Capítulo 5

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Los gemelos terminaron de pintar a Adregon en tres días y luego él se fue a una reunión con todos los reyes. En ese tiempo, quedé encargada del reino.

Cuando tocaron la puerta de mi oficina, pensé que sería algún soldado o Albeans que iría a pedirme algo, sin embargo me sorprendí al ver a los gemelos pintores Sisha y Ghena Leisten.

"¡Te queremos pintar!" Dijeron los hermanos al mismo tiempo.

"Eeh, gracias... supongo." Dije.

"¡Permítenos pintarte!" Exclamaron.

Nunca, nunca en mi vida había conocido 'gemelos' (porque no eran iguales) que hablaran al mismo tiempo. Y sí, había conocido como cinco e incluso unos que eran exactamente iguales.

"¿Cómo exactamente me quieren pintar?" Pregunté bajando la pluma.

"Yo te quiero pintar con tu armadura de General en Jefe." Dijo Sisha.

"Ok, no hay problema."

"¡Sí!" Chocaron las manos.

Ok...

Miré a Ghena esperando saber cómo quería pintarme ella y por algún motivo, su expresión me indicó qué sería.

"Yo quiero pintarte desnuda." Dijo ella.

"No."

"¡Sólo de espaldas! ¡No de frente! Además, nuestras pinturas no se harán públicas a menos que lo desees. Solo queremos pintarte." Agregó Ghena y Sisha asintió con vehemencia.

Bueno, eso cambia las cosas, pensé.

"¿Va a estar Sisha presente para cuando me pintes?" Pregunté.

"No si no lo deseas." Respondió él.

"Ok."

Posé para cada uno de los cuadros en distintos días y como Adregon no estaba en el reino, era más sencillo que me pintasen sin interrupción alguna. Los gemelos no terminaron los cuadros al mismo tiempo, pero sí los revelarían al mismo tiempo como era su costumbre.

El primero en revelarlo fue Sisha.

El cuadro a primera vista me mostraba con mi armadura de General en Jefe sentada cruzando una pierna en una gran silla, tenía un codo en el apoyabrazos y el rostro apoyado en esa mano; en la otra mano tenía mi espada recostada sobre el otro apoyabrazos, la espada estaba bañada en sangre y de la punta de ésta, caían unas gotas. Mencioné la sangre en la espada porque era algo importante, pero no mencioné que una parte de mi rostro y mi otra mano también tenían sangre. Examinando con más detalle el cuadro, se podía ver que detrás de la silla estaba atardeciendo por el color rojizo del paisaje y en el suelo había cuerpos.

Era como si acabara de salir de una batalla.

Otros capaz me hubiesen pintado con una expresión presumida o incluso relajada, pero no. En el cuadro mi expresión era... cerrada, la mejor forma de explicarlo sería que había terminado de matar pero no sentía felicidad (aunque tampoco arrepentimiento) por ello.

El cuadro era oscuro, sí —en temática, no en escenografía. Pero me encantaba. Era realmente fabuloso.

Cuando Ghena descubrió su lienzo, también tuve la misma sensación que tuve al ver el cuadro de su hermano. En este cuadro no estaba sentada de frente, sino dando la espalda con un pie en el asiento de mármol y otro en el suelo y poniéndole mucha atención al lienzo, se podían observar mis cicatrices y no dudaba ni por un segundo que era exactamente iguales a las de mi espalda. En el cuadro, tenía la cabeza ligeramente inclinada a la izquierda, mi cabello estaba siendo soplado por el viento y me cubría algunas partes del rostro pero mi barbilla y nariz se veían bastante bien —eran mis ojos y mi frente lo que se encontraba oscurecido. Mi brazo izquierdo estaba recostado sobre la pierna izquierda (la que tenía sobre el asiento) y allí estaba la marca que me había puesto Galaos. El paisaje detrás de mí (contrario al de su hermano) era un amanecer (si por los colores me guiaba) y frente a mí se encontraba un lago en el cual se reflejaba levemente el paisaje.

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora