.
"Solo espero que si Adregon y Piper se divorcian, ella se lleve a esos bichos."
No aguanté.
Fui hasta donde esa maldita hija de puta estaba. Su dama de compañía fue la primera que me vio y palideció notablemente.
"¿Qué te pasa, Prieta?" Preguntó en voz sacarina. "¿Parece que hubieses—" Le toqué el hombro interrumpiendo lo que iba a decir.
La princesa se giró y le di un puñetazo y cuando su rostro se volteó, le di un codazo. En ese momento un acompañante salió y se me abalanzó pero Kalous y Lanaedo lo interceptaron y este se detuvo.
"¿Así que mugrosos?" Pregunté sacudiéndome la mano. "Con ese lenguaje ni 'princesa' deberías llamarte."
"¡General Sebrin!" Escuché a mis espaldas y vaya, vaya. ¿Adivinen quién me había visto? Un consejero.
Como el equilibrio era algo necesario en todo, tenía que haber un equilibrio en las veces en que Adregon y yo metíamos la pata. Como todas las veces realmente malas habían sido culpa de Adregon o indirectamente por él, parecía que ahora me tocaba a mí. Sentada del otro lado del escritorio, no pude evitar ver que Adregon no tenía expresión y que Albeans estaba que me ahorcaba.
"Dime lo que le hiciste." Me dijo Adregon mirándome desde su escritorio. No sabía lo que le habían dicho, pero sabía que él sabía que había agredido físicamente a la princesa de Quanar.
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Una General en Jefe
Romansa[4/5] 1. Arazem: Piper Sebrin, un nombre normal para una chica normal. O eso era lo que ella pensaba. Piper se fue a la cama con las preocupaciones normales de una chica de su edad, sin embargo al levantarse, su vida dio un giro inesperado. Ahora s...