"Renuncio." Le dije fríamente a Adregon.
"¿Qué?"
"Escuchaste bien: renuncio." Coloqué la espada que había mandado a hacer en su escritorio.
Lentamente, Adregon se paró del escritorio mirando la espada en él. "¿Por qué?"
"Porque ya no aguanto más." Espeté.
Rodeó el escritorio. "¿Qué no aguantas más?"
"Esto." Señalé entre nosotros. "Ya no aguanto más." Su expresión cambió y ahora la sorpresa era lo dominante en su rostro. "Ya no quiero ser la General Sebrin, ya no quiero ser esa cosa allí que es pareja del rey, ya no más. No quiero estar en algo falso." Me di la vuelta y abrí la puerta pero se cerró con fuerza casi al mismo tiempo.
Notando la sombra en mi rostro, subí la cara y el brazo de Adregon tenía la puerta cerrada. Sentí el calor de su cuerpo detrás de mí, cómo su cuerpo se pegaba al mío y su aliento en mi oreja.
"No te vayas." Dijo suavemente.
"¿Para qué me voy a quedar si no importa un carajo lo que haga?" Solté molesta.
Sentí sus labios en mi cuello, su respiración trabajosa. "Renuncia, no seas General en Jefe, pero no me dejes."
Giré mi cabeza encontrándome con sus hermosos ojos oscuros. Estaban vulnerables y totalmente abiertos, sin nada que ocultar. Juntó su frente con la mía y cerró sus ojos. "No me dejes. No ahora, no nunca... por favor."
Abrí la boca para responderle y—
Jadeé sentándome en la cama de golpe. Sentí el sudor bajar por mi rostro y cuando me toqué, estaba empapada en él. Algo se movió a mi lado y vi que Adregon se movía para colocarse de lado. ¿Qué habría sido lo que había soñado para dejarme sudada y con el corazón acelerado? Sacudiendo mi cabeza, me recosté nuevamente en la cama y cerré mis ojos.
No supe que Adregon estaba despierto, y mucho menos que estaba tan alterado como lo estaba yo.
No había tenido una pesadilla en un tiempo y menos una que me dejase con un dolor en el pecho, pero no pude evitar pensar que fuese lo que fuese que había soñado, me había dolido. Volví a acostarme en la cama y cerré los ojos. Los abrí nuevamente y miré la espalda de Adregon sin poder evitar pensar en las palabras de esa tarde.
Salí de la cama y sin cambiarme de ropa fui a la cabaña de Valad.
Mientras caminaba hacia la cabaña esquivé varios intentos de ataque aunque me los esperaba. Ojalá hubiesen sido así de efectivos cuando quedé ciega.
Toqué la puerta de la cabaña y entré. No me sorprendió ver que estaba despierta.
"Supe que vendrías. Hice té." Dijo desde la mesa donde tallaba una figurita.
"Valad, con sinceridad, ¿por qué Adregon y yo tenemos que estar juntos?"
"El bien del reino."
"Veo que hablar contigo es hablar con una pared." Me di la vuelta y cerré la puerta con fuerza sin tomarme el té.
El ambiente estaba frío y mientras caminaba, una gota de agua cayó del cielo. Bufé y comenzó a llover con suavidad.
"Es mejor que vuelvas adentro." Dijo Valad detrás de mí.
"No me vas a decir qué razón hay para estar con Adregon aparte del bien de Arazem. No tengo nada de qué hablar contigo." Seguí caminando y la ignoré.
Estaba acostumbrada a que las bodas se planeaban con tiempo, sin embargo la mía no. Aunque sabía que Adregon tampoco haría extremadamente apresurado porque se vería extraño. Pensando en la fecha caí en cuenta de que ya cumpliría otro año de estar en Arazem y que mi mundo había cambiado drásticamente.
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Una General en Jefe
Romance[4/5] 1. Arazem: Piper Sebrin, un nombre normal para una chica normal. O eso era lo que ella pensaba. Piper se fue a la cama con las preocupaciones normales de una chica de su edad, sin embargo al levantarse, su vida dio un giro inesperado. Ahora s...