Más tarde, me encontraba de nuevo en mi habitación. Me acosté y no tardé mucho tiempo en quedarme dormida.
"¿Y bien?" Preguntó Adregon. Esta vez apareció vestido completamente de blanco. Lo que realzaba su cabello y ojos oscuros.
"Hace una semana no entrabas a mi sueño, debiste calcular el tiempo que tomaría Akros."
"¿Conseguiste algo?"
Tan directo como siempre, pensé.
"¿Qué países tienen arenas donde castigan a los criminales?"
"Varios, de hecho. ¿En el que estás hay una?"
"Tanto legal, como ilegal. El rey del lugar, Akros, es el encargado del ilegal, aunque no creo que él firme los papeles, lavándose las manos en momentos importantes."
"¿Sigue con la tortura del habla?" Lo dijo como si la idea fuese absurda. Él también entendía lo absurdo de ello.
"No, la cambió." Me miró esperando que continuase. "Ahora me puso en la arena ilegal a matar."
"¿A matar?" Frunció el ceño. "¿Por qué haría eso?"
Me encogí de hombros. No era necesario que se enterase de ello, ya había quedado en el pasado. "Algo que escuchó, quizás."
"Debe darse cuenta que es algo inútil hacer eso contigo. Matar es fútil en lo que a ti respecta, eres General en Jefe y Asho-Rastra."
"No le voy a decir nada, pero estoy segura de que me pondrá a pelear—"
"Haciendo una fortuna contigo, el maldito bastardo. ¿Otra cosa?"
"Creo que el país se relaciona con las armas." Levantó una ceja. "Cuando me dieron a escoger mi arma de preferencia, había una habitación llena de ellas."
"Si la habitación llamó tu atención, entonces no era una habitación pequeña ni común y corriente. Existe la posibilidad de que sea solo para las peleas."
"No. Esa cantidad de armas y con esa variedad... No lo creo, Adregon. No sé si esto sirva pero mi oponente se llamaba Equibo Fastor, también llamado 'El Destripador'."
Una rara sonrisa apareció. "Date por encontrada."
"¿Por qué?"
"Si te hubiesen mantenido en el mundo real, tuviese que recurrir a otros métodos. ¿Ahora? Te metieron en el mundo ilegal. ¿Quién trabaja en el mundo ilegal y puede saber el nombre de los que te tienen?"
Los Asho-Rastra.
"Entendido, Su Majestad." Hice una ligera inclinación de cabeza.
Cuatro días pasaron para que Akros entrara furioso a mi habitación. Me estaba preparando para ir al ring, donde había tenido veintitrés (sí, veintitrés) batallas ganadas consecutivas. Había luchado cuatro al día siguiente de la primera vez, seis al tercer y cuarto día y siete al quinto. Debía de acotar que desde que me habían quitado los zapatos, no me los habían regresado.
"¿Has venido a devolverme mis zapatos?" Le pregunté.
"Espero estés preparada para luchar hoy." Dijo en voz gélida ignorando mi pregunta.
"Fuiste tú el que dudó de mis habilidades, Akros." Sonreí. "No es mi culpa que ahora casi todos ganen... ¿o sí?"
Me tomó por el cuello y me pegó a la pared.
"Mira, pequeña puta," si hubiese sido otra persona, capaz su voz me hubiera hecho temblar, "vas a ser lo que diga cueste lo que cueste, haga lo que tenga que hacer."
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Una General en Jefe
Romance[4/5] 1. Arazem: Piper Sebrin, un nombre normal para una chica normal. O eso era lo que ella pensaba. Piper se fue a la cama con las preocupaciones normales de una chica de su edad, sin embargo al levantarse, su vida dio un giro inesperado. Ahora s...