Capítulo 3

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Volví a mi carpa donde Wila me tenía varios documentos. Me senté en la mesa y comencé a leer cada uno de ellos. "Llámame a la General Karten y al General Ustafi pero antes de eso, búscame algo que coloree." Le dije a Wila. Ambos entraron ya vestidos. "Buenos días, generales, espero estén preparados para pelear." Les dije.


"De inmediato." Respondió Leitan.

Asentí. Tomé uno de los mapas que tenía al lado de la mesa y lo extendí. "General Karten, partirá de inmediato a Clelos." Señalé la ciudad en el mapa, estaba cerca de las fronteras de Arazem. "Llegue lo más pronto posible pero no por la vía directa. Puede que suene descabellado pero necesita pasar por el Astron Meiter." El Astron Meiter era un cañón. Un inmenso cañón si me guiaba por el mapa. "Cerca de Clelos, los estarán esperando por la vía." Yo lo haría. "Pero no lo harán por la entrada del Astron Meiter. Después de todo, nadie perdería tiempo por un cañón cuando se puede llegar más rápido por otra vía."

Siphen, de manera cortés, aclaró su garganta. "Disculpe que la interrumpa, General Sebrin pero es una completa locura. Si no llegamos a Clelos pronto perderemos la ciudad."

"Entiendo su punto, General Ustafi pero si ella va por Heustos," señalé el mapa. Heustos era la vía directa. "Les aseguro poniendo mi puesto como General en Jefe que la vamos a perder."

"El tiempo que pasarán esperando será desastroso para Clelos." Dijo Leitan.

"Tiene razón. Pero es eso o perder la ciudad. No van a destrozar Clelos tanto como piensan, generales. Después de todo, ¿quién destruiría uno de los mejores puntos de intercambio cuando su objetivo es tenerlo?"

Se miraron el uno al otro. Sabía que no estaban de acuerdo y querían lanzarse a la batalla por la vía directa pero eso lo esperaban. Reinola lo hubiese hecho y ellos, si bien era factible que supiesen que yo no era Reinola, esperarían un ataque parecido a ese.

"¿Cuántos hombres necesitaré?"

"Llévese un tercio de los que hay acá." Me miró sorprendida.

"Buen viaje, General Karten. Que sus dioses la protejan." Ella hizo una reverencia y salió de la tienda. Mojé mi dedo en el colorante rojo y marqué con una X a Clelos. "Ahora, General Ustafi," miré el mapa, "usted irá acá." Señalé un pueblo llamado Erestos. "Llévese la misma cantidad de soldados. Llegue directo y elimine a todo lo que no tenga los colores de Arazem."

"Una pregunta, General Sebrin." Hice un gesto con la mano indicando que siguiera. "¿Por qué no Vaniera?" Señaló una ciudad no muy lejos de Erestos.

"Porque Vaniera puede aguantar a que usted llegue a Erestos, elimine a los soldados de Captol y luego vaya en su ayuda. Además," volví a señalar en el mapa, "Erestos queda cerca de un río y tiene comida. Si algo es tan importante en una guerra como las armas, es agua y comida. Pero sé que usted sabe eso." Sonreí. "Que Vakira proteja su camino, General Ustafi."

"General Sebrin." Me hizo una reverencia y se fue.

Seguí mirando el mapa.

"¿Sabe a qué dios se ha prometido cada uno?" Me preguntó Wila llevándome una taza de café. Aún me sorprendía saber que existía en ese mundo.

"Es natural conocer a tus generales, Wila." Mojé mi dedo en el colorante y marqué con una X las ciudades y los posibles caminos por los que irían los Generales Trinen, Zuik y Prinom. Podían odiarme todo lo que quisieran y no seguir mis órdenes, pero tenían que informarme hacia dónde iban y qué hacían. Podía era respirar tranquila de que no lo estaban haciendo mal.

¿Y si hacen algo incorrecto?, salió la pregunta en mi mente. No puedes hacer nada, Piper porque no te obedecen.

Pero al meter la pata estarían obligados a hacerlo, me dije a mí misma.

Sentí un escalofrío nada bonito recorriendo mi espalda. Tack. Mi cuchillo pegó en uno de los muebles. No había nada en la habitación pero estaba segura de que me habían estado observando y de manera amenazante. Esperé unos momentos, me relajé y miré a Wila que me observaba con los ojos como platos. "¿Había algo detrás de mí?"

"No, general. Y si lo hubiese, estuviera entre su cuchillo y el mueble." Dijo con admiración.

Seguí mirando las cartas que me habían enviado. Sabía que muchos querían luchar pero no lo iba a hacer aún, no cuando sabía que Captol no había comenzado con su ataque de verdad. ¿Por qué hacerlo?

Albeans entró a mi tienda cuando me encontraba mirando uno de los mapas. "¿Sabes que nos quedamos con menos de la mitad de los soldados, verdad?"

"No, no me había dado cuenta. Qué raro, fui yo quien dio la orden." Respondí sin dejar de mirar los mapas pero sin lugar a dudas dándole mi atención. ¿Cómo iba a hacer que Albeans me respetase? Era difícil. "Albeans, ¿estás enamorado de Reinola?"

"No." Levanté la vista de mi lectura.

"Pero te acostaste con ella." El silencio fue suficiente respuesta. Enarqué una ceja. "Reinola no está acá. Y créeme, mi idea de un buen tiempo no es estar en una guerra."

En ese momento, Hanolu apareció y recordé la conversación que habíamos tenido esa madrugada, donde me había dicho más de sus habilidades y las ventajas que podía sacarle. Extendí mi mano mientras apretaba la otra. Los colmillos de su cola se enterraron en mi mano y no voy a decir que no me dolió, pero creo que estar preparada para ello fue mejor que de manera inesperada. Hanolu se despegó de mi mano y yo la bajé dejando que la sangre cayera. Miré a Albeans que me miraba sorprendido.

"¿Qué acaba de pasar?" Preguntó confuso.

"Me mordió." Le dije. Comencé a sentir que el veneno subía por mi brazo -lo sentía mientras como si algo extremadamente caliente tomara ese recorrido-, toda mi piel se erizó y respiré profundo.

"¿Por qué te mordió?" Pregunto confundido.

"¿Te encantaría saberlo, verdad?"

Albeans esperó a que dijese algo más pero no lo hice. Dejé que mi mano siguiera goteando sangre hasta que eventualmente no solo se detuvo, sino que la herida también cerró.

Interesante. Muy interesante.

Albeans se fue y me dejó solacon los mapas y los libros,

'Piensa mal y acertarás' era algo que mi mamá a veces me decía ylamentablemente, casi nunca se había equivocado. Horas más tarde, esperabaequivocarme.

Mierda. Coño. Mierda. Miré los mapas.Sabía que los muelles y el mar estaban cubiertos por Kanian (la mujer hermosa)pero lo que estaba viendo -lo que había tardado mucho tiempo en ver- era queTrinen iba a una trampa segura.

Salí corriendo de la tienda. "¡ALBEANS!" Grité a todo pulmón. "¡ALBEANS!¡ALGUIEN QUE ME BUSQUE AL CAPITÁN CARITH ALBEANS YA!" Grité. Volví a la tiendabuscando pergamino pero no encontré tinta. "¡Wila! ¡Wila búscame un tintero!"

Wila comenzó a correr por la tienda en busca de un tintero, lo encontró y me lopuso en la mesa. Mientras escribía la orden, Albeans entró corriendo a latienda. "¿Qué pasó?"

"Búscame un maldito halcón que vaya con el General Trinen. Espera a que terminede escribir esto." Dije escribiendo a toda prisa. Terminé, sellé el papel y selo entregué. "Por favor." Salió corriendo.

No rezaba mucho y algunos me llamarían atea por mis pensamientos pero si esepergamino no llegaba a tiempo o Trinen lo ignoraba, las consecuencias no seríanbuenas así que en ese momento rogué que llegase a tiempo y si lo hacía, queTrinen hiciese lo que le pedía. La pregunta que Siphen había hecho resonaba enmi cabeza '¿Por qué no Vaniera?' o dicho de otra manera '¿Por qué un pueblo yno una ciudad?'. Meleona -el pueblo importante que Trinen iba a pelear- erasólo una distracción. Sí, Meleona era extremadamente importante con sus telas yartesanía, pero Arostra -la ciudad a un día de viaje- tenía algo másimportante: las casas de estudio que no estaban en la Ciudad de Arazem.

No voy a dejar que esto se arruine. No lovoy a dejar, me paré de la mesa. Unos enviarían a otras personas dejándolesla responsabilidad a los demás, pero no podía arriesgar a Arazem. No cuandoveía esas vidas perdidas. No cuando me sentía parte de ellos. No cuando laresponsabilidad de prever un ataque era casi mía. Muchos pensarían que Meleonavalía más que Arostra -y económicamente era verdad- pero una cosa que siempreera importante era el conocimiento. 'El conocimiento es poder' no era un simpledicho idiota.

Miré el mapa. Si Trinen iba, llegaría primero que yo y en caso contrario, eramejor llegar tarde que nunca.

"Wila," le dije a mi escudera.

"¿Sí, General Sebrin?"

"Alista a Ira que nos vamos a Arostra."

"¿Ahora, General Sebrin?"

"Ayer es tarde. Prepara a Ira que yo me vestiré sola." Me comencé a desvestir.

Al tiempo que Wila salía Albeans entraba. En otra ocasión, me hubiese reído desu expresión. Abrió su boca y la cerró, la volvió a abrir y dijo: "¿Qué haces?"

"Albeans," creo que mi tono me hizo entender que era algo serio. "Si no vuelvo,quedas como General en Jefe."

Abrió los ojos como platos. "¿A dónde vas?"

Me comencé a vestir.

"A Arostra. Prepara algunos soldados y que salgan hoy mismo." Me comencé aponer los zapatos. Cuando mi ropa normal estuvo lista, me coloqué la cota demalla (negra) y con ayuda de Albeans, la coraza y las musleras. Me puse elcinturón con los cuchillos y estuve casi lista.

Tomé mi espalda y me la coloqué en la espalda al tiempo que Wila entraba en latienda. "¿Por qué vas a Arostra?" Preguntó Albeans.

"Porque si no vamos a perderla."

"¡¿CÓMO?!" Salí de la tienda con Albeans detrás de mí. "No es necesario quevayas, puedo-"

"No. Voy yo. Tú quédate acá y mándame todo lo que te envíen, ¿entendido?" Lodejé de escuchar cuando vi a Ira. Me apresuré hacia ella y la monté. Miré aWila. "Llega a Arostra tan rápido como puedas, ¿entendido?"

"Sí, General Sebrin." Tomé las riendas y me fui hacia Arostra.

" Tomé las riendas y me fui hacia Arostra

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