El anuncio de la guerra había puesto a todos en movimiento y para el final de la tarde (sí, tarde), se supo con certeza qué había disparado la guerra: el asesinato del embajador de Arazem en Captol. No sólo eso, también se supo que Captol había comenzado a actuar destruyendo algunas aldeas pequeñas en las fronteras.
Y entonces, Adregon dio la orden: aquellos que estuviesen listos partirían esa misma noche y se reunirían con los puestos más cercanos a la frontera, la seguridad del castillo quedaba en manos de la Guardia Real, cualquier otro movimiento de Captol sería informado y la General en Jefe (yo) quedaba a cargo de la mayoría de los ataques. Después de eso se retiró.Conmigo, partirían Leitan y Siphen. Los otros tres irían por un camino que no me estorbase ni interfiriese a menos que lo ordenase. Cada uno de ellos era libre de hacer lo que quisiera siempre y cuando tuviesen mi permiso.
En la madrugada cuando todo se encontraba ya listo pregunté por Adregon y me dijeron textualmente 'Su Majestad le desea la mayor de las suertes pero dice que no desea ser molestado hasta el día siguiente a menos que esté perdiendo la guerra' y yo entendí la indirecta. Monté a Ira con Albeans a mi lado en su propio caballo y salimos. Íbamos en ese momento ocho personas: Albeans, Leitan, Siphen, los escuderos y yo. Me enteré ese día que tenía una escudera.
Mi escudera se llamaba Wila Caister, tenía veintitrés años, estaba soltera —ella compartió esa información— y quería llegar a un alto puesto en la milicia. Decía que era un honor y un privilegio estar al servicio de la General en Jefe. Era una chica bastante amable y muy linda, sin embargo a primera vista no estaba segura de si tenía lo que se necesitaba para estar en el ejército (y eso era decir mucho cuando provenía de una inexperta como yo). Por supuesto que, los demás pensarían lo mismo de mí. Llegaríamos al lugar de encuentro en dos días y medio y los generales llegarían a la frontera en ese mismo tiempo o menos ya que se necesitaban con urgencia en ese lugar. Con toda sinceridad, era posible que Albeans, los generales y yo llegásemos en menos tiempo pero los caballos de los escuderos no eran tan rápidos como los de nosotros.
"¿Y ese atuendo?" Preguntó Albeans. Los generales, él y yo nos encontrábamos sentados alrededor del fuego mientras los escuderos armaban el campamento para pasar la noche.
"Me preguntaba lo mismo." Comentó Leitan.
"No me gustaba el uniforme de Reinola así que lo cambié. Primero pedí el permiso de Adregon."
"Ciertamente es más bonito que el de Reinola, ¿pero será igual?"
"Con este no peleo aunque puedo hacerlo." Le dije a Leitan. "Después de todo, no voy a salir desarmada en plena guerra."
Se habló de cosas triviales hasta que los escuderos terminaron de armar todo y nos fuimos a dormir.
Haciendo el cuento corto, llegamos al lugar donde el ejército estaba reunido y no pude evitar los nervios que me asaltaron. Era obvio a simple vista que, si bien tenía la aprobación (aparente) de Albeans y los generales, eso no decía que tenía la de los soldados y ellos eran más importantes.
Tranquila, me dijo Kalous sin aparecer, aprenderán a respetarte.
Pero tienes que ser a veces cruel, Piper. El respeto con estos hombres no es nada fácil de ganar, me dijo Hanolu. Incluso vas a tener que ser sanguinaria.
Genial. Simplemente genial.
Mirando el campamento, noté que todas y cada una de las carpas estaba apta para el frío. Entendible ya que desde hacía un buen rato había comenzado a nevar y una ligera capa de nieve cubría todo. El sitio era excelente, se escuchaba un río no muy lejos así que no nos tendríamos que preocupar por agua excepto...
Hanolu.
¿Sí, Piper?
Revisa que el agua no esté envenenada, sentí que desaparecía.
"¿Qué piensas tanto?" Preguntó Albeans a mi lado.
"Que es fortuito y bueno que estemos al lado del río... si es que no está envenenado."
"Creo que ya hay alguien encargado de eso."
"Nunca es malo estar prevenidos."
Entré a la carpa que me habían armado. Creo que era una de las pocas personas que podía decir que tenía una cama en el lugar junto con una mesa, sillas y libros. Era la propia habitación fuera de Arazem. Mientras Wila comenzaba a ordenar mis cosas, me quité el vestido —a lo que ella protestó ya que era su trabajo— y lo puse en el respaldar de la silla. Miré mi espada, contemplando si llevarla o no pero decidí no hacerlo confiando en que estaría bien con los cuchillos que tenía escondidos (y no tan escondidos) en el cuerpo.
Salí de la carpa pensando conocer a algunas personas cuando alguien tropezó conmigo. Si hubiese simplemente tropezado, no hubiese pasado nada malo. Lo que me dejó fría fue la manera en que agarró y apretó uno de los senos a través de la camisa.
Nunca había sido violada y tampoco quería serlo. Pero creo que eso era un poco parecido a ello. Sentir que te tocaban cuando no querías era espantoso. Podía suponer que era un error, pero eso acabó cuando lo escuché reír con sus compañeros. Quería creer que el soldado no había sido así de estúpido. Quería. Pero era imposible no saberlo cuando aún sentía la mano del maldito en mi pecho. ¿Lo peor? Se comenzó a reír a carcajadas diciendo que menos mal yo no era Reinola ya que lo hubiese botado del grupo. Recordé algo que creía haberle escuchado a Adregon: 'Las personas aprenden a la mala. Haz ejemplo de uno para que ningún otro haga lo mismo."
Pues bien por Reinola, pero yo sería... ligeramente más drástica.
"Kalous, por favor," murmuré y fueron segundos los que pasaron entre la risa del hombre y los gritos de pánico. Kalous colocó al hombre frente a mí, yo lo tomé por la camisa, le di la vuelta y lo pegué contra el suelo donde yo coloqué mi pie en su espalda y presioné haciendo que su cara pegase contra la nieve. Él se movía, pero para algo había entrenado con Albeans hasta el cansancio.
Esperé segundos y lo dejé subir la cabeza para luego volver a presionar con fuerza (esta vez en la parte de atrás de su cabeza) haciendo que su rostro estuviese nuevamente en la nieve pero esta vez con más fuerza. Me moví pero sólo para sentarme en la espalda del hombre, extendí mis piernas tomando el pequeño cuchillo que tenía en el cinturón de mi pantalón y comencé a darle vueltas en mi mano; tomé el cabello del hombre y lo jalé. "Ajá, veamos. ¿Qué hacemos acá? Mmmm... ¿Kalous?" Kalous apareció frente al soldado y comenzó a rugir de manera bastante amenazadora. "Kalous no te lastimará, no te preocupes." Le dije y el soldado se relajó. "Pero no dije que yo no."
Los próximos minutos fueron bastante sangrientos y ruidosos, ya que cada vez que hacía algo, el hombre gritaba. Cuando terminé, arrojé un ojo a mi lado. "¿Hanolu?" Apareció a mi lado. "Tú cómete eso." Mi acompañante hizo lo que le pedí y devoró el ojo del soldado, me incorporé y volteé al hombre con mi pie. Yacía en la nieve temblando y pude ver que entre sus piernas, la nieve estaba amarilla. Del resto, la nieve a su alrededor tenía un color rojizo y en su espalda rezaba un 'No debo tocar a nadie sin su consentimiento'. "¿Alguien más quiere tocarme sin mi permiso?" El silencio era absoluto. "¿Nadie?" Esperé observando las miradas aterradas de los soldados que se habían acumulado para el espectáculo. "Muy bien, me alegra que hayan comprendido. Capitán Albeans, por favor busque un doctor que cure las heridas del hombre." No tuve que ser adivina para saber que estaba allí.
"P-P-P-Pero, general," dijo el doctor que estaba cerca —el miedo coloreaba su tono. "No puedo volver a poner el ojo—"
"Ya va," lo detuve. "¿Y quién le dijo a usted que le colocase el ojo? Por algo Hanolu se lo comió. Sólo detenga la hemorragia y mándelo a casa con baja."
"¿Co-Co-Con un reporte?"
Miré al hombre en el piso. Si el doctor no se apuraba no le quedaría mucho de vida debido a la pérdida de sangre que seguía fluyendo de las heridas aunque el frío hacía que no fuese tanto. "No. Di que perdió el ojo en una pelea con un animal salvaje. Ahora, si me disculpan," señalé mi ropa. "Necesito quitarme esta sangre de encima."
Caminé hasta el río que quedaba cerca del campamento y una vez que escuché 'No hay nadie cerca' por parte de Kalous, vomité en el agua hasta decir basta. Vomité hasta que ya no quedaba más que botar, hasta que ya sólo sentía las arcadas.
El río corría, pero igual me moví un poco más hacia arriba y me tiré en el agua. Estaba helada, pero eso no impedía que hiciese lo que quería hacer. Me lavé la cabeza, me quité la ropa y comencé a estrujarla tratando que quitarle la sangre y una vez que las creí limpias, las arrojé a la orilla pero lo que tenía más esmero en limpiar, eran mis manos. Las lavé y lavé hasta que estuve segura de que no quedaba nada de sangre en ellas, ni sangre visible ni olor alguno. Salí del río temblando, rogando que no me diese una hipotermia.
Escuché que las hojas se movían y vi a Albeans aparecer entre ellas —tenía que aplaudirlo, porque ni una vez desvió su mirada de mi rostro. "Te traje ropa." La colocó en una ramita y se dio la vuelta, me acerqué, la tomé y me la puse mientras temblaba. Cuando estuve vestida, se dio la vuelta. "Supuse que la necesitarías."
"Tenías razón. Gracias." Recogí mi otra ropa. Supuse que Wila estaba muy asustada como para verme. "¿Crees que me pasé?" No pude evitar preguntar. Recordé que tenía que ser así, pero no sabía que podía ser tan... cruel o fría. Me daba miedo. Mucho miedo. Jamás me había comportado de esa manera.
"No. Está bien. Vivirás con hombres por quién sabe cuánto tiempo, es mejor inspirarles miedo a que piensen que pueden hacer lo que les da la gana." Replicó. "Aunque yo lo hubiese dejado morir."
"No quise llegar a ese extremo," susurré.
"Te están llamando Toras."
"¿Y eso es?"
"En nuestra región, Toros es el que se encarga de que todo quepa en el baúl del infierno aún si tiene que destripar o descuartizar para que algo entre. Otros lo llaman El Carnicero."
"Aaaah... ¿Entonces Toras es el femenino?"
"Exacto."
Bufé. "Otra cosa más para poner en el reporte. Piper 'Toras' Sebrin."
"Al menos lo estás entendiendo."
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Una General en Jefe
Romance[4/5] 1. Arazem: Piper Sebrin, un nombre normal para una chica normal. O eso era lo que ella pensaba. Piper se fue a la cama con las preocupaciones normales de una chica de su edad, sin embargo al levantarse, su vida dio un giro inesperado. Ahora s...