Capítulo 5

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Una vez que todos los hombres estaban fuera de la prisión -y todos los soldados muertos-, fuimos al lugar donde no me habían creído al decir mi nombre.


"Discúlpenos, General Sebrin." Dijo la que había exigido que le diese pruebas de mi identidad poniendo un vaso en la mesa frente a mí. "No estamos acostumbrados a creer todo lo que dicen y más cuando los sold-"

"Lidiana," dijo un hombre. "Basta."

La mujer se sonrojó y no dijo más. Descubrí que a los hombres de Arostra se los había estado matando públicamente por unos tres días desde que la ciudad cayó en manos de Captol.

Te lo dije, le dije a Kalous.

"Fue nuestra culpa." Dijo un hombre apretando los puños. "Dejamos la ciudad indefensa y-"

"No fue su culpa." Fue mía, me dije. "Ahora tenemos que recuperar a Arostra pase lo que pase. ¿Quién está acá?" Pregunté.

"El General Marcox partió hace dos días si por el chisme de pasillo nos guiamos." Comentó un joven de unos veintitantos.

"Con razón me creyó." Musité para mí misma. "Hay que liberar a los demás. Los soldados llegarán aquí en mañana por la mañana o mañana en la tarde. Mientras tanto, hay que hacer lo posible para liberar a los demás." Había rescatado veinte hombres y hubiese rescatado más si hubiera llegado antes.

"General Sebrin, ¿puedo hacerle una sugerencia?" Dijo otro hombre. Asentí. "¿Y si sacamos a los demás hoy?"

"No han comido en dos días. Sólo han tenido agua en sus cuerpos. Agua que, según ustedes les daban una vez al día al mediodía." Negué con la cabeza. "No me sirven soldados que sólo sean carne de cañón." Me miraron extrañados. Supongo que el cañón no existía en ese mundo. "Perdón. Serán carnada y servirán sólo para morir." Me levanté. "No vale la pena."

"¡Estamos bien!" Exclamó otro poniéndose de pie.

"Se lo rogamos, General Sebrin. Déjenos salvar a nuestros compañeros." Miré los rostros de cada uno. Querían hacer algo, no se querían quedar sentados pero sabía que estaban cansados.

Por otro lado, se enterarían pronto de la desaparición de los soldados y los asesinatos de los otros -aun cuando se escondieron los cuerpos. Miré a varios.

"Sinceramente," miré a cada uno, "y no los juzgaré por débiles, están cansados y no tuvieron unos días fáciles. ¿Quién puede ir conmigo a liberar a los demás?" Antes de que todos se pudieran de pie. "Kalous matará a todo aquel que se rezague." Agregué de manera seria. Era mentira, pero ellos no sabían eso.

Kalous apareció a mi lado y lo comencé a acariciar. Después de un minuto, cinco se pusieron de pie y por supuesto eran los más jóvenes. Asentí.

"Busquen algún arma que liberaremos a los demás. Los quiero listos a medianoche y una advertencia: no será sencillo pero lo haremos. Ahora, si me perdonan tengo que ir a cambiarme."

"¿Le apetece un baño, General Sebrin?" Me preguntó una mujer.

"Un balde de agua para llevar estará bien."

Me fui del lugar con Kalous yéndose por otro sitio con el balde de agua mientras yo buscaba donde había escondido mi ropa. Cuando llegué, Kalous ya estaba allí. Me quité la ropa sucia, medio me lavé y me coloqué la mía.

Cuando volví al lugar al tiempo indicado, los seis estábamos listos.

Como predije, no fue fácil pero logramos liberar a quince personas más y volvimos al escondite para recuperar fuerzas. Me acosté en la cama y debía ser por el cansancio que caí inconsciente de manera inmediata.

A las seis de la mañana una campana me despertó. "¿Qué es eso?"

"Es la campana de alerta." Respondió uno de los que había rescatado ese día. Estaba gravemente golpeado.

Sonreí y me puse de pie.

"Parece que el ejército de Captol ha llegado." Dije y un escalofrío recorrió mi espalda. Volteé pero no había nada detrás de mí, sólo la pared. ¿Pero qué coño está pasando?, me pregunté frunciendo el ceño. Sacudí mi cabeza mientras tomaba mi espada

Después de muchas luchas, varias heridas en mi cuerpo y más muertos del lado de Arazem de los que me gustarían, me limpié la frente del sudor que caía mientras jadeaba.

"General Sebrin." escuché detrás de mí. Giré y Wila se encontraba agarrando las riendas de Ira. Me hizo una reverencia. "Me complace anunciarle que ha recuperado de manera satisfactoria Arostra."

"Qué... bien..." Jadeé. "¿Algo más, Wila?"

Se acercó a mí y me extendió un pergamino. "Esto llegó una horas después de su partida, General Sebrin." O sea que esa correspondencia debía tener más de diez días de atraso. Tomé el pergamino y lo abrí.

General Piper Sebrin
Deseo que no haya tenido un inicio de su posición muy duro, después de todo la sombra de la General Cassinger no es algo fácil de cubrir. ¿Cómo ha pasado sus primeros días? Espero recibir un informe de que ha acontecido o al menos buenas noticias. Espero que pronto podamos comunicarnos con mejor privacidad y, si todo sale bien, será pronto.
Atentamente,
A. Restien, Rey de Arazem.
P. D.: No olvide, general, que nadie está por encima de usted.
Excepto yo.

¿Era en serio? Bufé y me eché a reír en voz baja.

"Gracias, Wila." Respondí. "Al parecer voy a tener buenas noticias que contarle aunque, ¿podrá esperar a que llegue al campamento?"

"Como desee, General Sebrin. ¿Cuándo partimos?"

Podía sonar irreal pero no quería estar un momento más allí y necesitaba estar sola. Lo necesitaba. Además de que no era mi responsabilidad reestablecer el orden en Arostra -mi responsabilidad estaba en ganar la guerra.

"Hoy mismo, Wila. ¿Será posible darme un baño antes?" Estaba llena de sangre, algo que no me gustaba para nada.

"Sus deseos son órdenes, mi general."

Cuando llegué al campamento luego de días de viaje, lo primero que hice fue ir hacia el río y me lancé en él con todo y ropa.

Y colapsé.

No fue bonito pero nadie me vio. Al menos esas eran las órdenes que le había dado a Kalous y a Hanolu. Cuando entré a mi tienda, chorreando agua y temblando del frío, Wila se apresuró a mi lado para quitarme la ropa.

"¿Siempre vas a huir al río después de una batalla?" Bufó Albeans.

Tomé un cuchillo y se lo lancé sólo para ser detenido por una cosa oscura con silueta de mujer aunque cubierta por una túnica negra. Parecía una sombra.

Es su acompañante, me dijo Hanolu.

"Debí suponerlo." Mascullé.

La sombra se movió pero Hanolu y Kalous aparecieron y comenzaron a rugirle.

"Rayker, no hay problema." Dijo Albeans y la sombra desapareció.

"Si no vas a decir nada productivo, hazme un favor y- No, mejor no hagas nada." Sacudí mi cabeza y me comencé a quitar las ropas húmedas. Con todo lo que había pasado, lo menos que me importaba es que me viese desnuda. "¿Qué haces acá?"

"Vengo a realizar un informe." Tuvo la decencia de voltearse.

"Ah, ese informe. ¿Qué contiene?"

"Información básica tuya y algunas cosas sobre lo que hiciste." Suponía que Adregon lo había ordenado.

"Pregunta."

"¿En qué fecha naciste?" Ok, el calendario de llevaba por uno muy parecido al de mi mundo pero ¿sería igual? Le di el número de día y mes a Albeans y como Reinola también tenía dieciocho, le dije que tomase ese mismo año. "Eres mayor que Reinola."

Lo miré pero él me daba la espalda. "¿Y?" Enarqué una ceja.

"Eso es muy inusual en el clanx. Es aun más inusual que el clanx ya que son exactamente iguales en las cosas básicas."

"Mi mamá tenía fecha de parir dos semanas después pero se cayó y entró en trabajo de parto."

"Eso explica muchas cosas." Escribió.

Después de varias preguntas, se fue y con él desaparecieron Kalous y Hanolu.

Ya completamente vestida, escribí la respuesta a Adregon.

Su Majestad,
Me complace informarle que ha recuperado la ciudad de Arostra con pocas bajas por parte de su gente; detalles de la batalla supongo irán incluidos en el informe enviado por Albeans y por la información suministrada por los soldados de Arostra. Creo que ya he ganado (sino el respeto) aunque sea el miedo de los soldados, lo que les impedirá (o al menos espero) cometer cualquier acto idiota.
Mis más sinceros buenos deseos,
P. Sebrin, General en Jefe del Ejército de Arazem (<-- un poco largo el título, ¿no?)
P. D.: No entendí lo de la privacidad.

Esa noche, soñé con serpientes. Muchas serpientes. Sentí que se enrollaban en mi cuello. Me desperté jadeando y agarrando mi cuello pero no sentí nada. Todo estaba oscuro y la poca iluminación venía de afuera de la carpa.

"¿Qué rayos me está pasando?" Me pregunté pasándome una mano por los cabellos. Me volví a acostar y me costó dormir -sobre todo por la sensación de que me estaban viendo.


Cuando desperté a la mañana siguiente, salí de la carpa pero Wila me interceptó. "General Sebrin, tiene una carta." Me la entregó.

Era una carta informándome que el General Trinen estaba furioso por mis órdenes y que ya había recuperado el pueblo. Tuvo el tupé de felicitarme por eliminar a unos pocos soldados que 'intentaban' dominar Arostra.

Maldito, dije mientras arrugaba la carta en mi mano. La abrí otra vez releyendo.

"Wila, búscam-" Las palabras quedaron en boca cuando sentí algo húmedo salpicaba en mi rostro y lo siguiente que supe fue que estaba con el rostro en la tierra. "¡¿Pero qué coño?!" Rugí sintiendo un cuerpo sobre mí, escuché el gruñido de Kalous sobre mí al tiempo que por el rabillo de mi ojo derecho veía que algo rojo se movía mientras rugía y escuchaba un grito de hombre mientras que, al mismo tiempo, escuché que algo cayó frente a mí. Por instinto miré.

Deseé no haberlo hecho. Jamás había deseado tanto algo en mi vida.

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora