Cuando por fin salí, me senté en la orilla con mi cara entre mis piernas. Escuché un resoplido y luego sentí que me tocaban. Levantando la vista, allí estaba Ira que me veía con ojos puros y oscuros. Ella, un herbívoro, un animal incapaz de asesinar a algo o alguien se acercó a mí sin miedo, para consolarme, para estar allí.
Acaricié su hocico y seguí llorando suavemente.
Cuando volví al campamento, ya la mayoría de las cosas estaban listas. Ellos pensarían que sólo a mí se me ocurría movilizarme a esa hora, pero eso tenía dos propósitos: uno, alejarlos de Astoran y el otro, nadie se movía de noche.
Lanaedo, Kalous, revisen la vía que me vieron estudiando y díganme si hay algún gran peligro, les ordené y sentí que desaparecieron.
Mientras caminaba hacia mi tienda, mojada hasta los huesos y supongo que con un aura asesina rodeándome, Akrina se acercó a mí con una caja en las manos.
"¿Qué es esto?" Pregunté.
"Piper, disculpa el abuso que me tomé." Dijo primero. "Estas son las cenizas de Jinoke." Me entregó la caja.
Cerré mis ojos y respiré profundo.
"Gracias." Dije abriendo mis ojos. No iba a preguntar por qué no me había dejado verlo —él sabía lo que hacía.
Hizo una reverencia y se fue.
Miré la caja en mis manos y sentí que mis ojos se humedecían.
Perdón, Jinoke. Perdón. No te cuidé como prometí, perdóname, lloré internamente.
A la mañana siguiente, si bien hubiese querido seguir sufriendo por mi incompetencia, la realidad (mi realidad), me detuvo. Después de haber estudiado los mapas el día anterior, me di cuenta de que era momento de adentrarse realmente en Captol si quería que esa endemoniada guerra terminase. Ya las costas volvían a ser casi impenetrables, lo que era un gran alivio para mí porque podía enfocarme por completo en lo que tenía frente a mí.Y era necesario. Ya que Arazem había perdido algunas batallas. No que eso significase que perdería la guerra. No. Arazem había ganado más. Sin embargo, una batalla podía ser decisiva y no me iba a arriesgar a perder ninguna.
¿Contra quién perdíamos las batallas? Contra la general Ariteta. Si era sincera conmigo misma, no quería volver a enfrentarme con ella. Después de todo, sabía que aquella vez que me había dejado viva había sido un golpe de suerte. No me ilusionaba que fuese algo más.
Tampoco era que evadía las peleas con Ariteta, ya que también tenía mis propias batallas que enfrentar.
Mientras me quitaba la ropa ensangrentada, Gieran aclaró su garganta.
"Dime." Dije.
"General Sebrin," lo miré e hizo una reverencia. "Su Majestad le envía un regalo." En sus manos, el muchacho tenía una caja decorada de manera exquisita.Gieran colocó la caja frente a mí. Cuando la abrí, miré un hermoso collar de piedras preciosas —era delicado, femenino, con cortes clásicos; los zafiros y diamantes brillaban con el reflejo de la luz que entraba por la ventana.
Pero ya tenía un collar idéntico a ese.
Suspiré cerrando la caja. Se la entregué a Gieran. "Dile a Su Majestad que su gesto es apreciado pero que lamentablemente ya tengo uno exactamente igual."
Gieran hizo una reverencia y se fue.
Por cierto, ¿dónde estará el collar?, me pregunté mientras me terminaba de desvestir para tomar un baño. Más importante, ¿por qué me envía algo así?Me metí en la tina —obviamente beneficio de mi rango— y esperé a que volviese. Cuando entró a la tienda, pregunté.
"¿En qué fecha estamos?"
"Estamos al décimo segundo día del décimo mes de—" fruncí el ceño. "¿Sucede algo, general?"
"No, nada, nada. Gracias, Gieran." Gieran salió y momentos después volvió. "General Sebrin, tiene visita.""Hazla pasar."
Suponía era alguien que me podía o ya había visto desnuda.
Cuando Ahlía entró, no voy a ocultar que me sorprendí mucho. Después de lo que había pasado con Astoran, nos habíamos distanciado un poco y había enviado a un grupo en el cual ella fue a otra ciudad a ayudar. Gieran salió y Ahlía ya se estaba acercado a mí con pasos seguros y rápidos, fruncí el ceño, confundida, abrí la boca para preguntarle qué pasaba y—
Paff. Mierda. Eso dolió. Una cachetada normal dolería, pero estaba mojada porque me estaba bañando. O sea que me dolía más.
Mirando ahora hacia la pared, me sentí en shock. La miré sin decir palabra —no podía pensar y mucho menos hablar.
"¡¿Acaso eres estúpida?!" Gritó Ahlía con lágrimas bajando por sus mejillas.
"¿A quién cree que le está hablando, Albeans?" Pregunté poniéndome de pie.
"¡Ay! ¡Ya deja la idiotez que no estoy aquí como soldado!" Dijo enojada. "Estoy aquí como amiga. ¿Crees que no he notado que me están ignorando e incluso me has enviado a reconstruir casas?" Pestañeé.
"No te estaba ignorando."
"¡Pues lo fingiste bastante bien!" Chilló. "¿Crees que porque mataste a Astoran te voy a tener miedo? ¡¿Así de frágil crees que soy?!"
Sentí que una lágrima corrió por mi mejilla. Ahlía por otra parte se echó a llorar y se me arrojó, colocó los brazos alrededor de mi cuello y sollozó abiertamente.
"Tan... buena general pero tan pésima en... relaciones personales." Dijo entre sollozos.
"Perdón."
"¡Estúpida! ¡Eso es lo que eres!"
No lloré a moco suelto, pero tampoco oculté mis lágrimas.
Pero como todo momento conmovedor tenía que ser interrumpido, escuché a que alguien tocaba la puerta. Era nuevamente Gieran pero en su brazo tenía a Mena, ella cuando me vio, voló y se posó en el mío. Ahlía se separó de mí mientras se limpiaba los mocos.
"Por tu culpa me arruiné el maquillaje." Dijo.
La vi y efectivamente, tenía el maquillaje corriendo debajo de sus ojos. Sacudí mi cabeza al tiempo que reía en voz baja y le quité la carta a Mena. La abrí tratando de no mojarla tanto.
Piper,
Tal vez te preguntes el porqué del collar.
Sí, lo hacía.
Es la manera de asegurar que vengas al Hakada de este año y a la fiesta. La fecha será a mediados del Hakada, como siempre.
"Muy buen soborno no es," dije en voz alta.
Te espero en él.
Hablando de otras cosas, no he sabido mucho de ti últimamente. ¿Qué ha pasado? Enviaste algunos soldados a la reconstrucción de algunas ciudades y pueblos lo cual agradezco.
Saludos,
Adregon.
Suspiré mientras guardaba el pergamino.
"¿Algo interesante?" Preguntó Ahlía.
"Voy a Arazem para el Hakada."
"¡Te puedes quedar en mi casa y así conoces a papá y mamá!" Dijo emocionada juntando sus manos.
"¿No será una molestia?" Pregunté.
"Molestia es entrar al cuarto de mi hermano y ver sus nalgas mientras una mujer chilla su nombre."
"Ok, mucha información para mí." Le dije.
Cuando estuve sola, le escribí a Adregon.
Adregon,
Nada ha pasado. Todo está normal así que no quise decirte que el cielo es azul y las nubes van de un lado a otro. ¿Cómo me quieres en el baile? ¿Cómo general?
Saludos,
Piper.
P.D.: De ser la respuesta de arriba "sí", por favor dile a la costurera real. Gracias.
Mi cumpleaños pasó y nuevamente, terminé recibiendo un regalo en la fecha de cumpleaños de Reinola. No sabía si reír o llorar. Mientras pasaban los días, me encontraba mirando mi reloj de bolsillo todos los días cada cierto tiempo. El Hakada no estaba tan lejos.
"General, le ha llegado una carta." Dijo uno de los que manejaban los halcones.
"Gracias." La carta de esa vez tenía un sello que no había visto antes, pero igual la tomé.
Cuando estuve sola, la abrí.
Piper,
Estaré en cierto pueblo de Arazem para el Hakada, si quieres, puedes pasar un poco de tiempo conmigo. Eso, a no ser que tengas ya otro compromiso.
Saludos,
D.
"Tengo que estar en Arazem para la fiesta del Hakada, pero Adregon no dijo nada sobre los días anteriores."
Escribí la respuesta para Delion y la envié.
El Hakada comenzó y todos nos dirigimos a Arazem y si bien en un principio fui con ellos, a mitad de camino les dije que se adelantaran. Obviamente, asegurándome con mis acompañantes que nadie me estaba siguiendo.Me encontré con Delion en una posada de un pueblo. Cuando lo vi, no pude evitar la sonrisa que se formó en mi rostro. Él estaba sentado y en cuanto me vio, se puso de pie y se acercó a mí y me envolvió en un abrazo.
"Tiempo sin verte, Piper." Susurró en mi oreja sin soltarme. Yo cerré mis ojos y me apoyé en él al tiempo que le devolvía el abrazo. Su abrazo era cálido. "Ven, vamos a comer. Yo invito." Se separó de mí y sonrió.
Ya en una taberna, suspiré cuando colocaron la cerveza frente a mí. Tomé un sorbo y la coloqué de nuevo en la mesa.
"Haz cambiado." Comentó él.
"¿En qué sentido?"
"Tu mirada, se ha hecho más dura; no es la misma que vi hace tiempo." Puso su mano en mi rostro. "Qué cosas habrás visto con tus ojos que se han vuelto de esa manera."
Sonreí de manera triste. "Me fallé a mí misma, eso fue lo que pasó."
"Cuéntame."
No tuvo que pedirlo dos veces.
"Eso explica todo." Miró la mesa por un momento. "No te voy a decir que aproveches el Hakada para dar las cenizas, porque el Hakada se trata de celebrar. Hazlo cuando ganes la guerra." Asentí. "Dejando de lado el aura lúgubre que tienes contigo, te ves bien."
"Bueno, al menos el rostro no tiene cicatrices. No puedo decir lo mismo del resto del cuerpo."Sonrió un poco. "Por cierto, tengo algo que decirte."
"Dime."
"Mi hermano me ha pedido que me case."
"¿Ya te comprometiste?" Cuestioné. Era importante.
Sacudió su cabeza. "No, todavía no."
"¿Cuándo te enteraste que tendrías que dejar el maravilloso mundo de la soltería?"
"Hace dos semanas."
Subí mi jarra de cerveza. "Felicitaciones entonces."
"Cállate." Respondió pero subió su jarra y la chocó con la mía.
"Siempre me lo he preguntado, ¿cómo es tu hermano?"
"¿Mi hermano?" Miró al techo y luego me miró. "Mi hermano está casado." Reí suavemente. "Es de mí misma altura, rubio, de ojos verdes, tampoco tiene cicatrices de batalla. Kratas no es como algunos reyes, que tratan a los demás como si fuesen inferiores a ellos o que esperan un trato especial por ser reyes, podría decirse que es humilde. Conservó su lado gentil aun cuando su lecciones eran estrictas en cómo debía comportarse un príncipe heredero, pero nunca fue a batalla."
"¿Por qué?"
"Esa responsabilidad es del segundo hijo." Me miró. "Es la manera de asegurarse que el reino esté protegido porque a veces, lo único que te protege es la sangre." Nos quedamos callados un momento. "¿Cuándo cumples?" Extraño cambio de tema pero le respondí. "Es decir que me perdí tu cumpleaños. Será para el siguiente entonces."
"¿El tuyo, oh honorable ancestro?" Bromeé.
"Es el segundo día del octavo mes."
"Mi regalo quedará para el siguiente año también." Le dije con una sonrisa.Luego de eso, hablamos un poco más. Y, al día siguiente, partí para Arazem y él para Walktar.
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Una General en Jefe
Romance[4/5] 1. Arazem: Piper Sebrin, un nombre normal para una chica normal. O eso era lo que ella pensaba. Piper se fue a la cama con las preocupaciones normales de una chica de su edad, sin embargo al levantarse, su vida dio un giro inesperado. Ahora s...