Capítulo 2

3 0 0
                                    

Decidí tratar de espiar personalmente donde se encontraban los que harían el revuelo, así que me cambié a una ropa bastante sencilla y por lo visto bastante usada que no me haría resaltar. Gracias a los consejos de Adregon, decidí ir descalza y de paso despeinada. No era mi mejor atuendo, a decir verdad. Aunado a eso, mis acompañantes no me iban a, valga la redundancia, acompañar de cerca —lo harían a una distancia un poco lejana.

Cuando entré al pueblo, lo hice caminando y tomando las riendas de Ira (le había cambiado las riendas que generalmente usaba por unas viejas). Caminé entre las personas y aunque más de una me echó una mirada, más de las que hubiese pensado se quedaron en mí. Entré a la panadería donde pedí pan aparentemente contando mi dinero, fingí que iba a pedir cuatro pero compré tres por la supuesta falta de dinero. Cuando salí de allí, volví a tomar las riendas de Ira y me acerqué a una frutería donde, contando el dinero nuevamente, elegí dos frutas que sabía le gustarían a la yegua.

Cuando terminé de pagar, le di una de las frutas a Ira.

"Eres nueva por acá." Escuché detrás de mí. Me volteé con rapidez colocando una mano en mi pecho y una expresión asustada. "Perdón, con quise asustarte."

Sacudí mi cabeza. "No hay problema."

"Eres nueva por acá." Repitió. Asentí sin decir nada e Ira se acercó a mí y acarició mi mejilla. "¿Qué haces por acá?"

"Em... Bueno, yo... estaba recorriendo los alrededores y vi fuego, así que pensé que habría un pueblo cerca y me acerqué. Compré pan y fruta." Me miró y me hice la nerviosa. "Mire." Extendí el pan.

El hombre bufó y se alejó.

Estaban bastante sospechosos, lo que me hizo alegrarme de mi decisión de vestuario. No llevaba vestido la mayoría del tiempo como solía ser la costumbre, pero elegí hacerlo en ese momento. Agradecí también que no preguntase por el excelente estado físico en el que estaba Ira (alguien bastante observador lo hubiese notado y preguntado), ya que eso hubiese causado problemas.

Tomé las riendas de mi yegua y salí de ese pueblo.

En la noche, si bien no se trabajaría completamente en grupo, todos estuvimos de acuerdo en que tendríamos que enviar un grupo a investigar; la vestimenta que nos proporcionaron los dioses fue perfecta con su oscuro color y lugares para guardar armas. Además, según mis tres acompañantes, el traje neutralizaba todo olor así que nos ocultaba si nos perseguían por olor.

En mi tiempo entrenando con los Asho-Rastra, había aprendido a usar mejor ciertas armas y ahora había tomado como favoritas a las sai. Eran fabulosas y extremadamente versátiles.

Estar con un grupo muy bien preparado me hacía las cosas mucho más sencillas, ya que todos sabían qué se debía hacer y qué no. Era extraño, pero la noche estaba muy calmada, incluso tensa pero nos movíamos como uno aunque no intercambiábamos palabras.

Agáchate, me dijo Kalous.

Me tiré al piso ipso facto y vi que los demás hicieron lo mismo.

​ Cuando Kalous me dijo que el peligro pasó me puse de pie.

El ambiente colaboraba con la misión —la noche estaba un poco nublada, el viento soplaba haciendo que los árboles se movieran y sonaran algunos móviles en algunas casas.

Cuando estuvimos seguros de que podíamos investigar, comenzamos a hacerlo.

Teníamos ventajas en ciertas cosas y era que nuestros acompañantes estaban obviamente mejor entrenados para tomar acciones de investigación.

Comencé a caminar entre las calles, buscando y viendo de qué material eran las casas y los sitios.

¿Qué tan sencillo es entrar a las casas?, pregunté tocando la pared de una.

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora