Capítulo 20

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Al día siguiente Adregon no mostró mejoría de ningún tipo pero vi como algo bueno que no empeorase. Sin embargo había aparecido otro problema: el rey se había vuelto malcriado.

El doctor le dio el medicamento a Adregon pero él lo escupió.

"Su Majestad, tiene que tomarlo." Indicó el médico.

"No quiero."

Buena hora para ponerse malcriado, pensé mirando el sudor que corría por el rostro de Adregon.

"Su Majestad, no va a mejorar si no se lo toma." Insistió el médico levantando y ofreciéndole el frasquito.

Adregon sólo cerró los ojos y miró hacia otro lado.

Pido paciencia, dije mirando el techo.

Si otra persona se hubiese negado, simplemente se le hubiese obligado y punto. Pero el que estaba en la cama era nada más y nada menos que el mismísimo rey y, por supuesto, nadie podía obligarlo a hacer nada.

Desde mi posición en un sillón, no pude evitar reír un poco cuando vi al médico de cabecera, a su séquito y a Raran tratando de convencer a Adregon de tomarse lo que había en el frasquito sin resultado alguno. Cuando fue obvio que todos se rindieron (porque según mi entendimiento no le podían dar el medicamento mezclado con algo), me puse de pie y tomé el vial de las manos de Raran.

Llevé el vial a mis labios, lo tomé y entendí el porqué Adregon se negaba a tomarlo (era extremadamente amargo) pero sin importar eso, me senté en la cama de Adregon, él volteó el rostro abriendo los ojos al tiempo que yo acercaba mi cara a la suya.

Cuando junté nuestros labios, le di la medicina. Se la tragó y yo me separé. Un poco de la medicina comenzó a caer por la comisura de mis labios y de los suyos, me limpié la mía con una mano y con la otra, limpié el rostro de Adregon.

La habitación cayó en un silencio incómodo.

"Deben hacer que no sepan tan asquerosas," le dije al médico mientras salía de la habitación sin ver a nadie aunque podía sentir que estaba sonrojada.

Me encontraba en mi cuarto enseñándole unas cosas a Tarhik (el cual había probado ser bastante inteligente para sorpresa de los tutores), cuando tocaron la puerta. Zolad estaba en mi regazo mientras Hanolu lo entretenía con su cola.

"Pase." Yuein entró al cuarto. "No me sorprende que seas tú."

El hombre miró a Tarhik, se encogió de hombros y habló: "El rey te necesita."

"¿Le sucedió algo?" Tenía el corazón acelerado.

"No, sólo tiene que tomar la medicina."

Me lo quedé mirando y luego vi a Tarhik. "Por favor no sigas el ejemplo de educación que te está dando ese hombre." Me dirige a Yuein. "Ya les di la clave para que se la tome, ¿aun así tengo que ir yo?" Se encogió de hombros pero no cambió la expresión.

Menos mal que ya Tarhik estaba terminado al menos su lección de lengua y literatura, posteriormente sería su lección con los caballos.

"Tarhik, por favor diles a los del establo que te dejen ver a Ira. Llévale algunas frutas y no le tengas miedo."

"¿Por qué le tendría miedo?" Preguntó confuso.

"Ira es grande, es un caballo de batalla. No es como los caballos normales." Me incliné y besé su frente. "Que te vaya bien. Me avisas cualquier cosa, ¿entendido?" Asintió.

Me puse de pie con el bebé en mis brazos y cuando entré a mi habitación, ya en ella se encontraba una de las mujeres que los cuidaba. "Le falta un baño. Que coma y se irá a dormir." Le dije a la mujer.

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora