Capítulo 3

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Despierta, escuché.

Abrí mis ojos y todo estaba iluminado nuevamente por velas. Temblé y todo me dolía.

¡Estás despierta!, vitorearon mis acompañantes al mismo tiempo.

Al menos no estoy muerta, repliqué.

Sentí su presencia antes de escucharlo. "Te puedo curar o te puedes curar sola." Escuché que me decía.

"¿Qué tengo que hacer para que me cures?" Sabía que no era de gratis.

"Duerme conmigo."

"Jódete." Galaos se echó a reír.

"¿Al menos pensaste lo que ibas a decir?" Rió. "Pero no caminarás en mucho tiempo."

"Peores cosas pueden pasar. Si llego a Arazem le digo a Akrina que me cure así me tenga que volver a romper los huesos."

Escuché pasos muy ligeros y luego sentí una mano bastante fría en mi frente.

Crack.

"¡Coño de la madre!" Grité. Y escuché rugidos y siseos bastante agresivos pero nada más eso.

"¿No gritaste mientras te torturaban pero sí mientras te devuelvo a la normalidad?" Dijo Galaos como para sí mismo mientras en la habitación comenzaban a sonar mis huesos al volver a su estado original.

Una vez que me curó, desapareció. Yo seguí echada en el piso (o donde quiera que estuviese) empapada en sudor, mis acompañantes se despegaron del piso saltando hacia dónde décimas de segundo antes había estado el dios pero no lo atraparon —si por sus reacciones me llevaba, supuse que el dios les había hecho algo para que no se moviesen. Lentamente, me senté y si bien me dolían ciertas partes del cuerpo, no era un dolor que me impedía moverme.

"¿Por qué me curaste?" Pregunté frunciendo el ceño mientras apaciguaba a mis acompañantes con la mano.

Porque te necesitamos y prefiero que ganemos a que perdamos por tu falta, dijo.

"Hmph. Eso lo explica."

Cuando salí de mi tienda, nadie se acercó a mí a preguntarme qué me había pasado, pero podía notar ciertas miradas en sus rostros. Me troné los nudillos y les dije que estaba bien y que moviésemos el culo para eliminar a los que eran una amenaza a nuestros reinos.

Si bien me habían atrapado, el grupo que lo había hecho no había dicho que tenían a alguien en interrogación así que los demás en el lugar no habían actuado. Esperamos entonces que la criatura que teníamos que borrar del mapa a toda costa apareciese en el pueblo y allí, comenzamos a movernos.

La noche era callada —no se escuchaba un animal, ni siquiera los insectos, el viento no soplaba y nadie hacía ruido. El cielo nocturno estaba despejado y no se veían nubes de tormenta por ningún lado. Respiré profundo mientras me colocaba las armas en mi traje y me colocaba guantes.

No sabía si ese día era el día, pero cuando salí de mi tienda vi a los demás vestidos, como si de alguna manera todos pensásemos exactamente lo mismo de la situación en la que nos encontrábamos.

Juntos, nos fuimos al pueblo y cada uno eligió su camino. Personalmente me aparté, ya que no quería que me agarrasen de nuevo y en tal caso mataría a distancia si veía algo extraño. Mis acompañantes, por lo sucedido, se negaron a dejarme completamente sola.

Kalous, Hanolu, cuando todo comience vayan y asesinen a todo enemigo que se les atraviese, les ordené desde mi posición en un tejado. Lanaedo, tú quédate conmigo.

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora