Akrina no dijo nada al tiempo que terminaba de examinarme pero era obvio que, si tenía los ojos abiertos y lo único que veía era oscuridad, estaba ciega. Pude sentir que mis manos temblaban ligeramente.
"No sé qué decirte, Piper." Dijo.
"La verdad sería un comienzo." Respondí.
Adregon apretó suavemente mi mano. Desde que había entrado con Akrina (al yo negarme a ver a su doctor), no se había apartado de mi lado. "Por el momento, no sé qué clase de veneno en específico es, solo sé que afecta la visión dejando pocas quemaduras en el rostro."
Mientras lo sentía hirviendo en mi piel no se había sentido como poco.
"¿Qué le arrojaron?" Preguntó Adregon.
"Es una mezcla de muchas cosas, majestad. Lo que tengo que examinar es el veneno en sí y ver qué lo compone y ver si puedo encontrar un antídoto o si un antídoto funciona aun después de tanto tiempo. Los otros venenos para la vista que he visto son permanentes, semipermanentes o momentáneos. Desconozco la naturaleza de éste, pero creo que puedo encontrarla. Ahora, creo que el propósito real de todo esto era un distractor para—"
"Poder matarme." Completó Adregon apretando nuevamente mi mano. "Capitán Albeans, ¿ya ha encontrado a la mente detrás del atentado?"
"No, Su Majestad pero sus acompañantes y el acompañante de la general han sido bastante amables en capturar a los dos que realizarían el asesinato aparte del que le arrojó el líquido a la general." Así que Albeans estaba en la habitación. No lo había notado.
"Disculpa, ¿cuándo crees que podré recuperar la vista? Si es que la recupero." Le pregunté, ya que en ese momento era más importante mi vista que quién había intentado asesinar a Adregon. Perdón el egoísmo.
"Es difícil decirlo, Piper. Déjame primero ver la composición de esto y te digo."
"Hanolu." Sentí que apareció. "Ve con Akrina y haz que te dé a probar del veneno."
No sabía si eso serviría, pero tenía que intentarlo.
"¿Y el tratamiento? ¿Ni siquiera un paño pegado en la frente?"
"Te recomiendo lavarte los ojos tres veces al día y después ponerte una venda sobre ellos de manera tal que no te desesperes porque no puede ver."
Claro, porque una venda puede solucionar todos mis problemas, pensé.
¿Cómo rayos iba a ejercer mi trabajo? ¿Cómo iba a ser General en Jefe? En ese mundo, no apto para mis necesidades, no me quedaba de otra que hacer lo que estaba punto de hacer.
"Carith Albeans, de ahora en adelante, es usted General en Jefe del ejército de Arazem hasta que recupere la vista." Si es que la recupero, pensé. Me dirige a Adregon o donde supuse que estaba. "Si me da un tiempo puedo abandonar el castillo."
"¡No te vas a ir!" Exclamó sorprendido. Ah, verdad que era su pareja de mentira.
Cuando escuché que la puerta se abría y se cerraba y que Lanaedo me dijo que Albeans había salido, Adregon comenzó a hablar de nuevo.
"No debiste interponerte." Me dijo.
"Es mi deber protegerlo, majestad. Mi salud viene después de la de usted." Ok, era un golpe bajo, lo sabía. A nadie le gusta que le digan que no lo salvaron porque importa, sino por lo que representa.
"Igual." Sentí que su tono se endureció. "Tendrás los mejores cuidados." Abrí la boca. "Y es final."
No me quedó más que asentir.
Más tarde ese día, precisamente a la hora de la cena (en mi habitación porque no quería salir) mi paciencia llegó a cero. Ok, entendía que estaba ciega y que no podía hacer algunas cosas que hacía antes. Ok, de verdad lo entendía. En serio. Pero esa mierda tenía que parar.
En ese momento.
Entiendo que no pudiese escribir porque no seguía las líneas, no podía; también entendía que no podía leer, ni practicar arco y flecha, pero... me creía lo suficientemente capaz para comer por mí misma. Digo, ¿qué coño tenía de difícil levantar una maldita cucharilla y llevarla a mi boca? Ni que fuese ciencia nuclear.
La cucharilla tocó mi boca pero aparté mi cabeza. "General, tiene que comer." Dijo la criada.
"Puedo comer por mí misma, no soy inútil." Dije enojada.
"Pero es mejor que se la dé alguien para que no bo—" Jadeó. "Por todos los dioses..." Lo que dijo fue interrumpido por el sonar de la cucharilla al caer al piso. Cuando la cucharilla volvió a tocar mis labios, tuve suficiente y le di un manotazo a la mano, haciendo que soltase la cucharilla, fue luego de eso que invocó a los dioses.
"¡Basta!" Y creo que entendió que mi tono era final. "Basta." Repetí más calmada y frustrada. "No soy inútil: no me cortaron los brazos y aún si lo hubiesen hecho, tengo mis pies. Si vuelven a intentar darme comida, júrenlo por sus madres que no los haré colgar... Oh, no. Yo misma les haré lo que me ganó mi apodo de guerra." Me levanté de la silla tropezando con el pie del que me alimentaba, pero mi caída fue detenida por Lanaedo. ¿Cómo supe que era él? Las escamas.
Sentía que las lágrimas —de vergüenza, rabia, pena... qué se yo— se comenzaban a formar pero las aguanté, me acomodé y salí de la habitación cerrando la puerta con fuerza.
Estando sola en el patio, no pude evitar que las lágrimas comenzaran a bajar por mis mejillas pero escuché el sonido de las hojas al romperse cuando algo las pisaba así que me las sequé con el reverso de la mano. Segundos pasaron y una mano tomó la mía. "No te voy a cuidar, Piper." Dijo Tarhik.
Eran palabras que necesitaba escuchar. No quería que me cuidaran, no quería parecer indefensa. Si podían hacer algo por mí, era hacer lo que ese niño estaba haciendo: darme compañía.
Tal vez su hermano o novio la habían llamado o quizá se enteró por los chismes que le daban a la velocidad de la luz algo qué desear, pero cuando Ahlía Albeans entró a mi cuarto anunciando que era ella, rompió a llorar.
"No me he muerto." Le dije. Hace rato que había terminado de llorar y ahora estaba en mi cuarto con Tarhik y Zolad. Cuando Zolad vio a Ahlía llorar, rompió a llorar él. "¡Ahlía, cállate! ¡Mira lo que has hecho!" Me puse a Zolad en el hombro y comencé a calmarlo.
Sentí que Ahlía se acercaba a mí y me quitaba al bebé de los brazos. Ya estaba preparada para pelearle que no era inútil cuando escuché lo que le estaba diciendo.
"No llores, mi corazón. Shh, shh, ya. Prometo que no lloraré más. Vamos, una sonrisita. Una sonrisita." Por el sonido, imaginé que le sopló la barriga y el bebé rió. "¡Qué cosa más bella!" Y lo devolvió a mis brazos. "¡Listo!"
Me limité a enarcar una ceja. "¿Por qué no me sorprende?" Mascullé por lo bajo.
"¡Tarhik! ¿Cómo estás?"
"Bien, señorita Albeans."
La habitación quedó en silencio. Oh, no. Ya podía imaginarme lo que—
"Tarhik, nada de señorita. Me puedes llamar Ahlía o tía Ahlía o simplemente tía."
"Ahlía—" comencé yo.
"Calla, Piper, estoy obteniendo un sobrino."
Oook, me callo, pensé.
"Eh..." Escuché decir a Tarhik.
"Vamos, sin pena, repite después de mí: 'Tía'."
No sabía si el niño me miraba, pero igual hablé. "Haz lo que pide o nunca se va a callar." Le dije.
"Tía Ahlía."
"¡Bien!" Dijo Ahlía y pude jurar que pegó un brinquito. "Ahora tenemos que librarnos de esa formalidad."
Suspiré y después me eché a reír.
Ahlía jadeó y dijo en voz temblorosa. "No te rías, Piper."
Volteé mi rostro cuando mis risas se mezclaron con lágrimas y con disimulo, me las quité.
Ahlía estuvo conmigo un buen rato hasta que se fue prometiendo (y sin duda lo cumpliría) que volvería. Supuse que al día siguiente.
Más tarde, cuando la mayoría se había ido a dormir, me encontraba paseando por mi habitación. No veía las cosas, pero recordaba sus ubicaciones. Sería a eso de la una que mis acompañantes (los tres) aparecieron y momentos después, tocaron la puerta.
"¿Quién es?" Les pregunté a ellos.
"Los Asho-Rastra." Respondió Kalous. "Todos."
Cuando entraron, sentí que se movían alrededor de la sala de estar. Menos mal que mi salita era grande y cabían nueve personas y tres acompañantes de manera cómoda.
"Piper," dijo Yuein. "Kila quiere disculparse contigo."
"¿A qué debo el milagro cuando me intentó asesinar ayer?" No, definitivamente no era una persona caritativa.
Escuché pasos muy ligeros y sentí la tensión de mis acompañantes.
Está de rodillas a ti, me dijo Hanolu.
"Quiero disculparme con usted, General Sebrin que, con su promesa a un dios, le ha salvado la vida a Su Majestad." Dijo la mujer. "No debí actuar como actué."
"Primero, no soy General en Jefe; segundo, me hubiese venido de perlas escuchar eso ayer."
No, no se los iba a hacer más fácil.
Escuché un ligero movimiento.
Están todos de rodillas, me dijo Hanolu.
"Le agradecemos," dijeron todos al mismo tiempo. "Haber salvado la vida de Su Majestad dos veces en tan poco tiempo."
Bufé. "En especial cuando la última debió de ser su trabajo. No el mío."
Están tensos, me dijo Kalous.
Me importa una mierda, repliqué.
Ellos sabían que yo tenía razón. Contrario a ellos, yo era Asho-Rastra a tiempos y ellos lo eran a tiempo completo.
Se ponen de pie, dijo Lanaedo.
"Lo sabemos." Dijo Yuein. "Nos prepararemos mejor y nuestras puertas siempre están abiertas para tus entrenamientos, Piper."
¿Sigue la marca de Galaos en mi brazo?, le pregunté a nadie en particular.
Sí, respondieron los tres.
"Parece que voy a entrenar con ustedes más rápido de lo que piensan." Admití.
Los Asho-Rastra se retiraron y pudieron haber pasado unos diez o quince minutos hasta que la puerta de mi habitación sonó de nuevo y se abrió.
Solo había una persona en el castillo que entraría a mi habitación tocando una vez o sin tocar.
"No estás dormida."
"Podría decirte lo mismo, Adregon. Tampoco creo que pensaras que estaba durmiendo." Le dije.
Cómo extrañaba unos lentes de sol en ese momento o en general. No me iba a poner unas vendas y no iba a andar con dos parches pegados en los ojos.
No.
Primero muerta que bañada en sangre.
¿Sabes que te has ensuciado con sangre, no?, preguntó Hanolu.
Suspiré mentalmente. ¡Es un decir!
"Más tarde hay consejo." Coño. "Veo que entiendes la seriedad del asunto."
Bufé. "¿Cómo no hacerlo?" Mordí mi labio. "Ya no soy General en Jefe, es Albeans. ¿Qué quieren conmigo?"
"Quieren hablar contigo pero bajo ningún concepto debes hablar sola con ellos."
Su tono no me gustaba. Para nada. Era como si al perder la visión, perdiese también la cualidad de protegerme por mí misma.
No acordaba haberme rebelado en alguna ocasión (siendo la palabra clave 'acordaba') pero en esa sentía que lo iba a hacer.No le dije eso.
Más tarde cuando ya era de mañana, le dijeron a Albeans que el consejoempezaría un poco más temprano de lo usual lo cual me pareció un poco raroaunque como razón, puse que mientras más temprano fuese, más rápido selibrarían de mí.
Supe mi error al entrar.
Estaba completa y absolutamente segura de que Adregon no estaba en el lugar porcómo comenzó a hablar el consejero Tuiro.
"Nos hemos enterado que le ha dado el puesto de General en Jefe al anteriorCapitán en Jefe, Carith Albeans."
"En efecto." Respondí.
"Permítanos felicitarlo por su ascenso, General Albeans." Todos aplaudieron,incluyéndome. No iba a dejar que ellos le diesen el puesto a alguien en quienyo no confiaba. "Ahora, concentrándonos en otros asuntos, si ya no es general,señorita Sebrin, debería enfocarse en su otro deber."
"Cierto." Comentó otro consejero.
"... Ya que nadie explica un carajo, ¿a qué se refieren con eso?" Espetémolesta.
"Se refieren" escuché la voz enojada— no. Furiosa de Xestan. "A que quieren quetenga a los hijos del rey, señorita Sebrin."
Para ellos, sin mi título de General en Jefe, yo era simplemente una máquina debebés. Recordaba con claridad que, según las reglas de Arazem, la pareja del reyo la reina no era nada —era considerado un cero a la izquierda— a menos que elrey o la reina dijera que sí era importante o que dicha pareja pudiese proveerlos herederos y, probando que para algo servía, fuese tratado con mayordeferencia.
"Pues tiene que tener a los herederos al trono, por supuesto." Comentó uno enun tono condescendiente.
Me puse de pie. "No." Me volteé y comencé a andar hacia la puerta que menos malme quedaba cerca y de camino recto.
"Señorita Sebrin, si—"
"No voy a ser una máquina de bebés, consejeros." Les dije sin voltearme.
"¡Es pareja del rey y es su deber!" Rugió Tuiro.
"Puede meterse su deber por el hueco del culo en lo que a mí respecta," unapuerta se abrió, "además, no soy—"
"Basta." Me interrumpieron. Esa voz me hizo enderezarme, después de todo erauna voz que conocía muy bien.
Estabas a punto de decir que no eres la pareja legítima de Adregon, me dijoLanaedo.
¡Me vale un coño! ¡No voy a ser tratadacomo a ellos les de la puta gana!, le grité mentalmente. ¡Estoy ciega pero no soy inútil!
"¿Se puede saber por qué adelantaron el consejo?" Cuestionó Adregon en unavoz tan fría que pareció haber descendido la temperatura de la habitación.
"Su Majestad—" comenzó Tuiro. Pude notar, con satisfacción, que con voz dudosa.
"Están sobrepasando sus deberes, señores."
"¡Cuando la pareja del rey ya es inútil como general por lo menos debe ser útilpara dar hijos!" Exclamó uno.
Escuché que una silla se movía, es decir, que alguien se ponía de pie.
Xestan, ofreció Hanolu.
"Me dan asco, señores." Dijo Xestan. "Asco y vergüenza."
No sé qué pasó después de eso, porque me salí antes de escuchar algo.
Entendí por qué Adregon no me quería sola con el consejo. Y si era sinceraconmigo misma, debía darle la razón.
Le pedí a Hanolu que por favor me guiase hasta el establo real. Cuando lleguécon Ira, tomé un cepillo y comencé a pasarla por sus pelos. No había necesidadde hacerlo, porque estaba segura de que lo hacían con regularidad pero queríaalgo que me sacase de mis pensamientos aunque sea por un momento.
Mis acompañantes se mostraban renuentes de dejarme, pero igual les pedí a dosde ellos (esa vez a Lanaedo y Kalous) que cuidasen a los niños. Sentí cuandodesaparecieron y no pasó mucho cuando sentí que volvieron a mi lado.
¿Qué pasó?, les pregunté.
Mekina y Neroa están cuidando a los niños. Mekina a Zolad, Neroa a Tarhik,explicó Lanaedo.
Adregon. A veces pensaba que no me conocía, pero otras veces sabía exactamenteen qué estaba pensando probando que me equivocaba.
"¡Señorita Sebrin!" Escuché que dijo Weil. "Qué sorpresa verla por acá."
Vaya, una de las pocas personas que no titubeaba en hablarme.
"Weil." Lo saludé. Escuché que traía un caballo con él aunque no estaba segura."¿Tienes a uno o dos caballos contigo?"
"A uno, señorita. Uril se está encargando de los demás."
'¿De los demás?', pensé.
"¿Acaso ha llegado alguien?"
"Sí, señorita. Ha llegado el príncipe de Walktar, Delion Anoryth."
Delion. Me había olvidado por completo de él.
Bueno, no es que pudiese recibirlo como dictaba la etiqueta porque Adregon nome había mandado a llamar y no era General en Jefe.
Siguesss ssssiendo Asho-Rastra, comentó Hanolu.
Tenía razón. Para mal o para bien, tenía razón.
A veces, por los comentarios de Hanolu la cola, parecía que en vez de tenertres acompañantes, tenía cuatro.
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Una General en Jefe
Romans[4/5] 1. Arazem: Piper Sebrin, un nombre normal para una chica normal. O eso era lo que ella pensaba. Piper se fue a la cama con las preocupaciones normales de una chica de su edad, sin embargo al levantarse, su vida dio un giro inesperado. Ahora s...