Capítulo 27

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Llegué a la salida del salón y viendo que todo estaba desierto, corrí por el corredor metiéndome en un huequito donde previamente había dejado algo de ropa. Me desnudé rápidamente sabiendo que el tiempo estaba en mi contra y me coloqué el vestido de fiesta. Con la ropa que me había quitado envolví la botella, abrí una ventana y mirando que no hubiese nada ni nadie tiré la botella. Nada sonó y volví corriendo al salón chocando sin querer con un guardia.

"¿Está perdida, señorita?"

"Disculpe," dije en voz baja y tímida. "Buscaba el baño."

"La guío." Dijo dándose la vuelta y tomé eso como ventaja.

Lo tumbé y torcí su cuello hasta que escuché el crack. Por suerte para mí, tenía una espada, arco y una flecha aunque no sabía la razón de los últimos dos. Volví sobre mis pasos y lo escondí en el closet sabiendo que no tenía mucho tiempo. Salí y volví a abrir la ventana sabiendo que en el salón había varias ventanas que me darían una perfecta visión.

Salí y silbé como un pájaro dos veces alertando a mis acompañantes —o al menos a Kalous que era el que mejor oído tenía— que el momento estaba cerca y que su distancia al castillo debía disminuir. Suavemente, me salí y cerré la ventana. Caminé cuidadosamente sin mirar hacia abajo, no queriendo descubrir si tenía miedo a las alturas en ese momento, hasta que llegué a una de las ventanas del salón. Volví a silbar indicando que estaba muy cerca de matarlo o matarla. Abrí la ventana suavemente, respiré profundo quitando todo pensamiento asesino de mi mente y miré la pared entre el rey y la consorte. Allí dispararía la flecha. Me cuadré y esperé.

No esperé mucho —unos treinta segundos máximo. El rey se recostó en su silla y cerró sus ojos, después se inclinó hacia un lado y pareció apoyarse en el apoyabrazos. Sin embargo, yo sabía lo que había pasado.

"Erobius," dijo la consorte. "Erobius." Lo tocó pero no reaccionó. Mira la pared, mira la pared, me dije a mí misma. La música se detuvo de repente sin aviso. "¿Erobius? ¡¿Erobius?!" Gritó la consorte. Una criatura comenzó a rugir mientras se pegaba contra la pared repetidas veces. Parecía una mezcla de gato con caballo.

Un invitado (supongo que doctor), se acercó al rey y le tomó el pulso. Miró a la consorte. "El rey está muerto, señora."

Y allí comenzaron el desastre y los gritos.

Disparé la flecha y cuando se encontró pegada a la pared atravesando a la consorte del rey, supe que lo había logrado. Había matado a la pareja líder de Captol.

Dos acompañantes salieron y comenzaron a rugir buscando por todas partes, me vieron y yo salté del castillo pero calculé mal y pegué contra una gárgola antes de seguir al piso. Me sacó el aliento pero pensé en ese momento que si me iba a morir, al menos me mataba la caída y no ellos. Esperé que no me fracturase las costillas.

Antes de llegar al suelo, Kalous se puso debajo y mí y salió corriendo.

"Van dos," dije con el corazón acelerado. "Falta uno." Escuché rugidos y bramidos detrás de mí. Me volteé ligeramente y dos criaturas, los dos acompañantes que habían salido, me estaban persiguiendo. "Eeeh... ¿Kalous?"

"Ya sé que están allí pero no podemos enfrentarlos a ellos acá, estás muy cerca."

Lanaedo apareció y se frotó sobre mi cuerpo. "Kalous, ocúltala en algún sitio donde nadie la encuentre." Lanaedo se separó de mí.

Kalous bajó sus orejas y comenzó a correr más rápido. Volteé y vi a Lanaedo y Hanolu peleando con los otros acompañantes.

No rezaba mucho, pero recé para que volviesen con vida. Kalous siguió corriendo pero un acompañante nos llegó por el costado y nos golpeó. Yo caí de Kalous y la otra criatura me mordió en el brazo izquierdo, era un dolor que se esparcía y subía por el brazo y luego pasaba al pecho. El acompañante tenía una cara de mono pero sus dientes eran afilados, parecidos a una sierra, y de ellos goteaba un líquido verde y viscoso. Kalous golpeó a la criatura, lo mordió en el cuello y separó su cabeza de su cuerpo grande y peludo.

Con el dolor en el brazo y en mi costado, me volví a montar en Kalous.

Kalous corrió unos quince minutos, me dejó en una cueva y se fue hacia donde estaban los demás. Caminé y me senté en una roca, pensando por qué Lanaedo se había frotado contra mí de esa manera y que había sido una pérdida de tiempo con el olor de mi brazo herido en el ambiente. Escuché agua corriendo a lo lejos, más adentro de la cueva, así que seguí. Mi respiración se tornó trabajosa y sentía el mismo ardor en el pecho al igual que el dolor en el brazo. La cueva parecía una boca de lobo, oscura y húmeda pero seguí caminando ya que no me quedaba de otra. Caminé y caminé hasta que por fin el sonido se hizo más fuerte y supe estaba más cerca. 

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora