Capítulo 28

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    A lo lejos, miré a las tropas enemigas. Diría que tenían un tamaño similar a las nuestras, pero no estaba completamente segura.

¿Hay acompañantes cerca?, pregunté.

, dijo Lanaedo.

Kalous, por su parte, se extendió diciendo: Aproximadamente la misma cantidad que tiene Arazem.

Quizás menos, agregó Hanolu.

Cuando esto comience, vayan por ellos y no tengan piedad
, les dije.

Sentí, más que oí, su aceptación.

Miré hacia arriba —estaba a punto de amanecer—, luego miré hacia un lado donde el sol estaba a minutos de salir. Saqué mi reloj de bolsillo y vi que faltaban cinco minutos para la salida del sol, lo guardé y miré al otro bando. Banderas ondeaban a lo lejos, y suponía que el otro General en Jefe estaba viendo el sol o me estaba viendo a mí; yo no era difícil de perder con Ira y mi uniforme puesto, eso sin contar que me encontraba un poco más adelante que el resto. Por el rabillo del ojo miré el primer asomo del sol.

Tomé las riendas de Ira y me lancé hacia la batalla con todos siguiéndome

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Tomé las riendas de Ira y me lancé hacia la batalla con todos siguiéndome.

Llegó un momento en que me bajé de Ira entregándosela a Gieran y comencé a pelear los soldados que se me atravesaban. Busqué al otro general mientras bloqueaba golpes con una espada, daba golpes con la otra y a veces daba una que otra patada.

Mi corazón latía con la adrenalina; a mí alrededor se escuchaban las armas chocando una contra la otra, los cuerpos que caían, las armas conectando con las armaduras o la piel de los oponentes. Mis sentidos estaban tratando de buscar al General Hox hasta que finalmente lo vi. Aun estando a la distancia, su peto era claramente identificable con su color dorado, se encontraba luchando con varios soldados de Arazem a los que derrotaba con facilidad con movimientos rápidos y efectivos.

Fui corriendo hacia él pero me detuvo un soldado. Creo que era capitán o algo, por la agilidad con la que luchaba. Comenzamos a luchar y estaba a punto de ganar cuando, llámenlo instinto, me eché hacia atrás haciendo que una flecha pegase en mi máscara y esta saliese volando.

"Así que esa es tu cara." Dijo el hombre con el que peleaba.

¡Lanaedo, mata al de la flecha!
, le ordené.

No sabía si ya habían ganado sus batallas, pero esperaba que sí.

"Y será la última cosa que veas." Le dije blandiendo la espalda cortándole la garganta, su sangre salpicó en mi coraza aunque no era la primera y tampoco sería la última.

Corrí hasta donde estaba Hox y me interpuse entre sus dos espadas y un soldado que había caído.

¡Clang!


"General Hox," le dije apretando los dientes.

"General Sebrin." Dijo con una sonrisa.

Lo empujé y nos separamos. El soldado a mis espaldas salió corriendo. Tenía suerte de no saber quién era ni que recordase su rostro.

"Vaya sonrisa teniendo en cuenta que te maté a tu rey." Le dije cambiando el agarre en una de las espadas.

"Ya ascendió al trono Su Majestad Henofilius. Captol está en buenas manos."

"Para cagarla, sí." Le dije recordando al hijo del rey.

La furia pasó por su rostro y su ataque comenzó. Era fuerte —muy fuerte. Cada vez que sus espadas chocaban con las mías, sentía que retrocedía pero no podía detenerme. Él subió sus espadas y cuando las bajó, yo ataqué con las mías quedando en el medio.

El general era un hombre corpulento, con más fuerza física que yo pero eso solamente no le iba a otorgar la batalla. Lamentablemente calculé mal y me cortó un poco el brazo.

"Inexperta y débil, ¿qué se puede esperar de Arazem?" Se mofó blandiendo su espada. "Esperemos que el veneno haga efecto y te inmovilice para disfrutar cortándote. Mi espada está especialmente hecha para tener veneno en toda su hoja."

Pero el supuesto veneno no me detuvo. Comencé a atacarlo ante su sorpresa. Escuché mi corazón latir en mis oídos mientras pegaba los golpes.

Cling, clang, cling
. Moría él o moría yo. Mi ataque rápido lo había llegado a herir pero la adrenalina que cursaba por nuestros cuerpos no nos permitir doblegarnos, mucho menos detenernos. Las espadas chocaban entre nosotros, la sangre y el sudor se entremezclaban con los sonidos de lucha a nuestro alrededor pero todos sabían que esto era entre nosotros dos. Con una espada defendía y con la otra atacaba, lastimosamente él hacía lo mismo. Quedamos frente a frente, casi tocándonos, cuando murmuró: "Es una lástima que seas sólo una perra de batalla para Adregon."

"Por lo menos soy algo, ¿qué eres tú para Captol?" Repliqué con una sonrisa. "¿Qué recibes tú aparte de una palmadita en la cabeza, Hox?"

Él rugió y pude ver que en su furia cometió un error en sus pasos. Solté una de mis espadas y él, pensando que yo había cometido un error y él iba a ganar, atacó. Detuve su ataque doble con mi espada y lo pateé en la canilla y me agaché. Él, con el súbito dolor se inclinó al tiempo que yo tomaba mi espada (la que había dejado caer) y la enterré en su garganta. "Gané." Dije y tajé.

Como estaba debajo de él, toda la sangre que brotó me cayó encima incluso en los ojos; sacudí mi rostro pero mi visión seguía roja y no podía pasarme la mano por la cara porque me la mancharía aún más. El cuerpo del general se comenzó a caer hacia delante y yo me aparté dejando que cayese al suelo con un golpe seco. Esperé la aparición de sus acompañantes que comerían su cuerpo, pero ninguno aparecía.

Sentí entonces un escalofrío recorrer mi espalda. "Kalous," lo llamé. Apareció a mi lado casi de inmediato, monté sobre él y me hice escuchar a los que seguían luchando. "¡La guerra terminó! ¡ARAZEM HA GANADO!" Rugí y mis compañeros de armas gritaron conmigo al tiempo que terminaban de eliminar a los que quedaban en pie.

Ya. Había terminado. La guerra había terminado.

Gané, me dije a mí misma pero sabía que no me daría paz mental.

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora