Capítulo 9

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Estaba paralizada. No podía moverme pero las serpientes seguían acercándose a mí. No. No no no no no no no... Se subían por mi pierna, por mi torso hasta llegar a mi cuello y mis brazos, donde comencé a sentir la presión. Podía sentir cómo mi respiración se tornaba más forzaba, mi cuerpo dolí—

Abrí mis ojos despertando de un sueño aterrador, entrando en una realidad aún peor. Lanaedo, el dragón de Adregon me apretaba el cuello con su cola. Sabía que me estaba matando y el muy maldito lo estaba haciendo lentamente para hacerme sufrir. Trataba de quitármelo, pero era inútil. Era demasiado fuerte. ¿Sería cosa de Adregon? El pensamiento fue tan fugaz y de la misma manera en que apareció, fue desechado. No, Adregon no haría eso. ¿Acaso esta bestia me estaba matando porque quería? Mi vista se comenzó a nublar y Lanaedo aumentó la presión que ejercía sobre mi cuello. Recordé que Hanolu y Kalous no estaban durmiendo conmigo porque estaban recorriendo el campamento así que estaba por mi cuenta y no podía gritar. Tenía que aceptarle algo a Lanaedo: el maldito era inteligente, había esperado a que estuviese sola para atacarme.

Sola, pero no indefensa, pensé. El cuchillo, recordé. El cuchillo que estaba bajo mi almohada. El que siempre estaba allí. Moví mi mano pero Lanaedo movió su boca y me mordió la mano derecha. Pero tenía la otra libre. Con la izquierda, tomé el cuchillo y comencé a apuñalarlo una y otra vez en mi cuello para que me soltase. Rugió. Rugió de tal manera que estaba segura todo el mundo lo había escuchado pero me soltó. Jadeando, salté de la cama golpeándome la cabeza con el filo de una mesa. "¡HANOLU! ¡KALOUS!" Grité aunque no tan fuerte como hubiese realmente querido.

Kalous y Hanolu aparecieron inmediatamente frente a mí y al verme, ambos comenzaron a rugir/sisear en dirección de Lanaedo. "¡¿Qué crees que haces, Lanaedo?!" Rugió Kalous al tiempo que Hanolu la serpiente siseaba: "Si piensssas matarla, pasarassss sobre nossssotros."

Lanaedo movía su cola, salpicando de sangre todo a su alrededor pero no paraba de rugir

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Lanaedo movía su cola, salpicando de sangre todo a su alrededor pero no paraba de rugir. Me miró y sus ojos tenían más que odio en ellos pero había otra cosa. Algo más aparte del odio. Algo que había visto antes: un reto.

Incorporándome en mis piernas, tomé la espada de mi uniforme con mi mano izquierda. "Kalous, Hanolu, apártense." Ambos me miraron como si estuviese loca pero obedecieron mis órdenes. "Ya me tienes sola, ellos no se van a meter." Lanaedo rugió y mostró sus dientes ensangrentados. "Vamos. ¿Quieres pelear conmigo, no? Vente."

Lanaedo desapareció súbitamente pero un escalofrío recorrió mi espalda —era la misma clase de escalofríos que recorrió mi cuerpo en varios ocasiones y no vi nada. Volteé mi espada sin darme la vuelta y lo apuñalé centímetros antes de que su boca llegase a mi cuello. La saliva goteaba en mi hombro (ya que mi camisa había sido destrozada) y bajaba por mi espalda y pecho. Era una saliva caliente, que quemaba. Podía sentir que mi brazo derecho ardía, pero si perdía el brazo al menos no perdería mi vida. "Gané." Dije dando un codazo hacia las fauces de Lanaedo.

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora